No es un secreto que la actividad física es beneficiosa para nuestro cuerpo, pero a la hora de señalar sus ventajas solemos quedarnos con lo más superficial, es decir, todo lo relativo a la apariencia. Vemos el ejercicio como una herramienta para perder peso, y esta creencia inevitablemente nos hace odiar cualquier tipo de actividad, porque se convierte en un castigo.
El problema es que la asociación entre ejercicio y castigo surge desde que somos muy pequeños, y sino que levante la mano quien disfrutaba en clase de educación física. Por norma general, eran muy pocos, y las actividades más divertidas eran las grupales como los deportes en equipo o las salidas al aire libre. En otras palabras, todos odiábamos el test de Cooper y la prueba Course Navette.
Como en nuestra infancia y adolescencia nos enseñan que el ejercicio es algo aburrido que sólo está creado para unos pocos (los atléticos de la clase y a quienes les gustaba el fútbol, generalmente), lo odiamos hasta la saciedad incluso siendo adultos. Pero, ¿qué me dirías si te cuento que el ejercicio es mucho más de lo que crees?
Ser activo no es matarte en el gimnasio todos los días de la semana. Tampoco es salir a correr media hora cada mañana aunque lo detestes. Y para tu consuelo, no necesitas hacer una rutina de Patri Jordán a diario para sentirte saludable. Por ejemplo, caminar tiene muchísimos beneficios:
Ser activo es:
Isaac Amigo, catedrático de Psicología de la Universidad de Oviedo y especialista en psicología clínica, señala en su ‘Manual de Psicología de la Salud’ que aproximadamente un 12% de los casos de ansiedad y depresión guardan relación con el sedentarismo.
Hasta hace un año, este dato podría parecernos exagerado, pero el confinamiento por el coronavirus nos ha demostrado lo importante que es salir y mover nuestro cuerpo, sobre todo en un contexto social.
El ejercicio, independientemente de la actividad que realicemos, mejora la ansiedad y los síntomas depresivos, alivia el estrés, reduce la irritabilidad y produce una sensación de autocompetencia. Además, estos beneficios son independientes de los cambios a nivel físico. En otras palabras, no necesitas que tu báscula te indique que has perdido varios kilos o que necesites una talla menos.
Las razones por las que ser activos resulta tan beneficioso son:
Como hemos visto, no hace falta ir al gimnasio ni mucho menos forzarnos a hacer actividades que no nos gustan. Lo que importa es encontrar aquello que nos hace sentir cómodos, seguros de nosotros mismos y motivados. Y lo más importante… ¡No obsesionarnos! El ejercicio es sólo una forma más de autocuidarnos.