Desmayarse con la sangre o con una inyección, si bien no es muy agradable, es más común que perder el conocimiento cuando te duele algo. Por suerte, este problema tan aparatoso es totalmente benigno y psicológico, al menos en mi caso. Se trata de un trastorno fóbico llamado "fobia a inyecciones-sangre-daño" y yo tengo el pack completo. Primero empecé a desmayarme con las vacunas, después con la sangre cuando me hacía alguna herida un poco bestia, y finalmente acabé desplomándome en el suelo por un dolor de ovarios. ¿Cuál es la causa de los síncopes? ¿Se puede solucionar este problema? Hoy, mezclando la perspectiva profesional y personal, responderé a esta preguntas.
Cuando la gente se entera de que soy psicóloga suele dar por hecho que estoy sanísima psicológicamente. "Ay, si ellos supieran...", pienso yo. Hay un pequeño problemilla que no he llegado a dominar del todo y es mi fobia a las inyecciones, la sangre y el dolor, y hoy vengo a contar en qué consiste.
No recuerdo muy bien cuando me desmayé por primera vez, pero imagino que con 7 años más o menos en alguna de las vacunas típicas de la edad. En ese momento empecé a desarrollar una fobia muy grande hacia las agujas y el hecho de saber que me iban a poner una inyección me generaba muchísima ansiedad.
Un día, más o menos en 4º de primaria, estaba jugando en el patio del colegio y me caí contra la arena. Me hice un raspón importante en el brazo y empecé a sangrar. Esto es totalmente normal si eres un niño pequeño y tienes el culo inquieto, pero al ver la sangre brotar empecé a ponerme pálida. Me mareé y después me desmayé. Los profesores se asustaron y llamaron a mis padres.
Desde ese momento cada vez que alguien sangraba no me dejaban ni mirar, y mi vena morbosa se enfadaba. "A ver, que me desmayo con mi sangre, ¡no con la de los demás!", pero a los mayores les daba igual. Ese líquido rojo tenía que permanecer alejado de mí. Primer error: para superar una fobia tienes que exponerte a ella.
Un día en clase de biología, no sé si en el colegio o en el instituto, nos hicieron una prueba para ver nuestro grupo sanguíneo. Tenían que pincharnos con una aguja minúscula en el dedo y luego analizar la sangre. Efectivamente, me desmayé.
Pese a mi mala relación con la sangre, lo que de verdad me generaba más ansiedad eran las inyecciones, y poco a poco empecé a asociar mis desmayos con todo lo que rodea a una vacuna. Por ejemplo, con 16 años me hice un tatuaje de henna de vacaciones y cuando me pusieron un poco de alcohol sobre la piel me desmayé. Lo peor de todo es que al caerme me hice una herida en la cabeza y tuvieron que ponerme puntos. Sí, todo esto sólo por oler a alcohol para desinfectar. Años después me hice un tatuaje de verdad y también me desmayé, pero por lo menos ahí había una aguja de por medio y no es tan ridículo contar la historia.
También recuerdo una práctica universitaria en la que teníamos que diseccionar un cerebro de cordero en formol. Entre el olor, las batas blancas, los guantes de látex y los bisturís me mareé y tuve que salir de la clase. ¡Vaya espectáculo!
Pero la preocupación llegó un domingo normal en el que tenía la regla. Me empezaron a doler los ovarios y de repente perdí el conocimiento. Mis padres me encontraron tirada en el baño y rápidamente fuimos a urgencias. Me hicieron mil pruebas (análisis de sangre, un TAC, resonancia magnética, etc.) para decirme que tenía síncopes vasovagales por el dolor. Después me volví a desmayar varias veces por este motivo (dolor de cabeza, dolor de tripa, etc.). No mola nada tener síncopes.
El 1,6% de la población tiene fobia a las inyecciones, 0,8% a la sangre y 3,3% al daño. Sin embargo, la fobia a las inyecciones y a la sangre suelen provocar más desmayos porque activan lo que se conoce como patrón bifásico. Es decir, primero se te acelera el ritmo cardíaco ya que te pones muy nervioso, pero después te baja de golpe y te mareas. Esta es la única fobia con esta característica.
Supongo que la primera vez que me desmayé fue porque estaba muy asustada, y el resto fue porque la propia ansiedad y la profecía autocumplida me jugaron una mala pasada. Me convencía a mi misma de que si veía una aguja me iba a desmayar y efectivamente, eso pasaba.
Con el tiempo asocie las inyecciones con la sangre y con el dolor y empecé a marearme también en esas situaciones. El problema es que en vez de exponerme a mi miedo, empecé a evitarlo y desarrollé una relación muy mala con las inyecciones y todo lo relacionado con ellas (ya sabéis, el alcohol, las batas blancas, los bisturís, etc.).
Como cualquier fobia: exponiéndote a ella. El problema es que es difícil programar un tratamiento de exposición para la fobia a las inyecciones, la sangre y el dolor; no es como cuando tienes fobia a los perros, que puedes encontrarlos en cualquier parque. Yo no sé cuándo me van a tener que poner una inyección ni tampoco sé cuándo voy a hacerme una herida o va a dolerme algo. Vamos, que no es plan de ir al médico para decirle "oye, pinchame un poquito a ver si se me pasa lo mío" ni tampoco de coger un cuchillo de cortar cebollas y pegarme un tajo.
Para que os hagáis una idea, lo que mejor me vino para mejorar mi miedo fue ir al dentista a ponerme varios implantes dentales. Entre las anestesias, la sangre y el dolor, me expuse a mi fobia totalmente. Sólo me desmayé una vez en el año que duró el tratamiento, lo que para mí fue un éxito rotundo.
De todos modos, todavía tengo ciertos "puentes" que sé que tarde o temprano debo cruzar para mejorar, por ejemplo donar sangre. Estoy segura de que me ayudaría mucho, pero pese a ser psicóloga y trabajar con fobias, yo también tengo mis barreras mentales.
Si también tenéis este tipo de fobias y notáis que os mareais, podéis utilizar la técnica de tensión aplicada. Consiste en tensar los músculos cuando estéis notando el mareo durante unos 30 segundos. Después relajáis los músculos durante 30 segundos y volvéis a tensarlos otros 30 segundos más o menos.
No tenéis que tensar todos los músculos a la vez. Por ejemplo, si estáis donando sangre o haciéndoos una analítica podéis tensar el otro brazo o las piernas. En cambio, si os notáis mareados cuando os duele algo u os habéis hecho una herida que sangra, mejor tensar todo el cuerpo.
Esta técnica funciona porque la aplicación de tensión y distensión contrarresta el patrón bifásico del que os hablaba antes. Fácil, ¿verdad?
Como véis, no hay pastillas mágicas ni soluciones milagrosas. El remedio es exponerse a nuestro miedo. Os lo digo yo, que soy psicóloga y consejos vendo pero para mí no tengo.