Si vivir el encierro provocado por una pandemia es una experiencia extraña para todos, cuando esta situación excepcional te pilla estudiando en el extranjero, todavía más. Los estudiantes erasmus que pasan la cuarentena en España no olvidarán este curso, aunque no por los motivos que imaginaban.
Hablamos con cuatro de estos chicos y chicas que, ante la escalada de la pandemia, y sin saber cuánto iban a dudar las medidas, se quedaron en nuestro país. La Universidad y las asociaciones de estudiantes han mantenido un contacto permanente con ellos. Es el caso de la ESN, la Erasmus Student Network, que se ha asegurado que estos estudiantes no se sientan solos.
Clarissa Strolighi es de Roma. Tiene 24 años y estudia Ciencias lingüísticas, literarias y traducción en la Universidad Autónoma de Madrid. Reconoce que, cuando decidió quedase en España, "no esperaba que la cuarentena fuera tan larga y tan restrictiva. Cuando empezó el brote, mis amigos y yo estábamos bastante tranquilos y seguíamos viviendo nuestra vidas. Hoy, mientras contesto estas preguntas, es el día de encierro número 43 y sigo todavía en el piso con mis compañeras de piso". Su familia le pidió que analizara bien la situación y los riesgos, que entendiera bien cuál eran las posibilidades que ofrecían las universidades y cómo funcionaba el programa Erasmus: "Me pidieron que respetara las restricciones, las normas de higiene y todas estas cosas de las que se preocupan los padres, como es norma".
Para llevar mejor el encierro, una amiga se mudó a su piso Clarissa y, según nos explica, se ha vuelto una compañera de piso más: "El día a día no está tan mal: madrugo todos los días, estudio cocino, entreno, veo películas proyectadas (gracias, viejo compañero de piso por dejarte el proyector). Así todos los días. Es monótono, pero me llena".
Esta situación excepcional también le está enseñando cosas sobre las relaciones con otras personas y con ella misma. "Quiero salir de aquí cambiada, a mejor. La convivencia y el encierro no son siempre fáciles, pero te forjan de alguna manera. Espero que todos salgamos de esta situación con mayor capacidad de análisis, y que seamos más capaces de darle importancia a lo que realmente la tiene", explica.
Federica Amicucci también ha venido a estudiar desde Roma; tiene 25 años, aunque "aún me piden el DNI para entrar en las discotecas", bromea. Federica reconoce que quedarse en Madrid ha sido una de las decisiones más difíciles que ha tomado en su vida, pero que la tomaría de nuevo. Lleva en la capital desde septiembre y confiesa por qué: "como Madrid era, y sigue siendo, la zona más afectada de España, no quería poner en riesgo a mi familia. Además, si volvía a Italia, y como no tengo nacionalidad ni residencia española, no sabría cuándo hubiera podido volver". Aunque después de casi cincuenta días de cuarentena empieza a extrañar mucho a su familia 8la última vez que los visitó fue hace tres meses y, si esto continúa, no regresaré hasta julio), ha empezado a apreciar aún más todo lo que han hecho y siguen haciendo por ella, la educación que me le han dado y, pese a todo, la gran oportunidad de venir a España de Erasmus.
Sus amigos, tanto españoles como italianos, la han ayudado a recuperar un poco "ese toque de normalidad que en el último período había perdido, y nos ayudamos mutuamente pensando en los próximos viajes que vamos a hacer, y jugando a juegos online para sentirnos menos solos. Y se lo agradezco mucho, incluso si a veces se rallan conmigo porque desaparezco y no contesto a los mensajes. A veces me siento un poco perdida y quiero desconectarme un rato del móvil porque entre estudio, videollamadas y clases siempre estoy pegada a una pantalla, y me estoy quedando ciega", bromea.
Adrián Jarrín es estudiante de un MBA en la escuela de negocios EAE Business School, además de miembro activo y colaborador de Erasmus Student Network de la URJC. En su caso, la distancia con su lugar de origen es mayor: es de Ecuador. Tiene 28 años y en su país estudió Mecánica Automotriz. "Mi familia al principio estuvo preocupada y tampoco sabia si quedarme aquí era una buena decisión o no", recuerda. "Al final decidí quedarme porque pensé que el confinamiento no iba a durar mucho. Ahora, viéndolo en perspectiva, tal vez hubiera sido una mejor decisión regresar a Ecuador y seguir las clases en línea desde allí, para ahorrarme gastos de alquiler, alimentación, etc".
