No falla, cada vez que vas al médico a hacerte una analítica o a ponerte una vacuna la vista se te emborrona, los oídos se te taponan y sientes que en el momento menos pensado te vas a desplomar contra el suelo. En consecuencia, la frase “túmbame en la camilla que me mareo” es tu mantra en cada revisión.
Al echar la vista atrás no te acuerdas de cuándo comenzaste a marearte con las inyecciones, pero tienes un montón de anécdotas que tus padres no dudan en recordarte. ¿Es posible dejar de marearte? ¿Por qué sucede esto? ¿Cómo es posible que algunas personas sean más sensibles a las inyecciones que otras? Hoy resolveremos todas estas dudas y te daremos la solución definitiva para tus mareos.
Lo que te sucede tiene nombre: fobia a las inyecciones. Seguramente ya lo sabías, pero lo que desconoces es el motivo por el cuál esta fobia provoca la sensación de debilidad, los mareos e incluso desmayos.
En el resto de fobias –por ejemplo, a volar, a los animales, a los ascensores, etc.– la respuesta física ante el estímulo que da miedo es la siguiente: te pones nervioso, se te aceleran el ritmo cardíaco y la respiración, y gradualmente vuelve a su estado normal. En cambio, en la fobia a las inyecciones se produce lo que se denomina patrón bifásico. Este nombre tan extraño significa que primero se te acelera mucho el ritmo cardíaco y que después tiene una bajada muy brusca.
Como decíamos antes, en el resto de fobias nuestro pulso vuelve a la normalidad poco a poco. En el caso de las personas con pánico a las agujas baja muy rápidamente, provocando la bajada de tensión, el mareo y el posible desmayo.
Ahora sabes lo que te pasa a nivel físico, pero hay una pregunta más… ¿Por qué tú tienes un patrón bifásico y tu amigo nunca se marea?
Es muy difícil encontrar el origen de las fobias porque cada persona es un mundo, pero normalmente este tipo de miedos se adquieren de varias maneras:
Para evitar la fobia a las inyecciones lo mejor es explicar a los niños desde bien pequeños lo que van a experimentar al ponerse una vacuna. ¡Ojo! No puedes decirle que va a sufrir muchísimo, pero tampoco puedes decirle que no va a sentir nada.
Una forma de explicarle la situación es decirle que notará un pequeño pinchazo pero que con la inyección están entrando un montón de soldaditos para protegerle de muchas enfermedades. Lo importante es adaptar la información a su edad para que vea las vacunas como algo positivo.
El problema es que a veces es demasiado tarde y no podemos evitar la adquisición de esta fobia. Si este es tu caso, no te preocupes. Hay solución.
Los psicólogos día a día trabajamos con fobias y el pánico a las inyecciones no iba a ser menos. Para este tipo de problema se utiliza la tensión aplicada de Öst, una técnica muy sencilla pero eficaz para las personas que se marean en cuanto ven una aguja.
Para explicar la tensión aplicada de Öst vamos a ponernos en situación. Pides cita en el médico para hacerte un análisis de sangre o para ponerte una vacuna. También es útil si te vas a hacer un tatuaje o un piercing y te da miedo, o si en el dentista te van a anestesiar. Lo importante es que haya una inyección o aguja de por medio.
Llegas a la consulta y le pides que te tumbe para evitar caídas y para que estés más cómodo, ni más ni menos. Poco a poco podrás exponerte a una inyección sentado, pero mejor aprender a gatear antes de correr.
El médico/dentista/tatuador saca la aguja. ¿Ahora qué?
Puedes practicar en casa la técnica de tensión aplicada de Öst.
En primer lugar, al tensar y destensar los músculos del cuerpo estás contrarrestando la bajada de ritmo cardíaco característica del patrón bifásico que hemos explicado antes.
En segundo lugar, al aplicar la técnica estás concentrándote en la tensión y relajación de todos los músculos de tu cuerpo, ignorando el brazo en el que están pinchándote. Sirve como una distracción.
En tercer lugar, aprendes a identificar sensaciones corporales y a relajarte en profundidad, algo muy útil para evitar la ansiedad en situaciones estresantes.
Ahora que ya conoces la técnica ponla en práctica y no te sientas mal si alguna vez te mareas, es normal sufrir altibajos en el proceso. Si no puedes gestionar la situación por tu cuenta, pide cita con un psicólogo profesional.