No hay única manera de gestionar el malestar. Algunas personas se apoyan en sus amigos, otras hacen deporte para desconectar, otras se van al cine, otras se muerden las uñas y otras arrasan con todo lo que hay en la nevera y la despensa.
Todas las conductas que acabamos de mencionar son estrategias de afrontamiento y la diferencia es que algunas son más sanas y otras más dañinas. La gran pregunta es, ¿qué es lo que convierte una estrategia de afrontamiento en positiva o negativa? Hoy resolveremos esta incógnita de la mano de Laura, una chica de 25 años que se da atracones cada vez que está triste.
Mi problema con la comida empezó mi primer año de universidad. Me mudé de ciudad y me fui a vivir a una residencia de estudiantes, pero no conseguí encajar y lo pasaba muy mal. Me sentía sola y todos los demás hacían piña, así que lo pasaba peor. Sin darme cuenta empecé a pegarme atracones cada vez que estaba triste.
Ha pasado mucho tiempo desde aquel mal año y mi vida es totalmente diferente. Acabé la carrera, estudié un máster, conocí gente, tengo un grupo de amigos maravillosos, en el trabajo estoy contenta y mi familia tiene salud. El problema es que nunca he conseguido solucionar mi mala relación con la comida.
Cada vez que estoy triste necesito comida, y cuanto más grasa o azucarada mejor. Abro la nevera y me como todo el chocolate, abro la despensa y me termino las galletas o las patatas fritas. Yo sé que la solución fácil es dejar de comprar esos productos, el problema es que cuando no tengo en casa soy capaz de ir a comprarlos al 24 horas del barrio. Más de una vez he ido a por donuts, snaks o chocolate blanco a las tantas de la noche.
En el momento siento que es una necesidad y cuando me lo como, me calma, pero a la media hora empiezo a sentirme culpable y me duele la tripa, lo que me hace sentir todavía peor psicológicamente. No soluciono mi tristeza, pero tampoco puedo evitar seguir pegándome estos atracones porque en el momento es una cosa automática y estoy fuera de control.
Me he planteado pedir ayuda profesional, pero como solo me pasa de vez en cuando no me animo. ¿Debería ir a un psicólogo?
Cuando se produce un atracón compulsivo, normalmente recurrimos a la comida dulce o con muchas grasas saturadas porque estos alimentos alteran los niveles de cortisol, la hormona del estrés. Cuando te pegas un atracón, el cortisol baja. ¿Cuál es el problema? Que el efecto dura muy poquito y después se produce un subidón tremendo. Además, a largo plazo se pueden alterar los niveles normales de cortisol necesitando dosis mayores de comida basura para sentirnos “tranquilos”.
Como decía al comienzo del artículo, hay estrategias de afrontamiento beneficiosas y otras que pueden resultar dañinas psicológicamente, físicamente, o ambas. Los atracones son un ejemplo de estrategia de riesgo ya que:
El problema de los atracones causados por tristeza o ansiedad es que muchas veces cuesta identificarlos. Las personas que los padecen van de consulta en consulta visitando médicos, dietistas, endocrinos y todos los profesionales habidos y por haber salvo un psicólogo. Empiezan a realizar dietas muy restrictivas o ejercicio físico de forma compulsiva, lo que aumenta más la sensación de agobio y, en consecuencia, se producen más atracones. Es un círculo vicioso que se puede cortar de raíz del que es muy complicado salir por tu propio pie, por eso se recomienda ponerse en manos del profesional adecuado.
Si cada vez que experimentas emociones negativas sientes la necesidad de gestionarlas con la comida, necesitas ponerte en manos de un psicólogo que te enseñe otras estrategias de afrontamiento.
Un psicólogo puede enseñarte técnicas como la relajación aplicada o el entrenamiento en respiración para manejar esos estados puntuales de intranquilidad o tristeza. Además, si los atracones se deben a un trastorno más duradero como por ejemplo la ansiedad o la depresión, en terapia podrás recibir tratamiento y mejorar tu calidad de vida.
Nos preocupamos de forma excesiva por nuestro cuerpo y los efectos de la comida basura en él. Los michelines o los kilos de más en la báscula no son más importantes que nuestro bienestar mental. No hay pastillas mágicas ni dietas milagrosas, simplemente tenemos que aprender a cuidarnos por dentro para sentirnos bien por fuera.