Son decenas las frases lapidarias que se han ido insertando en mi mente de forma inconsciente. Son decenas la cantidad de veces que me han despreciado por mi trabajo y ni tan si quiera me he dado cuenta porque me he escudado siempre en la curiosidad de la gente ante mi forma de ganarme el pan.
No todo lo que reluce es oro, cambiando la frase de sentido. No voy a hablar de cómo algunos youtubers han manifestado que sufren problemas de ansiedad o depresión, porque eso les pertenece a ellos. Voy a hablar de cómo me ha cambiado la vida de una forma que poca gente conoce el exponerme en Internet.
Desde que empecé a ser conocido para alguna gente sabía que eso algún día podría acabar. Que un día ellos crecerían, que se olvidarían de mí y yo sólo quedaría en el recuerdo. Es algo que se denomina juguete roto, personas que fueron famosas y que por razones diversas el fracaso se cierne sobre ellos.
Sé que no son mis últimos días, sé que no he fracasado, sé que no he hecho nada malo, sé que me quedan muchas ideas por llevar a cabo y por demostrarme a mí mismo. Y, a su vez, a diario me enfrento a esa sensación que me dice que todo acabará. En unas ocasiones de una forma más consciente y en otras sin darme cuenta. Cuando mis monstruos se acercan me susurran que no soy capaz de seguir, que hay mucha presión y hay gente mejor, pero yo no los escucho.
Durante años jamás tuve un solo día de vacaciones. Trabajaba de lunes a domingo subiendo hasta 3 vídeos al día. No tenía una vida sentimental plena ni tampoco una vida social digna. Vivía por y para Internet. Y eso no es algo de lo que me enorgullezca.
Pese a que mucha gente ve una sonrisa en una foto de Instagram, hay mucho más tras ella. La vida no se puede retocar como si de filtros se tratara.
Llevo dos años conociéndome como nunca y eso es porque he aprendido a desconectar del mundo mediático-virtual. Aunque parezca absurdo, hasta hace poco, me era imposible poner un modo avión en mi cabeza y que problemas del trabajo pasaran a un segundo plano. Si ya es difícil hacerlo cuando tienes una vida normal, imagínate cuando tienes miles de comentarios y mensajes.
Muchas veces la gente te usa como un muñeco. Comentan en tus publicaciones -de cualquier red social- conocidos y desconocidos. Gente con intención de alabarte y también gente con intención de hacerte daño. Y tú aguantas con todo.
Gente que juzga algo que has hecho sin contextualizar, sin saber, sin conocer. Así somos, opinamos de todo y sabemos de nada. Yo siempre he sido una persona que lee lo que la gente comenta sobre mí -mucho más de lo que debería- porque amo interactuar con la gente que aprecia mi trabajo. Eso me lleva a ver toda esa parte que me odia sin motivos o que simplemente no les caigo especialmente bien. Y hay que vivir con ello.
La realidad es que dedicarme a esto me acostumbró a tener un escudo, a creerme invencible pero la realidad es que yo siempre tuve una autoestima baja. La realidad es que soy humano y cuando uno no está en su mejor momento, esos comentarios negativos hacen mucho más daño de realmente deberían.
Tras un año muy difícil (2018), empecé a sufrir muchos síntomas de depresión. Gran parte de mis amigos y familiares veían como me oscurecía y me recomendaban pedir ayuda, pero yo lo rechazaba. Cada día veía como caía en un bucle. No salía de la cama, nada me importaba. No tenía motivación por nada. Necesitaba ayuda, pero no quería pedirla.
Pospuse hacerlo. Rechacé en múltiples ocasiones aceptarla. ¿Por qué alguien que no me conoce me va a ayudar? Si siempre he podido con todo, ¿por qué no voy a poder con esto?
Estaba harto de tener el móvil apagado durante días. De no atender a llamadas importantes o dar explicaciones en redes sociales. Estaba harto. De todo. Y poco a poco fui empeorando. Hasta que me vi incapaz de tantas cosas que pedí ayuda.
Acabé sentado a un lado del sofá explicándole a un especialista mis problemas. Acabé encontrando la raíz de muchas de mis inseguridades y quebraderos de cabeza y afrontándolos.Con el tiempo, con sesiones de psicólogo -y las muchas que me quedan-, consigo ver como durante años me equivoqué al buscar aceptación en Internet y no en lo realmente importante.
No importa que tengas 100.000 me gustas en una foto si no sientes la emoción de ese momento. No sirve de nada tener un millón de visitas si no te gusta el trabajo que hay detrás. ¿Para qué quieres conseguir un premio que alabe tu trayectoria si nadie va a estar allí para felicitarte?
Hay muchas cosas importantes hoy en tu vida como para preocuparte de si tienes más o menos me gustas. De sí eres un juguete roto o una diana. Hay muchas cosas importantes que te rodean, David, así que deja de escuchar todo lo malo y aprende a quedarte con lo bueno, que siempre abunda más. Es un auto-consejo de tú-yo del futuro.