“Si hacía cosas que a él no le gustaban, automáticamente dejaba de sentir deseo sexual hacia mí”, comparte Sonia con Yasss, “y me lo hacía notar de manera muy hiriente”. A través de frases como “que le daba asco, que le parecía sucia, que ya no le ponía”, él intentaba hacerla sentir culpable. ¿Los motivos? “Depende. A veces, me lo hacía cuando yo quedaba con mis amigas. También si salía de fiesta. Y luego me acuerdo que empecé a trabajar en un hospital y cuando me tocaba con un compañero que a él le ponía celoso, también me castigaba con el sexo”.
Al igual que le sucedió a Sonia, muchas personas viven esta manipulación sutil que involucra al sexo. Las dos grandes preguntas son cómo identificarla y cómo gestionarla.
Sexo como castigo: cómo identificar esta forma de manipulación
La primera señal de alarma es que el sexo se convierte en una decisión unilateral. Tu pareja es quien decide cuándo os acostáis o no. ¿De qué depende esta decisión? De que tú cumplas ciertos requisitos absurdos. Te tienes que “portar bien” o ser “un buen novio” o “una buena novia” a ojos de tu pareja para ganarte su deseo. En el caso de Sonia, “portarse bien” o “ser una buena novia” significaba renunciar a sus amigas, no salir nunca de fiesta o evitar a ciertos compañeros de trabajo.
La segunda señal de alarma es que tu pareja te provoca una falsa sensación de control. En otras palabras, te hace creer que si quieres tener sexo, depende de ti. Solo tienes que dejar de hacer las cosas que a tu pareja molestan. ¿El problema? Que esas cosas que a tu pareja le molestan no tienen nada de malo. No eres egoísta por querer ver a tus amigos de vez en cuando. No eres mal novio o mala novia por tener compañeros del otro género.
La tercera señal de alarma es que el sexo se convierte en un medidor del estado de la relación. Es cierto que el sexo influye en la relación, pero no es sano que lo bien o mal que os va, dependa de lo mucho o poco que os acostáis.
Cómo gestionar la manipulación sexual en la pareja
Identifica la posesividad y el control. Una cosa es respetar a tu pareja y actuar con responsabilidad afectiva, y otra ceder ante las exigencias de control de tu pareja.
Hablad claramente de vuestras necesidades en la relación. Pide a tu pareja que te explique qué le molesta de tu comportamiento. ¿Estás de acuerdo o te está exigiendo que renuncies a tu libertad?
¿Tu libertad implica dañar a tu pareja? Plantéate en qué medida tu comportamiento puede estar acabando con la confianza, el compromiso y la intimidad de la relación. Por ejemplo, si cada vez que sales de fiesta bebes y acabas gritando a tu pareja, es lógico que la relación (y por consiguiente el sexo), se deteriore.
¿Tu libertad no daña a tu pareja? En ese caso, tu pareja debe estar dispuesta a hacer autocrítica y dejar de utilizar el sexo como una forma de manipulación.
Si la relación es abusiva, corta por lo sano. Si tu pareja no es consciente de que te manipula, corta por lo sano. Si tu pareja es consciente de que te manipula, pero no hace nada para cambiar, corta por lo sano. Si tu pareja es consciente de que te manipula, intenta cambiar, pero toda esta situación está destrozando tu salud mental, corta por lo sano.