Carlos Páez, superviviente de la tragedia de los Andes: "Ahora preferiría luchar contra un oso, algo visible"

  • Páez habla con NIUS sobre la crisis del coronavirus, 47 años después de la tragedia de los Andes

  • "En los Andes trabajábamos para salir de allí y ahora no hay que hacer nada, hay que quedarse en casa y lavarse las manos", dice Páez

En 1972, Carlos Páez viajaba en el avión que transportaba al equipo uruguayo de rugby Old Christians a Santiago de Chile, un destino al que no llegaron. La nave se estrelló en medio de la cordillera de los Andes a 4.200 metros de altura. Viajaban 44 personas, sobrevivieron 28. Dos semanas después, una avalancha dejó el grupo reducido a 16. 72 días más tarde, dos de los supervivientes, Nando Parrado y Roberto Canessa, atraviesan los Andes y consiguen pedir ayuda. 72 días de cuarentena con todo en contra. Pero lo consiguieron.

Hoy, Carlos, 47 años después de la terrible tragedia que vivió, nos descuelga el teléfono optimista, desde su confinamiento autoimpuesto en su casa de Uruguay. “Tengo 66 años y esto no es una broma, hay que tomárselo en serio”, nos dice. "Solo salgo al supermercado y mi familia también está encerrada en casa. Y lo hacen por mí", asegura.

Pregunta: Carlos, el Gobierno uruguayo no ha decretado confinamiento pero tú si estás encerrado en casa. ¿Por qué?

Respuesta: Claro que sí. Para luchar contra este virus tenemos que estar juntos y lo tenemos muy fácil, solo hay que quedarse en casa y lavarse las manos.

P: ¿Te recuerda a la situación límite que vivisteis?

R: La verdad es que, evidentemente, son dos crisis muy distintas, pero también son dos luchas contra lo impredecible. En este caso no sabemos cuándo va a terminar y esa ansiedad sí es la misma. Allí, rodeados de 25 muertos, en una cuarentena a 20 grados bajo cero, sin comida, no sabíamos cuándo iba a terminar ni lo que iba a pasar. Esa es la realidad.

El ser humano, a veces, es arrogante y soberbio y cree que a él no le va a pasar. Hasta que te pasa

La diferencia es que en los Andes trabajábamos para salir de allí y ahora no hay que hacer nada, hay que quedarse en casa y lavarse las manos. Es mucho más agradable que lo que vivimos nosotros. Fueron 72 días de infierno. Tanto que se han hecho tres películas (una de ellas, ¡Viven!), se han escrito 20 libros y 47 años después seguimos hablando de ello. Y con el coronavirus va a pasar lo mismo. Mi generación nunca va a volver a vivir una cosa como esta.

P: ¿En estas situaciones sacamos lo mejor de nosotros mismos?

R: Pues… sacamos lo mejor de nosotros mismos pero también lo peor. Hay gente que no entiende la situación, el ser humano es egoísta, y se van de viaje a su casa de la playa tan tranquilos. El ser humano, a veces, es arrogante, soberbio y cree que a él no le va a pasar. Allí también hubo gente que no colaboraba, pero lo bueno es que los que ayudan y colaboran juntos también lo hacen por esos que no lo hacen. Eso es lo maravilloso de la gente.

P: ¿Pero al final vosotros triunfasteis?

R: Si, triunfó la vida. Ese es el único objetivo. Y el problema no eres tú o mis nietos, el problema soy yo. Y yo estoy profundamente agradecido a todos los jóvenes que sí están cumpliendo, que se están quedando en casa, para salvar a gente como yo.

P: ¿Cómo se consigue superar esta crisis?

R: Con unidad. Trabajando juntos.

P: ¿A qué te agarras ahora y a qué te agarraste en los Andes en los peores momentos?

R: A todo. A esta entrevista por ejemplo. Cuando estás solo en casa la cabeza te va a mil por hora. Cuando montas en un avión piensas que se puede caer… pero cuando cae, no te lo puedes creer. Yo no puedo creerme que esto esté pasando y no podía creer entonces que se hubiera estrellado mi avión. Ante eso hay que echarle humor a la vida y rodearte de personas queridas, de amigos, aunque sea por teléfono.

Ahora no podemos salir a buscar la vacuna del virus. Ahora toca obedecer, hacer caso y respetar al otro

P: ¿Qué es lo peor de ahora?

R: Lo peor es que luchamos contra un enemigo invisible. Hace 47 años, luchábamos contra la montaña, el frío, la no comida… pero ahora luchamos contra un maldito virus que no se ve pero que te mata. Hay veces que veía más luz en la cordillera que la que veo ahora. Me gustaría luchar contra un oso, algo visible… pero no es así.

Pienso en que no me quiero morir todavía. Allí no teníamos nada y supimos salir a buscar los helicópteros y logramos que vinieran a por nosotros. Ahora no podemos salir a buscar la vacuna del virus. Ahora toca obedecer, hacer caso y respetar al otro.

P: ¿Qué os sacó de una muerte segura?

R: Necesitamos una gran humildad y no buscar culpables. Cuando nos enteramos de que habían abandonado nuestra búsqueda fue muy duro. Entonces cayó el alud y murieron ocho amigos más… y piensas: 'Dios me está dando la espalda'. Pero la humildad y el trabajo en equipo fue lo que nos salvó. Eso y el sentido del humor, eso en España no falta. El humor también es imprescindible en los momentos bajos, para no decaer. A mí me gusta mucho una frase: 'No somos machos pero somos muchos...'. Esta frase va contra la soberbia. Nuestra historia fue una historia ejemplar de trabajo en equipo. Y al final triunfó la unidad, ahora no solo somos 16 supervivientes, somos más de 150 contando nuestras familias, hijos y nietos… Tenemos que estar lo más unidos posible.

P: ¿Eres positivo?

R: Absolutamente positivo. Yo siempre digo:"Empieza por lo que es necesario, sigue por lo que es posible y termina con lo imposible". Eso fue lo que nosotros hicimos, pues ahora con más razón. Lo vamos a conseguir.