El cannabis es la droga ilegal más consumida en España. Es fácil de conseguir y barato, una combinación que explica su popularidad. Además, sus riesgos para la salud se minimizan, lo que proporciona una sensación de seguridad a quienes fuman cannabis regularmente. Y comparado con los efectos de otras drogas y el tiempo que permanecen en nuestro cuerpo, podría parecer que sale ganando, pero no es cierto.
Pensamos que es una sustancia segura porque “es natural”. Que trata la ansiedad, cuando en realidad solo alivia el síndrome de abstinencia provocado por la propia droga. Que es mejor que el tabaco, a pesar de que el cannabis contiene carcinógenos y al ser las caladas más largas y profundas, aumenta la probabilidad de que se depositen en las vías aéreas. Y como estos, nos creemos a pies juntillas otros mitos, convenciéndonos de que es una droga inofensiva para la salud.
Cuando hablamos de cannabis, nos encontramos dos tipos de reacciones: las que lo idealizan y las que lo demonizan. Ambas son irreales y provocan desconocimiento sobre el cannabis.
En el primero de los casos, los argumentos se centran en que el cannabis es inocuo, exagerando sus beneficios e ignorando todos los riesgos del consumo. ¿Beneficios? Sí, los hay. Algunos subjetivos, otros demostrados por la ciencia. Por ejemplo, se ha asociado el consumo de marihuana a una mejor vida sexual. La razón es que bajo los efectos de esta droga estamos más desinhibidos y disfrutamos más. No es que nos convirtamos en dioses del sexo, es que el cannabis apaga una parte de nuestro cerebro y no le damos tantas vueltas a si estaremos haciéndolo bien o mal. Simplemente disfrutamos. Sin embargo, lo lógico e ideal sería no depender de una droga para disfrutar del sexo.
También se ha demostrado que el cannabis mejora el dolor crónico, alivia los efectos de la quimioterapia y puede ser un tratamiento prometedor para la epilepsia. Por eso en algunos países su uso regulado es legal.
Sin embargo, los beneficios del cannabis no anulan sus riesgos. Riesgos entre los que se encuentran el cáncer de pulmón, de testículo o de vejiga, las patologías pulmonares o los accidentes cardiovasculares. Además, no todo el cannabis comercializado es de idéntica calidad. La venta de marihuana con moho expone al consumidor a inhalar miles de esporas microbianas peligrosas para la salud, aumentando el riesgo de infección pulmonar, que ya es alto de por sí.
¿Significan estos riesgos que el cannabis es lo peor de lo peor? No. Significa que es peligroso para nuestra salud, pero también lo son el alcohol, la nicotina o las benzodiacepinas, salvo que éstas últimas son drogas legales.
Hasta ahora hemos mencionado algunos de los riesgos físicos científicamente demostrados, pero hay secuelas del consumo de marihuana que son silenciosas a la vez que duraderas. Se trata de los efectos secundarios sobre la salud mental.
Estos efectos secundarios se pueden dividir en tres categorías:
Algunas de estas secuelas son pasajeras. Por ejemplo, la irritabilidad, la ansiedad o la depresión. Tras varias semanas sin consumir, el cerebro se comienza a regular poco a poco volviendo a la normalidad. El problema es que otras alteraciones son permanentes, tal y como ha revelado a comienzos de año un estudio de la Universidad de Montreal.
La investigación ha encontrado un deterioro crónico en la toma de decisiones, inhibición de conductas inapropiadas, aprendizaje, memoria y tiempo de reacción de personas que consumen cannabis, sobre todo si lo hacen regularmente. “El estudio ha permitido demostrar qué capacidades cognitivas se deterioran por el consumo de cannabis, incluyendo problemas de concentración y dificultades para recordar y aprender, lo que puede provocar un impacto importante en la vida de los consumidores”, afirmaba Alexandre Dumais, autor principal del estudio, alertando también de las repercusiones de estos riesgos en adolescentes y adultos jóvenes.
Esta investigación confirma lo que desde hace años se venía advirtiendo: que el cannabis no es inofensivo y que sus efectos no se limitan al momento del consumo. Semanas, meses y años después se siguen sufriendo las secuelas de la droga.