Diversos estudios han demostrado que los animales también sienten celos, aunque no tan elaborados como nosotros. En el caso de los monos se asocia a la sumisión y la dominancia no sólo sobre la pareja, sino también respecto a sus parientes y seres queridos. Los perros incluso pueden llegar a sentir celos de un humano, demostrando que el vínculo mascota-persona es más fuerte de lo que creíamos.
Los celos de los animales son más simples que los de los humanos y además no van acompañados de autocontrol. Por eso un perrete que se enfada cuando otro cachorro llega a casa se pone a ladrar y destrozar cosas, pero un humano que siente celos de su pareja es capaz de reprimirse (o al menos eso sería lo ideal).
En humanos ni los celos ni la capacidad para gestionarlos están presentes desde el nacimiento, aunque es probable que estemos programados biológicamente para sentirlos (esto hay que entenderlo en su contexto y no usarlo como pretexto para justificarlos). Se ha estudiado el desarrollo de los niños hallando que todos, independientemente del país de procedencia o su cultura, empiezan a manifestar celos en torno a los 5 o 6 años. ¿Por qué este sentimiento es común a todos los seres humanos? Pues porque sirve para algo.
Cuando somos pequeños los celos cumplen una función: proteger el vínculo con nuestras figuras de apego, es decir, los padres. Con el tiempo papá y mamá nos enseñan que el hecho de querer a otra gente no implica que nos quieran menos a nosotros y nos relajamos. También influye que a medida que crecemos, adquirimos la capacidad de inhibir ciertas conductas irracionales como las rabietas por celos.
¿Qué sucede cuando un niño no aprende a gestionar los celos? Que se vuelve un adulto celoso. ¿Y cómo aprendemos a manejar negativamente estos sentimientos? Mediante las influencias del entorno a lo largo de nuestra vida.
Aunque estos son sólo un par de ejemplos, el resultado es obvio: nos convertimos en adultos con problemas para gestionar los celos.
Esto fue lo que sucedió a varios lectores de Yasss que han compartido con nosotros cómo sus relaciones se fueron a pique por culpa de los celos.
Óscar, 23 años
"Tenía 16 años y era un crío. Pensaba que me sentía así porque era la primera vez que me enamoraba. Empecé a cabrearme cuando salía de fiesta sin mí porque pensaba que tontearía con otros chicos. No confiaba en ella y me comporté como un capullo. Me dejó y no sé cómo no lo hizo antes."
Valeria, 21 años
"Cuando estaba en el instituto salí con un chico superceloso y acabó contagiándome los celos. Me volví controladora y lo pasé fatal. No sé si se sufre más siendo la víctima de los celos o la persona que los siente, porque es como un taladro en tu cabeza constantemente. Al final lo dejamos y yo tardé mucho en superar mis celos (todavía sigo trabajando en ello)."
Fernando, 20 años
"Me di cuenta de que tenía un problema cuando un día mi novio y yo nos dimos las buenas noches y a la media hora miré su WhatsApp y le vi en línea. Empecé a rayarme pensando que estaba hablando con otro o cualquier cosa y le monté un pollo tremendo. Ahora pienso en esa relación y veo que sólo fue la punta del iceberg. Discusiones de fiesta, conversaciones hasta las tantas de la noche para que me aclarase chorradas, malas caras cuando hablaba con algún amigo, prohibirle seguir llevándose con su ex, etc. Le maltraté psicológicamente con mis celos."
Alba, 24 años
"Nunca me he considerado una chica celosa pero mi ex era lo peor. Al principio parecía el tío más enamorado del planeta, pero cuando cogimos confianza y me tuvo comiendo de su mano se quitó la careta. Me revisaba el móvil, me acompañaba de compras para elegir lo que me compraba y me juzgaba por maquillarme. Al final me puso él a mí los cuernos. Tantos celos para ser un capullo."
Darío, 22 años
"En la universidad me eché mi primera novia y como no tenía mucha experiencia en el amor fui bastante mal tío. Me obsesioné con que seguía enamorada de su exnovio sin que ella me diese ninguna razón para pensarlo y muchas veces me puse muy pesado y tal. Al final ella acabó dejándome y volviendo con su ex. Primero pensé que yo tenía razón, pero luego me di cuenta de que la alejé de mí y fueron mis celos los que provocaron que volviese con él. Asumo la responsabilidad."
Los celos se vuelven patológicos cuando son excesivos, afectan a nuestro bienestar social y psicológico y/o no sabemos gestionarlos. Si esto te sucede a ti, pide ayuda psicológica.