La británica Laura Worsley de 35 años, llevaba desde 2008 intentando ser madre primeriza pero algo fallaba, sufrió hasta 13 abortos espontáneos.
Worsley ya atravesaba un cuadro depresivo por no poder tener descendencia y depositó su última esperanza en la ciencia.
El equipo de investigación de la profesora Siobhan Quenby y la Unidad de Investigación Biomédica en el Hospital Universitario de Coventry y Warwickshire (UHCW) decidieron estudiar su caso. Le descubrieron dos enfermedades que le hacían abortar: el síndrome antifosfolípido, también conocido "síndrome de la sangre pegajosa" y la Intervilositis Histiocítica Crónica (CHI).
La joven empezó a recibir un tratamiento con esteroides para fortalecer el revestimiento de la matriz y detener la coagulación de la sangre durante la gestación. Gracias a este, Laura consiguió que su embarazo número 14 avanzara. Se le realizó una cesárea de urgencia a las 30 semanas para que su niña llamada Ivy naciera y ya tiene 9 meses.