Noche de Difuntos: orígenes, tradiciones y significado profundo de la festividad
La víspera del 1 de noviembre se recuerda a los muertos en todo el mundo
Países como Estados Unidos, España o México honran a los que ya no están de formas muy distintas
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Octubre enfría lentamente sus noches con la llegada de la oscuridad y la mengua de las horas de luz. Al acercarnos al final de mes, ya se oyen las voces suaves de los muertos y las plegarias al inframundo. Entra entonces su recuerdo, la celebración de la memoria de los desaparecidos y los disfraces de Halloween. Esta costumbre importada de la tradición estadounidense solo representa una parte minúscula de la celebración de esta festividad en torno al recuerdo de los que ya no están.
La popularidad la calabaza terrorífica con la boca y los ojos cortados con cuchillo, el truco o trato o los disfraces con sangre falsa no opacan en absoluto una fiesta que cuenta con su propia iconografía y sus rituales en todas las culturas y países. Es mucho más que una noche para disfrazarse y excederse bebiendo. También es una ventana al pasado, una conexión con nuestros seres queridos que ya no están.
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Al recordar a los muertos, reflexionamos también sobre nuestra propia existencia finita al paso por el mundo terrenal. En el fondo, la Noche de Difuntos es una celebración de la vida, una vida que es efímera pero que pretende dejar una huella imperecedera. Mememto mori: “Recuerda que eres mortal”.
Por qué honramos a los difuntos
Hay que remontarse a la Antigüedad para rastrear los orígenes de la Noche de Difuntos. Mucho antes de que el cristianismo extendiera sus tentáculos por Occidente, diversas culturas de todo el mundo ya rendían tributo a sus muertos a su manera.
Los celtas, por ejemplo, celebraban el festival de Samhain despidiendo al dios del sol, Lugh, una fecha que marcaba el final de la temporada de cosechas y el inicio del invierno, con sus noches más largas y frías. Se creía que las almas de los muertos regresaban a visitar el mundo de los vivos, y se encendían fogatas para guiarlas y repeler a los espíritus malignos.
Con la expansión del cristianismo, muchas festividades paganas fueron adaptadas a la nueva fe. En el siglo VIII, el Papa Gregorio IV cambió la fecha del Día de Todos los Santos al 1 de noviembre, coincidiendo con el antiguo Samhain. El 31 de octubre, la víspera, se convirtió en la vigilia de Todos los Santos o "All Hallow's Eve", que con el tiempo derivó en Halloween.
En países como México, de gran tradición, se celebra el Día de Muertos. Es cierto que comparte similitudes con Halloween, pero sus raíces y significados son muy distintos, arraigados en las tradiciones prehispánicas y la colonización española.
Los antiguos pobladores pensaban en la muerte como en el principio del largo viaje hacia el Mictlán. Allí, los muertos se encontrarían con Mictecacíhuatl y Mictlantecuhtli. Es una festividad que sonríe a la Parca con guirnaldas y música, porque la acepta como parte del ciclo de la existencia y se la trata como a una compañera más. Se llenan las casas de alimentos como el pan y la sal, flores, altares con ofrendas en honor a los fallecidos y fotografías para recordarlos.
Nuestros muertos
En España, nuestra festividad para recordar a la muerte es conocida como el Día de Todos los Santos y se celebra el 1 de noviembre. De nuevo, cambia el origen y las motivaciones de la fiesta, aunque vuelve a compartir rasgos con el día de difuntos de muchas otras culturas.
En su origen, servía para homenajear a los santos y mártires reconocidos por la Iglesia Católica, pero con el tiempo ha evolucionado para incluir un recuerdo a todos los seres queridos que ya no están. Somos más distintos al pueblo mexicano en nuestras costumbres, más dolientes y graves. Visitamos los cementerios para llevar flores (crisantemos, especialmente), limpiamos las tumbas y las adornamos, celebramos misas en honor a los santos y encendemos velas con la tristeza del recuerdo, ese que nos permite dolernos una vez al año.
La tradición gastronómica también cuenta con su particular despliegue: huesos de santo y buñuelos de viento. En Cataluña, la noche del 31 de octubre se celebra la Castañada, una festividad donde es tradicional comer castañas asadas, boniatos y panellets, unos pequeños pastelitos de mazapán con piñones. En la tradición, se dice que las castañeras, mujeres que vendían castañas, al morir se convirtieron en almas que durante esta noche regresan para seguir asando y vendiendo sus castañas.