“La glucosa es veneno”, dice Máximo Pradera mientras apura su café, que toma solo con sacarina. Hasta hace tres años comía tan mal que le da “vergüenza” recordarlo, pero el cáncer de próstata irrumpió en su vida en 2019 y le cambió. Se propuso acabar con él (“ya lo he sulfatado”) y conocer absolutamente todo del enemigo al que se enfrentaba, una sabiduría que comparte con NIUS para “ayudar a otra gente”.
La enfermedad no frenó su capacidad creativa. En pleno tratamiento de radioterapia y bloqueo hormonal escribió dos libros, Viva la música clásica, ¡joder! y Están tocando nuestra canción (Kultrum), con curiosidades de personajes famosos a través de su música favorita. Y todo ello “en mitad de una pandemia, la nevada Filomena y una separación sentimental”.
El cáncer le ha “reconciliado con la muerte” a sus 64 años y ha cambiado su filosofía de vida, “ahora más estoica”, pero no su carácter aguerrido, burlón y a veces polémico. El que le dio la fama en Lo + Plus (programa por el que ganó su segundo Ondas, después del radiofónico Lo que yo te diga), y el que sigue desplegando en los programas en los que colabora (Julia en la Onda, A vivir que son dos días..) y en Twitter, donde ejerce de “activista de salón” y se define como el “Blade Runner de los difamadores”.
Dice que la televisión le “teme”, por su afición a desafiar los límites de la libertad de expresión, pero no la echa tanto de menos. Ahora prefiere explotar su vena política. Tiene “muy claro el diagnóstico en este país” y un plan para que "los españoles recuperen su confianza en el Estado" que le ha "ofrecido a Yolanda Díaz".
Además de periodista, presentador, guionista y escritor, Máximo Pradera es, probablemente, la persona que más sabe de música en este país (aunque, o tal vez por ello, "no le gusta el reggaetón"...). Lo comprobarán si leen la entrevista hasta el final.
Pregunta. ¿Qué tipo de cáncer has tenido?
Respuesta. De próstata. El mío era muy agresivo: Gleason 7.
P. ¿Cómo te lo detectaron? ¿Tenías algún síntoma?
R. Tuve un dolor de pelvis y febrículas, que eso siempre da miedo porque suele ser presagio de una enfermedad gorda. Mi doctora general pensó que era una prostatitis. Pero me hicieron una prueba PSA [análisis para detectar células cancerosas] con un marcador muy alto (90), y eso ya solo podía ser cáncer.
P. ¿Cómo reaccionaste cuando oíste la palabra “cáncer”?
R. Me lo detectaron en febrero de 2019. La primera reacción ante una enfermedad mortal es decir: “no me lo merezco”. "Yo he llevado una vida buena, he hecho feliz a mucha gente, yo no me merezco esto a mi edad". Pero la bobada se te pasa en cuanto pisas la sala de radioterapia y empiezas a ver niños con cáncer. Pero, “cómo qué no te lo mereces, ¿y este niño de 7 años se lo merece?”, piensas.
P. ¿Qué tratamiento has seguido?
R. El urólogo me quería operar de inmediato para quitarme la próstata. Pero yo me resistía y fui a un oncólogo. Al no haber metástasis, concluyó que no hacía falta cirugía sino radioterapia y tratamiento de bloqueo hormonal. Te pinchan una medicina para que no fabriques testosterona, porque al ser un cáncer hormonal se nutre de la hormona masculina. Fue la peor etapa y la única en la que necesité ir al psicólogo, porque te hunde bastante.
P. ¿Puedes decir que estás curado?
R. No es que esté curado, me lo he follado, he sulfatado al cáncer. Cuando el cáncer no puede comer, se encoge. El problema es que no puedes estar en bloqueo hormonal toda la vida, porque tiene muchos efectos secundarios negativos. Yo tuve muchos problemas de articulaciones. Hay que terminar por la radioterapia. El cáncer es como el Nexus6 de Blade Runner, quiere vivir para siempre. Pero es como un delincuente juvenil: peligroso, pero inmaduro. De esa inmadurez se aprovecha la medicina, para joderlo vivo: con quimio, radio, etc. A la célula cancerosa le cuesta autorrepararse cuando le das caña, mientras que la célula sana, sale adelante. Yo soy muy, muy duro de pelar. Y una vez que te curas, dices “nunca mais”, por eso doy ahora tanta importancia a la alimentación.
