La primera vez que tuve un ataque de ansiedad tenía unos ocho o nueve años, pero no fui al psicólogo por primera vez hasta los diecisiete. Años después, mi ansiedad fuera de control me llevó a compensar mi malestar a través de la comida y empecé a darme atracones. No fue hasta los veintisiete que comencé a tratar los atracones específicamente y reanudé la terapia.
Gracias a trabajar junto a un psicólogo he conseguido muchísimas cosas, aunque, para mí, la mejor de todas ha sido conocerme mejor a mí misma. Saber qué siento, por qué lo siento, qué necesito y, lo más importante, cómo actuar cuando aparece la ansiedad.
Todo lo que voy a contar aquí se basa en mi experiencia personal y mis propias conclusiones, no aplicables a otras personas, ya que cada uno tiene que hacer el esfuerzo de conocerse y entenderse a sí mismo y sacar sus propias conclusiones, ya que lo que sirve para uno no tiene por qué servir para otro.
Ante un mismo estímulo, cada persona reacciona de una manera diferente. Unos se asustan, otros se enfadan, otros se ponen tristes, otros se ríen... En mi caso, los cambios y las situaciones muy descontroladas me asustan. Me asustan más de lo que asustarían a cualquiera, por eso aparece la ansiedad. Porque no sé qué hacer o porque me siento insegura y no hago nada pero mi cabeza no para de decirme "tenías que haber hecho esto, tenías que haber hecho lo otro"...
Al aparecer la ansiedad, aparecen también otra serie de cosas que hago "queriendo" y otras que hago "sin querer". Por ejemplo, cuando tengo ansiedad no soy consciente de que me llevo las manos a la boca y me muerdo las uñas, pero sí soy consciente de que me entra una sensación que yo denomino "hambre" porque es como un vacío en el estómago. Por eso mi respuesta automática es comer: porque con la ansiedad necesito tener las manos ocupadas y porque creo que tengo hambre.
Luchar contra estos comportamientos tan mecanizados en mi vida me ha costado mucho, y aún me sigue costando bastante en momentos puntuales. Y esto era antes, cuando nuestras vidas eran "normales". Ahora que estoy encerrada en mi casa con permiso para ir al supermercado y teletrabajando frente a unas increíbles vistas de la cocina todo está siendo más complicado.
Estamos acojonados. Nunca habíamos vivido una situación como esta y, aunque no lo queramos reconocer o intentemos disimularlo, en el fondo TODOS tenemos miedo. Y eso es normal. Estamos en cuarentena por un problema de salud tan grande que ha paralizado gran parte del PLANETA. Que es muy fuerte.
Total, que teniendo en cuenta que soy una persona que se asusta fácilmente, que le da muchas vueltas a la cabeza (otro de los efectos de la ansiedad es entrar en bucles de pensamientos negativos, o lo que comúnmente se denomina "rayarse") y que gestiona su ansiedad saliendo de casa y pasando tiempo con gente... ¡Estoy bastante j*dida!
Eso sí, desde el primer día de mi encierro fui consciente de que esto no iba a ser fácil para mí, así que me puse las pilas desde el minuto uno. Precisamente porque he ido al psicólogo y he aprendido a conocerme y entenderme, sé lo que me genera ansiedad y puedo prepararme para ello.
Lo que a mí me está sirviendo en este momento de cuarentena por el coronavirus es, lo primero, ser consciente de la realidad: estoy encerrada y voy a estar así mucho tiempo. Esto hace que me enfade momentáneamente y en cuanto se me pasa el enfado acepto la realidad y sigo adelante. No me engaño a mí misma porque, en mi caso, a largo plazo es peor.
Si sé que la comida es mi punto débil, tengo que ponérmelo fácil. Para ello, he seguido adelante con el plan de alimentación con el que llevaba ya varias semanas trabajando junto con la psicóloga que me estaba llevando actualmente. Sigo adelante con él porque tengo dos cosas claras: comer bien me ayudará a estar sana y a tener buenas defensas; y comer bien evitará que engorde. Porque engordar me hace sentir mal y sentirme mal me genera ansiedad.
Para conseguir comer bien, evito comprar comida basura o no adecuada para mí en el supermercado. Aunque también me he vuelto permisiva con aquello que sí es bueno para mí. Vamos, que si me apetece salmón, me lo compro, aunque sea más caro. Porque, chica, yo también quiero caprichos, y al final tres paquetes de bollería salen más caros que una bandejita de un pescado que me apetezca. ¡Me tengo como una reina!
Y lo hago porque, en una situación como esta, el autocuidado es esencial. Para mí es importante seguir aseándome, seguir haciendo ejercicio (aunque hago menos), seguir hablando con mis amigos y con mi familia, seguir trabajando (trabajar me está sentando de maravilla), seguir descansando (las siestas de los findes se mantienen) y hasta seguir ligando por Tinder.
Mantener una rutina, para mí, es crucial. Y cumplir tareas, aunque esa tarea sea lavarme el pelo. Además de socializar, claro. Estamos encerrados, pero no incomunicados.
En Yasss contamos con una plantilla genial, somos todos simpatiquísimos, divertidísimos y, además, más listos que un gato callejero. Nuestra psicóloga y sexóloga María Esclapez nos ha dejado una serie de consejos para cuidar tu salud mental durante la cuarentena.
Crear una rutina y cumplirla en la medida de lo posible, porque si te dejas llevar por el ocio todo el día, al final el ocio se vuelve aburrido, y entonces, ¿qué te queda?
También recomienda María cambiar de espacios en casa. No trabajar en tu dormitorio, aprovechar el tiempo en la cocina (¡Es el mejor momento para probar nuevas recetas, ahora no tienes excusa!), ¡salir de la cama! No descuidar las tareas del hogar, ya que ahora tu casa es el sitio donde más tiempo vas a pasar.
Y yo añadiría el deporte o los tiempos de desconexión. No abusemos de las redes sociales y de estar conectados 24/7, porque eso significará que nuestras cabezas no descansarán del coronavirus. El deporte nos vendrá genial para mover nuestros cuerpos, que ahora están mucho más parados, y los tiempos de desconexión pueden ser aprovechados para meditar, leer, escuchar música o podcasts... y así pensar en otras cosas.
Por último, pero creo que es muy importante, no te agobies a ti mismo. Si necesitas activarte y hacer algo, hazlo. Si necesitas parar y llorar un poco, hazlo también. Es importante entender que estamos en un confinamiento sanitario, el fin último es frenar un virus. No estamos en unas vacaciones para hacer siete maratones de series y leerse cincuenta libros. Anímate a hacer cosas, pero no te agobies ni sobrecargues con cosas que deberías estar haciendo y no te apetece hacer pero ves a todo el mundo haciendo cosas y tú te agobias.
Si tienes ansiedad, ahora es imprescindible que priorices tus necesidades y te preocupes por ti misma/o lo primero. Para y piensa qué necesitas, qué tienes que hacer y cómo puedes organizarte. Como diría La Oreja de Van Gogh, ¡tú cuídate!
Por cierto, los psicólogos siguen trabajando. Si sientes que la situación te supera, ¡pide ayuda! En Yasss tenemos dos psicólogas, María Esclapez y Marina Pinilla. Pero hay otros muchos profesionales ofreciendo su ayuda a través de las redes sociales o Skype.