En 1755, un maremoto provocado por un seísmo en tierras portuguesas dejó más de 2000 muertos en las provincias andaluzas de Cádiz y Huelva. El epicentro del terremoto se situó en la ciudad de Lisboa y provocó una ola gigantesca - se estima que de unos 12 metros de altura - que arrasó los núcleos urbanos cercanos a la costa, causando el pánico generalizado entre la población. La inexistencia de un protocolo civil para actuar en dicha emergencia dejó a las habitantes sin herramientas eficaces para, al menos, trata de salvar su vida.
Por ello, en los últimos años, tanto el Gobierno Central como el local se han preocupado de establecer actuaciones concretas en caso de sufrir un nuevo tsunami. No se trata de una amenaza inminente, pero sí real. La proximidad de la costa gaditana a la Falla del Marqués de Pombal, situada en el océano Atlántico, llevó al Ministro Marlaska a presentar en Cádiz su Plan Estatal ante el Riesgo de Maremotos, con el fin de anticipar y activar la alerta temprana que evite el mayor número de bajas ante una catástrofe natural de tal magnitud.
Este manual está destinado a los servicios gubernamentales y/o de emergencias, para que sepan cómo deben actuar desde la detección de la primera sacudida hasta los siguientes 60 minutos. Una vez localizado el terremoto, los expertos analizan su intensidad, para saber la altura que podría alcanzar la ola que llegaría a la costa. Avisan a las autoridades y éstas a protección civil y las unidades de emergencia, que tendrán un máximo media hora para desalojar a la población del litoral.
Aunque existen estas premisas a nivel macro, el alcalde de Cádiz, Bruno García, ha iniciado también unas jornadas para informar a la población de cómo debe reaccionar a título personal, a las que han asistido el ingeniero de Caminos, Gregorio Gómez, y el coordinador de Protección Civil, José Manuel Calvo. Éste último ha sido el más concreto en el desarrollo de lo que debería ser una "respuesta rápida" ante el desarrollo de un maremoto, si bien ha recordado que la posibilidad de que esto ocurra es "baja".
"Tenemos la tranquilidad de que cuarenta minutos antes del tsunami, vamos a sentir un fuerte terremoto. Se nos va a mover las sillas. A partir de ese momento, hay que poner en marcha la autoprotección de cada uno: ponerse el salvavidas, ponerse en altura y esperar los acontecimientos. Eso es lo que tiene que hacer la población. Los servicios públicos tenemos nuestro propio plan, distinto y mucho más complejo", han sido sus consejos profesionales.
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