¡Qué levante la mano quien esté comiendo sólo comida sana durante la cuarentena! Me lo imaginaba, ninguna… Es completamente normal sentirnos agobiados, y muchas veces la ansiedad va de la mano de los atracones a base de alimentos basura. Sin embargo, esta tendencia a comer más de la cuenta puede esconder un mensaje bastante dañino: gordofobia.
Prácticamente todo el mundo ha escuchado a algún amigo decir que "va a salir la cuarentena rodando" o ha visto en redes sociales memes y tweets supuestamente humorísticos relacionados con el peso y la comida. A priori este tipo de mensajes parecen inofensivos, pero en realidad reflejan prejuicios de lo más tóxicos respecto a la gordura.
Alberto Velasco (actor, director, coreógrafo y bailarín) lanzó un poderoso mensaje en su Instagram dejando clara su postura al respecto: "dejad de decir que vais a salir como una bola de la cuarentena porque a los que somos una bola durante todo el año nos hace pensar que nos tenéis un poco de fobia". Su reflexión acumula ya más de cuatro mil me gustas y ha sido compartida por cientos de personas en redes sociales.
Por su parte Alicia, de 22 años, está pasando la cuarentena en Bilbao y se suma a esta reivindicación. "Es un coñazo ver a todo el mundo repitiendo una y otra vez que van a engordar 10 kilos como si fuese el fin del mundo. Vamos a ver, yo tengo sobrepeso desde hace años porque mi relación con la comida siempre ha sido horrible, y esto me hace sentirme como una mierda". "Parece que lo peor que te puede pasar en medio de una pandemia potencialmente mortal es que te salgan michelines. Me parece de tener una empatía nula", afirma.
Tal vez deberíamos aprovechar estas semanas para revisar nuestros prejuicios y dejar de ver el adjetivo “gordo” como algo peyorativo. Igual que hay personas altas, bajas, rubias, pelirrojas, morenas o delgadas, también gordas, y no es necesario utilizar eufemismos. Lo que sí hace falta es dejar de cuestionar la salud o el atractivo de quienes no tienen un cuerpo normativo.
"El otro día hice una videollamada con mis amigos. Me levanté para coger un refresco y uno de ellos me dijo que mejor cogiese agua, que con la excusa de la cuarentena estaba creciendo a lo ancho, pero que me lo decía con cariño por mi salud. Literalmente esas fueron sus palabras. Me quedé helado", confiesa indignado Luis, un estudiante de ingeniería informática de 24 años residente en Madrid.
"A mí esto me molestó mucho. Primero porque yo ya tengo un espejo en mi casa y sé que mi cuerpo no es el mismo que hace un mes. Y después, porque no le dijo nada parecido al resto. Otro de mis amigos se estaba comiendo una pizza que acababa de pedir. Como él es delgado, su salud no importa, pero como yo he engordado, parece que soy un asesino por beberme una Coca Cola. Estoy harto de la gordofobia durante la cuarentena", añade Luis.
Estamos atravesando una situación completamente excepcional, y la mejor forma de mejorar nuestra relación con la comida es dejar de culpabilizarnos cuando comemos algo que no es sano.
Se ha demostrado que las dietas prohibitivas y los hábitos de salud demasiado estrictos aumentan la probabilidad de tener atracones, ansiedad y problemas alimenticios.
“He hecho dietas desde los 10 años, que fue cuando mi madre me llevó al endocrino por primera vez. Me daban un menú de 1200 calorías que tenían fotocopiado en el cajón y me mandaban para casa. Al final acababa con un estrés que hasta me arrancaba el pelo. Por la noche iba a la cocina y me comía hasta la pasta cruda. Era una sensación de ansiedad brutal”, comparte Vicky, una chica de 23 años que decidió empezar a ir al psicólogo para mejorar su forma de entender la alimentación.
Dadas las circunstancias, ahora mismo la terapia es por videollamada, pero aun así agradece cada sesión porque le permite vivir esta cuarentena sin culpa ni ansiedad: "si un día me apetece comerme una hamburguesa XXL, pues lo hago. Mejor eso que andar restringiéndome durante cuatro días, y al quinto en vez de comerme una hamburguesa, me como tres con extra de bacon, patatas fritas y helado para rematar".
Cuando pensamos en la salud, siempre omitimos la parcela psicológica. El peso es sólo eso, kilos en la báscula. No refleja ni nuestra salud, ni nuestra agilidad, ni nuestra resistencia, ni nuestra felicidad. Se puede ser atractivo con 45 kilos o con 90.
Finalmente, la única persona que debe asesorarnos es nuestro médico o nuestro psicólogo, y siempre desde la educación y el respeto. Cada persona tiene su contexto y aunque sea un familiar, amigo o pareja, no tenemos derecho a juzgar su cuerpo ni a darle consejos que no ha pedido.