Raquel tenía 27 años cuando le diagnosticaron herpes simple de tipo 2, una infección que se transmite a través del contacto sexual y que en la mayoría de los casos no produce síntomas. En su caso no fue así. “Me dolía muchísimo”, recuerda la joven de ahora 29 años, “no me podía casi ni sentar”. Se pensó que era una infección de orina, pero comenzaron a salirle pequeñas ampollas. “Fui a urgencias cagada de miedo y me dijeron que tenía un brote de herpes”.
Tras el diagnóstico llegaron las dudas. “No sabía quién me lo podía haber pasado. Me dijeron que era una infección invisible porque la gente no tiene síntomas, así que pensé que igual ni siquiera el chico que me la pasó sabría que la tenía. Pero claro, yo sentía la responsabilidad de avisar”. Raquel decidió explicarle la situación a los chicos con los que había mantenido relaciones sexuales en los últimos dos meses. “Pasé mucha vergüenza. Estuve tres semanas con nervios todo el rato y la autoestima por los suelos”.
Tras tratar el brote de herpes, Raquel pensó que no volvería a tener ningún síntoma. Desgraciadamente ese año experimentó varios brotes nuevos y la infección le acompaña a día de hoy. “Vivir con herpes es una tortura”, confiesa. “A nivel físico hay brotes que duelen mucho. A veces salen ampollas y cuando las ampollas se rompen se forman llagas, y claro, eso es una herida en una zona súper sensible. Cuando vas a hacer pis te arde, o cuando haces deporte y hay mucha fricción, o si llevas ropa ajustada. Se pasa muy mal”. Sin embargo, lo verdaderamente duro para Raquel son las implicaciones psicológicas. “A veces me siento muy mal conmigo misma, o me culpo. También pienso que por qué me ha tenido que pasar a mí. Y al ser una infección contagiosa, limita mucho tu vida sexual. Ahora tengo pareja estable, pero antes de conocerle estuve año y medio sin querer tener nada con ningún chico”, nos relata. “Aunque mi novio lo entiende, yo hay veces que me siento muy insegura por las marcas de las llagas o porque me siento un lastre”.
Afortunadamente, los brotes son cada vez más infrecuentes y con síntomas más leves, algo que ayuda a Raquel a seguir adelante “y sentir que todo va a mejor, que hay que aprender a vivir con esto sin dejar que te consuma”.
El herpes genital es una infección de transmisión sexual (ITS) que afecta a aproximadamente el 13% de la población y que está causada por dos tipos de virus:
Los síntomas genitales más comunes son picores, dolor y ampollas que pueden explotar provocando sangrado, supuración y pequeñas heridas. En consecuencia, la persona puede sentir mucho ardor a la hora de orinar e incluso obstrucción de la uretra por las llagas y la inflamación de los genitales.
Si el herpes genital está causado por el VHS-2, también puede aparecer fiebre, dolor difuso en otras partes del cuerpo y fatiga, síntomas muy similares a los de una gripe que surgen porque el cuerpo está luchando contra la infección.
El herpes genital presenta dos problemas que dificultan su diagnóstico: que muchas personas son asintomáticas y que otras personas tardan meses o años en tener su primer brote tras la infección.
Se estima que 7 de cada 10 personas con herpes genitales no tienen síntomas. Tienen el virus, pero como no hay ninguna señal ni cambio físico, no lo saben. Pese a ser asintomáticas, siguen siendo contagiosas, por lo que pueden transmitir el herpes si mantienen relaciones sexuales sin protección.
Entonces, ¿cómo puedo saber si tengo herpes?
En el caso del cultivo o prueba del herpes, se utilizará un hisopo o bastoncillo en caso de que tengas llagas para recolectar las células y secreciones. Si eres asintomático, la prueba consiste en una analítica de sangre.
Actualmente no hay cura para la infección por herpes. Es algo que te acompaña durante toda tu vida, a veces de forma completamente silenciosa, pero hay personas que sufren brotes de vez en cuando.
El primer brote suele aparecer entre una y dos semanas después de que te contagies, pero como hemos visto, hay personas que no tienen síntomas y otras viven años con la infección latente hasta que de repente sufren un brote.
Estos brotes pueden durar entre dos semanas y un mes, aunque con el tiempo suelen ser más cortos e infrecuentes. Además, hay medicamentos para aliviar los brotes, por ejemplo analgésicos para el dolor o antivirales para que las heridas curen más rápido y reducir el riesgo de contagio.
El herpes genital puede tener ciertas complicaciones:
El hecho de que el herpes genital no tenga cura, que sus síntomas resulten tan molestos y que algunas complicaciones sean tan graves nos debería hacer reflexionar sobre la importancia de la prevención. ¿Cómo? Utilizando preservativo aunque tu pareja sexual sea asintomática.
En caso de que tu pareja sexual esté sufriendo un brote de herpes, es mejor no mantener relaciones sexuales genitales ya que el virus puede transmitirse a partir de zonas colindantes a los genitales con llagas. Puedes sustituir la penetración, el sexo oral y el sexo vaginal por la masturbación, manteniendo en todo momento una correcta higiene e incluso utilizando preservativos de dedos.