Soy Adolfo Rodríguez y fui el presidente de una mesa electoral: “No se lo deseo a nadie”

  • Adolfo Rodríguez, periodista en Mediaset España, cuenta su experiencia como presidente de mesa electoral en un colegio de Telde, Gran Canaria

  • "Llegué convencido de que odiaría a la humanidad por su mala educación y cabezonería y que la tarde tendría mucho más ajetreo que la mañana, pero mis esquemas se rompieron"

  • Aviso importante para las siguientes elecciones: "No cierres los sobres para facilitar el recuento de votos"

Cuando la frase más repetida era “durante estos días no se le abre la puerta al cartero” o la pregunta que todos nos hacíamos era “¿y me puede tocar a mí?”, yo sí que recibí un timbrazo que hizo que me temblaran las piernas, pues cuando la abrí me llevé un ‘bofetón sin manos’, como se dice comúnmente: se trataba de un policía (uno muy guapo, además) con un sobre en la mano. “Ya está”, pensé. “Ya me tocó”, y no la lotería precisamente.

Durante los segundos que pasaron desde que despedí al cuerpo de seguridad (e, insisto, ¡vaya cuerpo!), invoqué a todo el santoral y me impregné de buena energía para encontrar una única palabra en el interior que me hiciera no perder la esperanza, la fe y hasta seguir creyendo en la buena suerte. ¿Cuál? “Suplente”. Pero ese término no lo vi por ningún lado y, en su lugar, di con cuatro vocablos que hicieron que mi día se tornara en gris y rozara el dramatismo más absoluto: “Presidente de mesa electoral”.

Silencio. Más silencio. Una nube negra andaba sobre mí. Tuve que sentarme para no caer redondo al suelo. Llamé a mis padres, a mis amigas y también lo conté por el grupo de trabajo. Cero unidades de esperanza allá donde lo ponía. Al contrario, casi que me daban el pésame.

Por suerte, el único consuelo fue una URL (aka enlace a una web) que me devolvió las ganas de continuar en el camino pues decía que Portaventura regalaba una entrada a toda aquella persona que hubiese sido asignada a una mesa electoral en las elecciones a las cortes generales del mes de julio del 2023. Menos mal.

Tranquilidad, paciencia y responsabilidad

Pasadas las semanas y una formación previa, me presenté en el colegio de Telde, Gran Canaria, que me habían asignado con una tote bag cargada de Paracetamol, mucha agua y un libro para las horas muertas. Con tanta legaña aún en los ojos y la falta de energía por no haber tomado el café suficiente a primera hora de la mañana, conseguí distinguir a los compañeros de mesa que me harían la jornada del 23-J mucho más amena: entre ellos, una informática, dos militares, una entrenadora personal y una mujer que me hizo reír a carcajada limpia por su más que característico desparpajo canario, de la tierra.

Por otro lado, las dos representantes de la Administración, las que saben verdaderamente del tema y que nos guiaron en todo momento.

Llegué convencido de que odiaría a la humanidad por su mala educación y cabezonería y que la tarde tendría mucho más ajetreo que la mañana, pero mis esquemas se rompieron por completo. Predominó la gente amable, incluso tres mujeres de tres generaciones distintas de una misma familia nos trajeron una caja de bombones por el trato recibido, también hubo mayor número de personas que prefirió madrugar a la que se esperó hasta el último minuto y ni rastro de las horas muertas.

Formar parte de una mesa electoral supone revisar DNIs muy distintos los unos de los otros, tener una regla de cartón en la mano y un subrayador fluorescente en la otra, cantar nombres y apellidos y explicar una y otra vez que la papeleta blanca va dentro del sobre blanco y el folio sepia en el interior del de su mismo color.

Si algo aprendí a la hora del recuento de votos, es que falta formación (sí, votar la requiere) y lo importante que es no cerrar los sobres en este caso. Por favor, si estás leyendo esto: DÉJALOS ABIERTOS Y FACILITARÁS EL TRABAJO A ESAS PERSONAS QUE, MIENTRAS TU VES EL ESCRUTINIO POR TELEVISIÓN EN CASA, ELLAS ESTÁN CONTANDO votos nulos y también en blanco.

Al final, el domingo transcurrió sin llamadas al orden y pudimos hacerlo posible gracias a un trabajo en equipo que, de no ser así, lo hubiera hecho todo mucho más difícil.

Aunque todo saliera mejor de lo que esperaba, creo firmemente que el Universo me debe una y muy gorda. Yo ya viví la experiencia y ahora te toca a ti. Mientras, estaré esperando mi correspondiente entrada para Portaventura y espero que escuches cómo me desahogo montado en el Dragon Khan.