Este lunes se cumplen tres semanas del ingreso en prisión de Daniel Sancho por el tras confesar el asesinato y descuartizamiento de Edwin Arrieta, cometido el pasado 2 de agosto en un hotel de la isla tailandesa Koh Phangan.
La Fiscalía está a la espera de recibir el informe policial, que se retrasa por falta del testeo de ADN de algunas prendas de ropa, así como de los restos del cirujano colombiano, según explicó el número 2 de la policía tailandesa, Surachate Hakparn, conocido como "Big Joke". Pero los investigadores tienen claro que fue un “asesinato premeditado” y concluyen que el colombiano murió “degollado”, después de ser "apuñalado" y recibir un puñetazo en un forcejeo que le provocó una caída y fuerte golpe en la cabeza con el lavabo.
En las supuestas declaraciones hasta ahora del propio Daniel –“recordemos que aún no hay informe oficial”, advierte la criminóloga y portavoz de la familia, Carmen Balfagón-, el chef de 29 años confesó haber matado y desmembrado al médico de 44 y dio pistas de su móvil. “Soy culpable, pero era rehén de Edwin, estaba en una jaula de cristal”, dijo asegurando haber recibido “amenazas” a él y a su familia por parte de la víctima si cortaba la relación, algo que los investigadores están tratando de confirmar, recuperando los mensajes del móvil de Daniel que este borró después de cometer el crimen.
Dentro de la conmoción que ha causado este crimen atroz, lo que aún llama la atención a los expertos que lo analizan es que el asesino confeso no haya mostrado ningún claro signo de arrepentimiento o empatía hacia la víctima o su familia, al menos públicamente. "No vemos ninguna señal no verbal que indique tristeza, miedo o desasosiego propios de una persona arrepentida. De hecho, cuando caminaba con los policías a su lado mantenía una postura erguida", hemos oído repetidamente en estas últimas semanas.
Algo que tampoco ha pasado desapercibido en las redes sociales. “Sinceramente, oír a Daniel Sancho hablar tan tranquilamente del pedazo de hotel donde lo tiene la policía en lugar de estar acojonado o arrepentido me dice mucho de su mentalidad”; “Debería estar lleno de vergüenza y arrepentido por matar y destruir a dos familias, pero no se ven signos de nada”; “Como cualquier psicópata, NO está arrepentido”, son algunos de los comentarios que podemos leer en Twitter al respecto de las pocas referencias al arrepentimiento de Daniel Sancho en las crónicas del caso:
Cabe recordar que la información que llega a España sobre el caso se basa todavía en las supuestas frases de Daniel a los agentes, aún sin confirmar, a la espera del informe policial y de que pueda ratificar, desmentir o ampliar ante un juez lo que dijo primeramente.
Pero ni en las imágenes que trascendieron tras su detención, ayudando con gesto impasible a los investigadores a reconstruir el crimen, ni en su primera confesión o declaraciones a periodistas, se aprecian signos de arrepentimiento en el joven, que solo habría lamentado de forma escueta el lugar donde cometió el crimen. “Lo siento mucho, siento mucho que esto ocurriera en Tailandia”, dijo a un reportero en su camino a la cárcel.
Que el hijo de Rodolfo Sancho manifieste un claro y sincero arrepentimiento por asesinar a Edwin Arrieta -al margen de la "motivación", que no "justificación", que le habría llevado a ello-, no solo ayudaría desde el punto de vista humano, aliviando la incomprensión de su familia y de toda la sociedad porque alguien aparentemente normal sea capaz de cometer un crimen de este calibre. Su arrepentimiento también sería de vital importancia para intentar rebajar la pena de muerte que pide para él la Fiscalía tailandesa.
El arrepentimiento, al menos en el Código Penal español, es un atenuante en casos de asesinato, lo que en Tailandia se conoce como “condicionante”.
“Si estuviera en España, a Daniel le ayudaría el arrepentimiento y pedir perdón”, comentaba el periodista Alfonso Egea (El programa del verano) sobre la estrategia de defensa del hijo de Rodolfo Sancho, a cuyo equipo de abogados se ha sumado recientemente el mediático letrado Marcos García Montes.
Solo el hecho de "pedir perdón a la familia de las víctimas" es “algo que ya hacen de forma sistemática casi todos los asesinos para conseguir una rebaja de su condena”, apuntaba recientemente otro periodista experto en sucesos, Ángel Moya, analizando otros crímenes mediáticos en los que la persona juzgada intenta demostrar que su arrepentimiento y empatía con los familiares es sincero, "enviándoles cierta cantidad de dinero cada cierto tiempo" para que el juez lo tenga en cuenta.
En Tailandia tenemos el precedente del empresario empresario y estafador Artur Segarra, condenado a la pena de muerte en 2016 por secuestrar, torturar, asfixiar y descuartizar en Bangkok al consultor catalán David Bernat. ara que le conmutaran la pena a cadena perpetua, Segarra tuvo que enviar desde prisión una carta al rey declarándose culpable y mostrando arrepentimiento, el proceso habitual para conseguir la clemencia del monarca.
El padre de Daniel, el actor Rodolfo Sancho, sí mandó sus condolencias a la familia de Edwin con un mensaje dirigido a la hermana de la víctima, Darling, nada más conocer la confesión de su hijo. “Lamento mucho lo sucedido con tu hermano. Pienso que tuvo que haber tenido un trastorno. Disculpa, somos dos familias destruidas. Lo siento. No sé que ha podido pasar por la cabeza de Daniel", fueron algunas de sus palabras. Su ex mujer y madre de Daniel, Silvia Bronchalo, dijo que haría lo propio, "pero de forma personal”.
La abogada Carmen Balfagón está convencida de que Daniel Sancho “tiene que estar arrepentido por lo que ha hecho y terminará diciendo ‘lo siento y pido perdón’, seguro que está en ruta”, dijo en el citado programa de Telecinco, recordando que “pedirá un informe psiquiátrico” a Daniel para valorar las condiciones en las que cometió el asesinato.
Los reclusos que presenciaron el ingreso de Sancho a la prisión de Koh Samui revelaron que en sus primeros días, el llanto de Daniel fue constante y desgarrador, señalando que "no paró de llorar" y que "estaba muy mal".
Unas declaraciones que chocaban con lo que había dicho antes el director de la prisión sobre el estado de ánimo positivo de Daniel, asegurando que “no tiene depresión”.
“En estos momentos, nos resulta muy difícil saber cómo se encuentra Daniel, si está o no arrepentido”, repite estos días Jorge Luque, reportero de Ana Rosa y uno de los periodistas españoles que están cubriendo el caso desde Tailandia.
El chef sí podría haber mostrado su arrepentimiento en privado, durante su primer cara a cara con su madre desde la cárcel. Entonces, según desveló el programa de Cuatro Código 10, “ambos se rompieron, lloraron por una crisis de ansiedad de él y la visita tuvo que ser suspendida antes de tiempo”.