¿Por qué es famoso el bocadillo de calamares en Madrid?

  • La influencia andaluza, la migración del norte y la presencia del ferrocarril en el Siglo XIX hicieron su magia para que apareciera el bocadillo de calamares en la capital

  • El "boom" del bocadillo de calamares se dio en el siglo XX, especialmente a partir de los años 50

  • El monstruoso bocadillo mexicano de 72 metros

Cuando estamos de turismo en distintas partes del mundo es habitual pedir alguno de sus platos típicos. Por ejemplo, si vamos a Valencia es tradición pedirse una buena paella, o en Galicia un plato de pulpo a la gallega, así como un buen lechazo si visitamos Castilla y León. Estos platos tienen sentido para la zona en que se cocinan, de manera similar al cocido madrileño. Sin embargo, en esta última zona, Madrid, hay un plato típico que no pega ni con cola a la capital de España. Hablamos del bocadillo de calamares… Porque Madrid no tiene mar, ¿no?

El bocadillo de calamares se ha convertido en un emblema culinario de Madrid, aunque paradójicamente, está lejos del mar. Su fama y tradición tienen raíces interesantes que se mezclan con la historia y la evolución del transporte en España.

Origen histórico del bocadillo de calamares

Históricamente, el acceso a productos del mar en Madrid era complicado y costoso. En el siglo XVI, el transporte de pescado desde las costas hasta Madrid tardaba unos 11 días, y se hacía en condiciones que raramente conseguían mantener el pescado fresco por completo. Los métodos de conservación incluían salazones y escabeches, lo que hizo que el bacalao, que soporta bien el transporte, se convirtiera en un plato habitual en la capital de España. 

La consolidación del bocadillo de calamares como un ícono madrileño tardó un poco más en establecerse, y no fue hasta el siglo XIX, con la llegada del ferrocarril, que el transporte de alimentos del mar se facilitó notablemente, haciendo más común y accesible el consumo de productos como los calamares en Madrid. Este periodo también coincidió con una notable influencia andaluza lo que trajo consigo sus tradiciones culinarias, incluyendo el uso de pescados y mariscos. A esto hay que sumar que por estas fechas también hubo migración del norte de España hacia la capital, trayendo así cocineras y costumbres norteñas en lo que a la cocina se refiere. De estos se tomó la costumbre de recurrir a pescados y mariscos más baratos y con poca merma, como el calamar, que además no tenía espinas y por ello era de más fácil cocinado. 

Así nació este plato, al que se añadió pan para añadir sabor y aporte calórico, a un gran precio y permitiendo su consumo en cualquier parte. Todas las piezas del puzle habían comenzado a juntarse.

Consolidación en el Siglo XX

El "boom" del bocadillo de calamares se dio en el siglo XX, especialmente a partir de los años 50, cuando se empezó a vender masivamente en los bares alrededor de la Plaza Mayor de la capital - algo que se mantiene aún en nuestros días -. Su popularidad creció debido a su precio económico, la facilidad de preparación y su característico y delicioso sabor. Todo esto fue lo que lo hizo popular entre los madrileños y los numerosos visitantes de la ciudad.

Y así llegamos a hoy en día, con el bocadillo de calamares habiéndose convertido en algo  más que un simple plato; es parte integral de la cultura madrileña y un must para cualquier visitante. Lugares como El Brillante, cerca de la estación de Atocha, son famosos por sus bocadillos, ofreciendo una experiencia que combina tradición con el bullicio característico de Madrid. Puede que lo problemas de abastecimiento de productos del mar ya no exista en la capital de España, dado que MercaMadrid es el segundo mercado de pescados más grande del mundo. Sin embargo el bocadillo de calamares llegó para quedarse, y ya es un icono popular y seña de identidad de Madrid.

Este plato tan singular representa una mezcla de historia, adaptación cultural y sabor que captura la esencia de Madrid, convirtiéndose no solo en un alimento que es capaz de saciar el apetito de cualquiera, sino también en toda una verdadera experiencia culinaria ‘portátil’ que conecta a las personas con la historia viva de la ciudad.