También explica que nunca había tenido clases online y considera que no es que no cumplen mi expectativas pero que "el aprendizaje es mucho menor y la calidad del máster que estoy cursando ha bajado considerablemente". Aunque cuando llegó a Madrid pensó en alquilar un piso para él solo, ahora cree que "vivir en un piso compartido ha sido un acierto, ya que en estos momentos de encierro es un alivio compartir con otros estudiantes el día a día, que es muy rutinario y monótono. Por las mañanas tengo clases, por las tardes hago deberes y trabajos grupales; además adelanto mi TFM. Después busco distraerme con ejercicio y practicando boxeo en mi habitación".
En una situación similar está Gianni Filograsso, de 21 años y estudiante de mediación lingüística. Decidió quedarse porque quería "seguir con esta experiencia en España, aunque sabía perfectamente que no podría hacer muchas cosas que estaba haciendo antes de la cuarentena". También comparte piso, y confiesa que "las primeras semanas, mis días consistían en comer todo lo que me daba la gana, relajarme en el sofá o en la cama, ver la tele, escuchar música… Pero después de un mes, me di cuenta de que no podía seguir perdiendo el tiempo sin hacer nada en todo el día. Ahora como sano, entreno, estudio y pruebo recetas nuevas".
¿Están las universidades pendientes de las necesidades de sus alumnos internacionales? Adrián considera que no les han brindado la respuesta ni la ayuda requerida: "tan solo el viernes pasado (24 de abril) terminaron de enviarnos la comunicación oficial con las respuestas a todas las dudas que han surgido respecto a los exámenes de este cuatrimestre, las prácticas obligatorias que debemos realizar para concluir el máster, el TFM… Las fechas concretas siguen sin estar claras". Además, añade que tampoco han tenido hasta el momento respuesta alguna a la solicitud de compensación económica que esperamos los estudiantes frente a esta situación que, si bien es externa y nos perjudica a todos, ha hecho que recibamos formación online cuando hemos pagado por estudios presenciales"
A Federica tanto la UAM como su universidad de origen, La Sapienza, le han enviado correos para saber si quería seguir estando aquí o volver a casa. "Tengo que decir que, sobre todo con unas asignaturas, no ha sido muy fácil adaptase a las clases online. El lío más grande es que unos profesores no quieren hacer clase en vídeo, así que tenemos que estar todos conectados a la misma hora en una plataforma para ver lo que muestra el profesor con diapositivas y seguir así dos horas sin enterarnos de nada". En la parte positiva, Federica matiza que no en todas las asignaturas pasa esto y a veces el hecho de tener clases online es supercómodo, porque "podemos asistir desde la cama, en pijama y despertarnos diez minutos antes. Además, el hecho de las clases online me permite también asistir a las clases de asignaturas en la universidad italiana y así adelantarme con los estudios".
Clarissa también aprovecha para dormir un poco más: "si tienes clase a las nueve, puedes levantarte a las ocho y media y te da tiempo a desayunar. Me ahorro ir a Cantoblanco (estudio en el campus de la UAM y cada día tardaba casi una hora en llegar). No obstante, el problema es que no todos se han hecho con la idea de que no estamos de vacaciones, y que si bien estar en casa significa tener más tiempo a nuestra disposición, eso no significa haya que dedicarlo por entero a la universidad. Algunos lo han entendido, han sido más empáticos y se han preocupado de reducir la carga, o por lo menos de no agobiar a los alumnos. Otros, al contrario, han pensado que lo mejor para seguir con su plan de estudios y no verlo afectado, era darnos pilas y pilas de documentos para leer y estudiar", explica.
Clarissa espera visitar pronto todos los rincones que extraña y "andar, andar, andar sin destino y sin límites de tiempo, hasta que me duelan las piernas" cuando el fin del confinamiento sea haga efectivo. Quizás acompañada por Federica, que quiere volver a "ver los magníficos atardeceres rosados que Madrid ofrece para después abrazar, reír y llorar con todos mis amigos (tal vez tomando una cervecita), intentando recuperar ese Erasmus del que una jodida pandemia se ha apropiado".
Finalmente, Gianni y Adrián comparten también objetivo: el parque del Retiro. "Quiero dar un paseo al aire libre, luego tumbarme en la hierba, tomar el sol y quedarme allí todo el día", desea el primero. Adrián espera poder hacer pronto "ejercicio al aire libre y disfrutar del clima que ya viene, compartir el tiempo con amigos y, en cuando pueda, viajar y conocer muchos más lugares de España y de Europa".