Antes del confinamiento no había excusa, en el descanso de las clases o del trabajo siempre había alguien que se pedía su pincho con una caña. Ahora hemos sustituido los botellines de cerveza en una terraza, por un par de latas en el sofá. Un día es un día, pero, ¿cuándo empieza a ser preocupante el consumo de alcohol?
Si nos tomamos un minuto para imaginar a alguien adicto al alcohol, es inevitable visualizar a un hombre de entre 40 y 60 años sentado en una barra de bar solitaria. Esta imagen es un estereotipo falso. Los datos epidemiológicos sobre el alcoholismo han cambiado muchísimo en las últimas décadas, y cada vez hay más veinteañeros y mujeres con un consumo irresponsable.
Concretamente la edad a la que más casos de alcoholismo se registran es entre los 18 y los 29 años. Respecto a las diferencias entre hombres y mujeres, hay un 12,4% de hombres con alcoholismo, y 4,9% de mujeres. La gran pregunta es, ¿ha cambiado esto por el confinamiento?
Las diferentes asociaciones de Alcohólicos Anónimos ya nos avisaron al comienzo de la cuarentena: tenían claro que el aislamiento es una situación de riesgo que puede fomentar el consumo de alcohol. Sin embargo, la mayoría de personas con problemas de adicción no son conscientes de que algo va mal.
Judith tiene 21 años y vive con dos amigas en Málaga. Desde que empezó la cuarentena sólo ha bebido tres o cuatro cervezas y el día del cumpleaños de una de sus amigas un par de copas. No le apetece, sobre todo porque se nota más hinchada y cansada cuando bebé. El problema es que su compañera de piso sí está bebiendo más de la cuenta. "Todos los días hay como mínimo dos latas de cerveza en la basura", confiesa.
"Yo no quiero jugar a los detectives y mi amiga es mayorcita para saber lo que se mete en el cuerpo, pero no puedo evitar preocuparme y preguntarme si tiene un problema. A mí también me gusta beberme una caña de vez en cuando y en verano soy la primera que pide un cubo con botellines en las terrazas, pero me da la sensación de que si no se toma su cerveza para comer y para cenar, no se queda tranquila", añade preocupada.
Su gran preocupación es cómo sacar el tema: "Alguna vez le he dejado caer que bebe más de la cuenta, pero se lo toma a coña y si insisto se pone a la defensiva. En parte la entiendo, es su vida y yo no quiero ser metomentodo, pero cuando bebe tiene unas bajonas increíbles. No está achispada y graciosa. Se pone a llorar, se empieza a quejar por todo o discute con quien pilla. Por ella y por su gente, debería beber con cabeza".
Según Rocío Fernández Ballesteros, psicóloga y catedrática en la Universidad Autónoma de Madrid, hay cuatro tipos de consumidores problemáticos de alcohol:
Eloy nunca se planteó que su relación con el alcohol fuese patológica hasta que un día se quedó sin cerveza en casa. “Yo pensaba que era normal tomarte una lata al día, porque eso es lo que solía beber. Pero un sábado por la noche fui a la cocina a hacerme palomitas y al abrir la nevera para cogerme una cerveza vi que no quedaban. Me entró un mal cuerpo increíble”, recuerda el joven de 24 años. "Me puse a buscar por todos los armarios para ver si quedaban más y me cabreé con mis compañeros de piso porque pensé que alguno de ellos se había bebido la última lata que me quedaba".
En ese momento sus amigos le dijeron que tenía que calmarse, que se estaba pasando de la raya y que a lo mejor le convenía dejar de beber alcohol todos los días. "Me hicieron ver que no estaba bien, y decidí beber alcohol solo los fines de semana. Luego llegó el sábado y la verdad es que no me apeteció, así que llevo desde ese día sin probar ni una cerveza ni ningún otro tipo de alcohol", comenta con orgullo.
El consumo de alcohol patológico no tiene nada que ver con la cantidad, sino con la relación con la bebida. Si no puedes controlar tus ganas de beber o el consumo está afectando negativamente a tu salud física y mental, a tus relaciones, a tus estudios, a tu trabajo o a tu día a día, es el momento de parar.
Siempre se ha dicho que una copa de vino o una caña al día son buenas para la salud, pero el alcohol es de todo menos inofensivo. Su ingesta repetida puede afectar a prácticamente todos los órganos, sobre todo al sistema gastrointestinal, cardiovascular y nervioso.
El consumo prolongado de alcohol puede provocar gastritis, úlceras, cirrosis, pancreatitis, hipertensión, cardiomiopatías, aumento del nivel de triglicéridos y colesterol, neuropatía periférica, problemas de concentración crónicos, pérdidas de memoria, depresión, ansiedad y mayor riesgo de suicidio. No es una exageración, es nuestra salud.