Posiblemente sea una de las sensaciones más angustiosas que podamos experimentar, comencé a quedarme ciego de golpe y sin previo aviso mientras trabajaba. Al final solo fue un buen susto, pero te cuento qué es y cómo debes actuar por si te pasa alguna vez a ti también.
Era una mañana de trabajo normal, comenzaba mi jornada poniéndome al día con peticiones de informes y contestando mails. La verdad es que no somos conscientes del ritmo de trabajo que asumimos en nuestro día a día hasta que nos paramos a analizarlo, en mi caso soy de los que no puede tener ni un mail sin contestar.
Tras una hora de trabajo, más o menos, comencé a notar sin previo aviso que las letras de mis pantallas comenzaban a juntarse y a convertirse en orugas de negritas ilegibles. El televisor que tengo a mi izquierda comenzó a tornarse en una máquina que lanzaba destellos en forma de manchas de colores. En ese momento empecé a agobiarme un poco. Tenía dos opciones: o me dejaba llevar por el agobio y montaba un cirio o me controlaba e iba al médico de empresa.
Finalmente opté por ir al médico de empresa sin alarmar a nadie. Tras una primera revisión de mi tensión ocular y tras percatarse de que todo era normal me derivó al hospital más cercano para una revisión en profundidad. Para cuando llegué a admisión del Ramón y Cajal no era capaz de distinguir las caras de la gente con la que hablaba. La amable mujer que me atendió en admisiones tenía por cara ese filtro de Instagram que te despoja de nariz, ojos y boca. Como podéis imaginar en ese momento yo ya estaba pensando que algo grave me estaba pasando y estaba haciendo inventario mental de cómo quedaría repartida mi herencia.
Cuando pasé a la consulta de la oftalmóloga comencé a ver luz al final del túnel (nunca mejor dicho). Desde el principio fue muy tranquilizadora ya que supo diagnosticar de inmediato lo que me ocurría. Tras las exhaustivas pruebas correspondientes constató sus sospechas, había sufrido un espasmo acomodativo idiopático. Sé que a pensaréis que suena a que me voy a quedar ciega y a que me quedan dos días ¡pero no! Es muy común y a ti que me estás leyendo en tu móvil también te puede pasar.
Se trata de un fenómeno de contracción del músculo ciliar que provoca un exceso de acomodación en nuestra visión que se traduce en una miopía repentina y transitoria. Básicamente mi mezcla de estrés y sobreexposición a pantallas de todo tipo me había dado un toque de atención. Esta afección no tiene tratamiento y no es grave, simplemente debes descansar y desconectar de ordenador, móvil, tablet, televisión...
Además, siento deciros que somos el grupo de edad favorito de este espasmo, jóvenes multitarea sin un segundo para nada. En mi caso tras una larga siesta ya me encontraba mucho mejor y al día siguiente, fíjate si estoy bien que te estoy contando esto.
No sé vosotros, pero yo tengo claro que no hay ningún trabajo que merezca una ceguera, como me dijo una de mis jefas ayer. Intentad tomaros las cosas con calma, controlad la exposición a las pantallas que nos rodean y ya sabéis, si un día sois miopes de golpe no es que os esteis muriendo. Respirad y acudid a vuestro hospital más cercano para confirmar que vuestros ojos están en huelga por estrés. Es un consejo de un millennial que aprecia mucho su vista como para perderla por un trabajo.