¿Recuerdas esa hucha que tenías de pequeño en la que moneda a moneda ibas convirtiendo tus ahorros en una pequeña fortuna? Lo más seguro es que al tratar de recordar te venga a la mente la forma de un cerdito, aunque siempre ha habido huchas de todas los tamaños, formas y colores.
La forma de las huchas ha sido objeto de curiosidad durante siglos, y su evolución es tanto cultural como lingüística. Pues bien, existen diversas teorías y orígenes que explican el posible origen de por qué estos populares contenedores de monedas tienen la forma de un cerdito.
Una de las explicaciones más aceptadas es la evolución lingüística del término "pygg". En la Inglaterra medieval, la palabra "pygg" se refería específicamente a un tipo de arcilla barata y de color naranja utilizada de manera habitual para hacer todo tipo de objetos domésticos, incluidos los tarros donde se almacenaba el dinero. Estos tarros de arcilla eran conocidos por entonces como "pygg jars".
Con el tiempo, la pronunciación de "pygg" evolucionó. En inglés antiguo, "pygg" se pronunciaba como "pug", pero a medida que el idioma cambiaba con el tiempo, "pygg" comenzó a sonar como "pig" (que significa cerdo en inglés). Esta coincidencia lingüística llevó a que los alfareros comenzaran a moldear estos tarros con la forma de dichos mamíferos, creando una especie de juego de palabras visual que resultó ser muy popular entre los consumidores.
Otra teoría señala la importancia cultural del cerdo en diversas sociedades. En muchas culturas, los cerdos son símbolos de prosperidad, fertilidad y buena suerte. En Alemania, por ejemplo y sin ir más lejos, regalar un cerdito de la suerte ("Schwein gehabt") es una tradición habitual con la que desear buena fortuna. Este simbolismo puede también haber influido en la adopción de la forma del cerdito para las huchas, consolidando con ello la asociación de este animal con el ahorro y la prosperidad.
Yéndonos más allá de las fronteras europeas, más concretamente hasta Indonesia, los cerditos también tienen un significado cultural. Las huchas en forma de cerdo, conocidas como "cèlèngan", se usaban ya en el siglo XIV y eran muy comunes en Java. Estas huchas de terracota a menudo representaban jabalíes y se utilizaban para almacenar monedas, lo que indica que existía ya una tradición independiente pero similar a la europea.
A medida que estas huchas en forma de cerdo se hicieron populares, su fabricación se extendió más allá de la arcilla "pygg". Con la industrialización, se comenzaron a utilizar otros materiales como el plástico, el vidrio y el yeso, permitiendo la producción en masa y una mayor accesibilidad. Este cambio no alteró su forma tradicional, y la imagen del cerdito se convirtió en un ícono universal del ahorro.
Además de su funcionalidad, las huchas en forma de cerdo también tenían un aspecto pedagógico. Eran una herramienta eficaz para enseñar a los niños la importancia del ahorro. El hecho de tener que romper la hucha para acceder al dinero ahorrado reforzaba la idea de que el ahorro era algo valioso y que debía protegerse hasta que realmente fuera necesario usarlo.
Hoy en día, las huchas en forma de cerdito siguen siendo populares y se han adaptado a las necesidades y estéticas modernas. Aunque el concepto de ahorrar dinero ha evolucionado con la aparición de los bancos digitales y de herramientas financieras más avanzadas, las huchas en forma de cerdo siguen siendo un símbolo duradero de la frugalidad y la gestión financiera responsable.