La Torre Eiffel, uno de los monumentos más emblemáticos de Francia y una maravilla de la ingeniería del siglo XIX, es conocida no solo por su imponente estructura y por formar parte del inolvidable paisaje de París, la ciudad del amor y capital de Francia.
Desde su construcción para la Exposición Universal de 1889, la Torre Eiffel fue diseñada como un templo de la ciencia y la tecnología moderna de la época. Con sus 18.038 piezas de hierro y un peso total de 10.100 toneladas, no solo simbolizaba el ingenio humano sino también el avance científico y técnico de la era industrial.
Lo que quizás no conocías es que sufre un fenómeno físico un tanto peculiar: aumenta de tamaño cada verano. Este crecimiento, que es únicamente temporal, se debe a la dilatación térmica del hierro pudelado, el material principal en que está fabricada la torre.
Este fenómeno ocurre cuando un material cambia su tamaño al estar expuesto a variaciones en la temperatura. En el caso de la Torre Eiffel, está construida principalmente de hierro pudelado, un tipo de hierro que tiene un alto coeficiente de dilatación térmica. Esto significa que se expande considerablemente con el calor. Durante el verano, cuando las temperaturas en París aumentan, la estructura de hierro se expande, haciendo que la torre crezca hasta 15 centímetros.
Aunque este cambio de tamaño es insignificante para el ojo humano, sobre todo si lo comparamos con los 300 metros que mide la Torre Eiffel en condiciones normales, sí que se trata de un ejemplo impresionante de la física en acción en estructuras grandes. La expansión y contracción - sí, en invierno también encoje - de la Torre Eiffel son fenómenos estudiados y bien documentados que no representan ningún riesgo para su estabilidad estructural. Los ingenieros encargados de su mantenimiento están continuamente monitorizando estos cambios para garantizar su seguridad y estabilidad.
El diseño original de la Torre Eiffel, realizado a finales del siglo XIX, ya contemplaba la posibilidad de la dilatación térmica. Gustave Eiffel y los ingenieros diseñadores implementaron una serie de juntas y otros mecanismos que permiten cierta movilidad de las piezas de hierro para acomodar estos momentos de expansión y contracción, sin que se causen daños o deformaciones permanentes.
En el contexto del cambio climático, estudiar cómo estructuras históricas como puede ser el caso de la Torre Eiffel y su respuesta a las variaciones de temperatura puede proporcionar datos valiosos sobre los efectos a largo plazo del calentamiento global en la ingeniería civil. La adaptación de estructuras históricas a las nuevas condiciones climáticas del planeta es un desafío que los científicos y ingenieros continúan enfrentando hoy en día.
El aumento de tamaño de la Torre Eiffel cada verano es una demostración más de cómo la ciencia y la ingeniería se entrelazan en nuestras vidas cotidianas, permitiéndonos observar fenómenos físicos a escalas monumentales. Este fenómeno no solo es una curiosidad para turistas y científicos por igual, sino que también hace de recordatorio de la necesidad de tener en cuenta las propiedades físicas de los materiales en la construcción de estructuras duraderas y seguras.