Las nuevas tecnologías quizás han dejado en un segundo plano la correspondencia postal debido a la inmediatez con la que se pueden enviar mensajes, pero no hace mucho comunicarse por carta era habitual. Esta evolución ha provocado que los buzones de correos no se utilicen tanto como en el pasado, dejando la labor a las oficinas donde se envían todo tipo de paquetería y sobres. Sin embargo, los buzones amarillos con el logotipo en rojo siguen siendo una referencia en el mobiliario urbano de nuestros pueblos y ciudades.
Como se puede imaginar, no siempre han tenido estas características, más aún teniendo en cuenta que Correos se formó como empresa estatal allá por 1716, durante el reinado del primer Borbón, Felipe V. De hecho, en sus inicios aún no había bocas de buzones. No sería hasta cinco décadas más tarde cuando se colocaran en las estafetas. Y la pregunta que nos hacemos es: ¿queda alguna de ellas?
Para dar con el buzón más antiguo de nuestro país hay que desplazarse hasta Mayorga de Campos, en Valladolid, donde existe uno que data de 1793 y que se halla en una casa particular.
Está construido en piedra y en él hay grabada una inscripción en la que aparece el año de su inauguración tallado en número romanos. Y aunque no resulte especialmente llamativo es uno de los diversos atractivos con que cuenta esta localidad histórica vallisoletana.
La longevidad de este buzón es una muestra más de la importancia que ha tenido Correos en los tres últimos siglos como empresa pública. Cabe señalar que con anterioridad ya hubo este tipo de servicio. No en vano, fue Felipe el Hermoso el que ofreció la explotación del mismo a Francisco de Tassis, que replicó el sistema con el que trabajaba en tierras alemanas para servir al territorio peninsular.
Eso sí, no fue hasta dos siglos después cuando Correos se convirtiera en un servicio del propio estado para que los ciudadanos pudieran comunicarse de una manera más eficaz.
Se puede presumir que los comienzos de este servicio nada tenían que ver con lo que estamos acostumbrados en la actualidad. Es más, difieren mucho de su uso unas décadas más tarde. No en vano, para entregar la correspondencia en lugares lejanos, los mensajeros debían realizar largas jornadas a caballo.
Con el tiempo, el sistema fue mejorando, y en la década de los 50 del siglo XVIII se nombraron a los primeros carteros urbanos. Después, en 1762 se instalaron las primeras bocas de buzón, de modo que la situada en Mayorga sólo es 30 años más moderna.
Con la mejora de las comunicaciones en el siglo XIX, el servicio se agilizó y en 1850 se introdujo otro de los avances que en la actualidad observamos como algo habitual. Y es que se empezaron a usar los sellos como manera de pagar previamente el envío que se realizaba. Precisamente, el primer sello tenía el rostro de otra monarca de la casa Borbón, en este caso el de Isabel II.
Fue a partir de ese momento cuando la compañía estatal de Correos se extendió aún más hasta convertirse en una de las más importantes del país. No en vano, durante décadas fue la encargada de mantener comunicados a los ciudadanos de todas las regiones entre sí y con el extranjero.
La llegada de las nuevas tecnologías llevó a Correos a adaptarse a los nuevos tiempos y las nuevas necesidades. Y aunque el modo de comunicarnos ha cambiado, nunca se perderá la emoción de recibir una carta o de echarla al buzón.