A pesar de que fue una costumbre durante el Imperio Romano, el uso de los apellidos se perdió en la Península Ibérica hasta el último tercio del siglo IX, cuando empezaron a emplearse nuevamente. Por un lado, servían para designar a los linajes de las grandes familias, y por otro, ayudaban a diferenciar a las personas que comenzaban a vivir en las incipientes ciudades.
Esto hizo que los apellidos españoles se fueran conformando teniendo en cuenta aspectos de lo más peregrinos. Por un lado se comenzó a utilizar el sufijo -ez para referirse a “hijo de” –de ahí que haya tantos Rodríguez, Sánchez, López, etc. repartidos por nuestra geografía–. Por otro, se tenía en cuenta el origen de la persona –Burgos, Toledo, Madrid…–, la profesión –Herrero, Zapatero, Barbero…– e incluso el mote o la cualidad por la que una persona era conocida –Delgado, Cabezón, Moreno, Rubio…–.
Pero ¿qué apellidos recibían los niños que crecían en un orfanato y de los que se desconocía el nombre de los padres?
Dada la necesidad de contar con un apellido, a los niños huérfanos también se les ponía uno. Hay que tener presente que hubo épocas en las que las opciones de que sobrevivieran a los años en el orfanato eran muy escasas, debido a las malas condiciones que en ellos se daban. Es más, una vez que los abandonaban, las posibilidades de mejorar sus vidas no eran demasiadas, ya que provenían del más bajo estrato social. Sus apellidos no ayudaban a quitarse ese sambenito, pero les otorgaba un reconocimiento público.
Entre los apellidos más comunes que surgieron en los orfanatos destaca uno en concreto: Expósito. No en vano proviene del término latino “expositus”, que significa “expuesto”. Es más, según el Diccionario de la Real Academia de España, el significado de expósito es el siguiente: “Dicho de un recién nacido: Abandonado o expuesto, o confiado a un establecimiento benéfico”.
Así pues, no es de extrañar que durante mucho tiempo a los bebés que dejaban abandonados en la puerta de la inclusa, se les ponía este apellido que ha llegado hasta nuestros días. No en vano, de acuerdo con el Instituto Nacional de Estadística, en España hay 34.333 personas que tienen Expósito como primer apellido, mientras que 37.563 lo tienen como segundo.
Expósito no fue el único apellido que se ponía en los orfanatos. Hubo otros menos populares pero que han llegado hasta nuestros días, tales como Incógnito (actualmente solo 124 lo tienen como primer apellido y 170 como segundo), Tirado (11.942 y 11.463) o Blanco (121.577 y 121.563). Asimismo, el hecho de que muchos niños fueran abandonados en lugares religiosos provocó que se dieran apellidos como Diosdado (696 y 674), De la Iglesia (5.009 y 4.994), Iglesias (87.270 y 86.877), De María (647 y 423), Deulofeu (489 y 452) o De Gracia (2.068 y 2.167), por poner algunos ejemplos.