Amor bomba de verano: cómo gestionarlo para no perder la cabeza en el intento
El amor es más intenso en verano y nos puede volver un poquito locos
Lo duradera y feliz que sea una relación no depende del momento del año en el que surja, así que deja de pensar que tu amor de verano tiene fecha de caducidad
Aunque el amor puede surgir en cualquier estación del año, el verano predispone de alguna forma a que se encienda la llama: pasamos más horas en terrazas, anochece más tarde, salimos más de fiesta, tenemos más tiempo libre, nos proponen más planes, etc. Los festivales, las vacaciones y las cervezas hasta las tantas de la madrugada son el caldo de cultivo perfecto para conocer personas nuevas, y a veces entre esas personas se puede esconder alguien especial. Gestionar un amor bomba de verano no es sencillo y por eso hoy vamos a darte las pautas para que no pierdas ni la cabeza ni el corazón en el intento.
Las dos caras de los amores bomba de verano
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Por un lado, las relaciones que surgen en verano suelen ser muy intensas y están cargadas de emoción. Los meses de calor predisponen al ocio, así que inevitablemente surgen muchos planes con esa persona especial. Conciertos, escapadas románticas, tardes eternas en la playa… Todos estos momentos quedan grabados a fuego en nuestra memoria y son vividos con pasión desmesurada.
El problema es que tendemos a idealizar los amores bomba de verano. Conocer a una persona lleva tiempo, a veces incluso años. Sin embargo, endiosamos a nuestra pareja creyendo que es la más lista, la más divertida y la más buena. Colocamos a nuestro nuevo amor en un pedestal tan alto que ante el más mínimo defecto nos sentimos decepcionados.
Por otro lado, el propio nombre de “amor de verano” implica que tiene fin, aunque no siempre se cumpla esta regla.
Fecha de caducidad, ¿sí o no?
Como decíamos, normalmente consideramos los amores bomba de verano como algo pasajero, pero no siempre es así. Juega un importante papel el fenómeno psicológico conocido como “profecía autocumplida”. Cuando se nos mete en la cabeza que algo va a suceder, empezamos a actuar de tal forma que precipitamos que eso suceda. Si hubiésemos actuado de otra forma o si hubiésemos dejado que el azar decidiese, tal vez las cosas habrían salido diferentes, pero con nuestras creencias y nuestra conducta hemos desviado nuestro futuro hacia un polo y no hacia el otro.
Para entender esto mejor, vamos a imaginar una situación ficticia, pero con la que probablemente te sentirás identificado:
Lidia y Juan se conocieron en una fiesta en junio y conectaron, así que al final de la noche se intercambiaron sus teléfonos. Durante un par de semanas hablaron constantemente hasta que en julio decidieron quedar en persona los dos solos. Se gustaron y cada vez quedaban más a menudo. Los sentimientos afloraron, no era solo sexo. En agosto llegó el primer “te quiero” y cuando Lidia y Juan lo hablaron con sus respectivos amigos, éstos le dijeron que estaban locos. Lidia estaba pasando el verano en la ciudad, pero en septiembre se volvía a su ciudad que quedaba en la otra punta de España, muy lejos de Juan.
Tras hablar con sus amigos, empezaron a pensar que la relación estaba destinada al fracaso. Cada vez que quedaban no podían evitar pensar “¿para qué tanto esfuerzo si al final esto se acabará?” y la ilusión con la que empezaron poco a poco desapareció. Dejaron de quedar tan a menudo y cuando Lidia volvió a su ciudad, perdieron el contacto. ¿Habría sucedido lo mismo si en vez de pensar que iba a acabar, hubiesen pensado que la relación tenía futuro?
Las posibilidades de éxito de una relación no dependen del momento del año en el que surja, sino de la compatibilidad de la pareja, el esfuerzo que ponen para que prospere y las ganas de seguir conociéndose. Hay relaciones que parecen perfectas para durar pero que acaban, y relaciones en las que cada uno vive a cientos de kilómetros de distancia, pero aun así son capaces de superar los obstáculos. Todo depende de la actitud con la que afrontamos las vicisitudes del amor.
Si la cosa no va bien, no te aferres al pasado
Si pese a todos tus esfuerzos la relación no va bien y notas que la otra persona no se está esforzando en mantenerla a flote, no te aferres al pasado y sigue con tu vida. A veces justificamos lo injustificable porque nos da miedo reconocer que nuestra pareja no está tan enamorada como nosotros. En consecuencia, aguantamos muestras de desinterés y faltas de respeto que nadie debería aguantar. Si no se preocupa por ti, ignora tus necesidades y te hace sentir angustiado o angustiada respecto a la relación, ponle fin.
Si alguien no te quiere de la forma en la que a ti te gustaría, lo mejor es ser egoísta y cortar el contacto hasta que superes el desamor. Intenta estar ocupado, queda con tus amigos e invierte tiempo en tus hobbies para no pensar en tu ex. Con el paso de los meses recordarás ese amor de verano como algo precioso que tuvo final, pero que aun así te dio momentos bonitos. Quédate con eso.