Dejé de depilarme el vello púbico en 2015 y qué a gusto me he quedado
Cómo no voy a estar bien si he dejado de hacerme daño a mí misma. Porque eso era la depilación para mí: un dolor bastante bastante intenso que me producía en mi cuerpo porque me daba la real gana. Mientras que en las piernas lo soporto bastante bien y me depilo las piernas yo misma con mi maquinita y tan ricamente, la depilación en la cara (cejas y bigotillo) y en la entrepierna (ingles y alrededores) era de saltárseme las lágrimas y de que me ardiera la piel. ¿Cómo va a ser eso bueno para NADIE?
Pero claro, mi generación pre-internet, esos elder millennials que sabemos lo que era esperar a las seis de la tarde para poder abrir el Messenger, creció con unos referentes muy sesgados. Internet nos da acceso a TODO, pero los medios de comunicación de 1995-2000 eran mucho más limitaditos y mostraban cero diversidad.
Así que desde bien pequeña te tocaba entender, por las buenas o por las malas, que el cuerpo de la mujer no podía tener pelo. Te lo decían las revistas, las series, las películas, y te lo decían tus amigas y hasta tu madre: esos pelos que se ven hay que eliminarlos.
¿Y los que no se ven? Si iniciarse en las relaciones sexuales en una sociedad con muchísimas carencias en educación sexual ya genera inseguridades, imagínate cómo te puedes llegar a sentir si le añades un extra de "si vas a estar con un chico tienes que tener el chichi como el de una Barbie". Te llegas a creer que TIENES LA OBLIGACIÓN de depilarte de arriba abajo. Y si se te ocurre dudar de esta imposición social, no te preocupes, que ya te cruzarás con algún tío en tu vida que vea pelo en tu pubis y diga, tan tranquilamente: "qué asco".
Cuando no has recibido educación sexual (porque tu vello púbico tiene una función biológica y te protege en tus relaciones), cuando no has recibido una educación emocional, en la que se trabaje tu seguridad y tu autoestima, y cuando no has recibido una educación feminista, que te explique que eres libre de ser el tipo de mujer que quieras ser y que la depilación es otra forma más de dominación del cuerpo de la mujer, cuando solo has recibido una educación capitalista, que quiere que estés toda tu vida depilándote porque eso genera dinero constantemente y durante muchos años, cuando ha pasado todo eso, tu vello corporal te produce asco.
Te das asco porque te lo dicen los anuncios de televisión, porque ninguna mujer tiene pelos en tus películas favoritas, porque la esteticién de tu barrio te recomienda quitártelo todo y porque le diste más valor al comentario de un tío cualquiera que a tus propios sentimientos.
Total, que entre que te das asco por tener pelos en el cuerpo y te los quitas se te va pasando la vida. Y un día tienes una primera cita con un tío que te gusta mucho. Y piensas: "pues a lo mejor sale bien la cosa y acabo con sus huevos en la frente", porque lo piensas, a ver si eres de los que se creen que las mujeres no tenemos pensamientos y deseos guarrindonguers. Pues oye, si nos vamos a chupar los genitales mutuamente, a lo mejor TENGO QUE depilarme.
Y pides hora en tu centro de confianza, y te presentas allí, e intentas relajarte para que te duela menos, pero es que no puedes. Y se te vuelve a saltar una lágrima y vuelves a sentir cómo la sangre brota de los poros que antes contenían uno de tus pelos. Y estás sintiendo tanto dolor que, de repente, te pasa por la cabeza una idea: "¿de verdad estoy yo pasando por esto para que un tío me coma el parrús?"
Que ya salí cabreada del centro de estética es un hecho, pero que no sabía que eso iba a ser un augurio (¿no seré yo Rosalía?) de lo mal que iría esa cita con ese crush que me había gustado durante tanto tiempo y que por fin iba a quedar conmigo. ¡Es que vaya mierdote de noche! Que ahora lo recuerdo y me río, pero de verdad, vaya disgusto me llevé.
No quisiera yo ser Mr. Wonderful ni venderos ideales e irrealidades, pero mira, yo de esta catastrófica cita (una de las peores de mi vida, de verdad, qué horror, para qué tanto idealizar a una persona solo porque es graciosa en Instagram) sí saqué algo positivo. Superpositivo. De lo mejor que me ha pasado en los últimos años de mi vida. Saqué el total convencimiento de que no me iba a volver a depilar la entrepierna mientras viviese.
Porque no me gusta, porque nunca me había gustado, porque me dolía, porque tan horrible era el momento de la depilación como el después, que los dos primeros días tienes la piel tan irritada que todo te roza y después vuelve a salir el pelo y eso es otro sufrimiento continuo. Porque no tenemos que hacer cosas que no nos gustan. Porque no tenemos que hacer cosas porque lo digan los demás, porque sea "lo que hay que hacer".
Que no me depilo el vello púbico desde 2015 y, de verdad, no puedo parar de repetir lo a gusto que estoy. Ha sido como una liberación, primero, y una aceptación, después, que me han dado una paz y una tranquilidad... Indescriptibles. Solo el que se ha liberado de una carga impuesta lo sabe. Y que esto no quiere decir que esté escribiendo esto para convenceros a todos de que dejéis de depilaros. No, la razón por la que escribo esto es porque quiero convenceros de que hagáis lo que os dé la gana. Que si os queréis depilar, porque os gusta, porque os parece más cómodo, adelante, pero que si no queréis hacerlo, no creáis que es el fin del mundo, que os vais a convertir en unos marginados o que no vas a volver a gustar a nadie.
Habrás escuchado esta frase mil veces, pero es que es cierta, aunque también suene a Mr. Wonderful. A quien te tienes que gustar es a ti misma, y al resto, tenerlo en cuenta lo justito.