P. ¿Cómo afecta la mala alimentación a la probabilidad de contraer cáncer de próstata?
R. No todos los cánceres son metabólicos, pero yo creo que el de próstata sí es bastante controlable con la alimentación. Puede haber algo genético, o por mi edad, pero aprender a comer bien ayuda a prevenir también otras enfermedades como el Alzheimer o el ictus. El último informe de la OMS dice que la mala alimentación provocará 500 millones de enfermos de aquí a 2030. Comer sano ayuda al sistema inmunitario, que es el primer deber de un ser humano. Yo antes no tomaba Vitamina D, por ejemplo, ni me preocupaba por otros déficits que pudiera tener. Cuando tienes cáncer, los médicos te dicen que no te culpes, pero en cierta forma, el cáncer metabólico es culpa de uno, en mi caso de la desinformación.
P. ¿Qué haces ahora que no hicieras antes?
R. El drama de este país es que ningún médico te pregunta nunca qué comes. Yo dejé de fumar a los 30 años. No bebo alcohol, pero comía muy, muy mal. Me da vergüenza solo de pensarlo. ¡Desayunaba galletas Chiquilín de cuatro en cuatro! Me daba igual estar gordo, me parecía antiestético, pero nunca pensé que la comida fuera tan tóxica, sobre todo a largo plazo, por eso la gente no reacciona.
Hasta que descubrí a la nutricionista Ángela Quintas (A vivir que son dos días). Pesaba 103 kilos y ella me ayudó a perder los 10 primeros. Me detectaron mucha grasa en el hígado, que es importantísimo, al igual que tener controlado el colesterol y el azúcar en sangre. Como no conseguía quitármela con la dieta, hice ayuno intermitente por mi cuenta y en tres semanas lo revertí. Me he acostumbrado y ya como solo una vez al día, con todos los nutrientes que necesito. El ayuno te activa el cerebro, hay que hacer pasar hambre a las células, para que libere los cuerpos cetónicos.
P. ¿Qué más has descubierto a raíz de tu cáncer?
R. Que el azúcar es veneno. El epidemiólogo Miguel Ángel Martínez-González [entrevistado en NIUS], dice que el azúcar debería estar tan controlado como el alcohol. Yo me he comprado un glucómetro y lo miro siempre dos horas después de comer, que es cuando es determinante. La bioquímica Jessie Inchauspé detalla en su libro, La revolución de la glucosa, las tres normas básicas para equilibrar el azúcar en sangre: hacer ejercicio en la hora posterior a comer (10 minutos mínimo, yo paseo o hago remo); que el orden de los factores sí altera el producto, hay que comer primero verduras, luego proteínas y después hidratos; y tomar vinagre diluido en agua quince minutos antes de comer.
P. ¿Cómo llevó tu familia tu enfermedad?
R. Muy bien, dentro de que ellos lo pasan también fatal. Mi hijo tuvo un detalle muy tierno. Es economista, va a cumplir ahora 29. Un día me lo encontré con bigote. Me extrañó porque él suele llevar barba. Se lo dejó en solidaridad conmigo, porque el bigote es el símbolo ahora de la lucha contra el cáncer de próstata. Mi familia me ha apoyado mucho pero, sobre todo, he sido yo el que he tomado las riendas de mi vida. Hay gente que no le interesa preguntar, le da miedo saber lo que le pasa. Yo sí me he puesto las pilas.
P. ¿Por qué no se habla tanto del cáncer de próstata como del de mama?
R. No lo entiendo, porque es el más frecuente en los hombres, junto al de pulmón y colorrectal. Creo que los tíos somos más dejados que las tías en las revisiones. Yo mismo no me lo controlaba. Si hubiera sabido todo lo que se ha avanzado en las pruebas de detección, probablemente me hubiera revisado antes. Hubiera tenido cáncer igualmente, pero no tan avanzado.
P. ¿El cáncer te ha ablandado el carácter? Fue muy polémico cuando pareció que le deseases un cáncer a Macarena Olona, lo que provocó tu despido del diario Público. ¿Te arrepientes?
R. Sí, porque de rebote le causó problemas a Julia Otero, por la que siento gran afecto. Fue agredida en redes por mi culpa. Mi libertad de expresión termina donde empieza el bienestar de la gente a la que quiero, en ningún caso donde quiere Macarena Olona. En cuanto a Público, creo que con que el redactor jefe se hubiese leído el artículo y me hubiese pedido quitar los nombres concretos, el problema se habría solucionado y la idea habría quedado clara. Cuando colaboro en un medio, entiendo que no estoy en mi casa. Y que no basta con que algo sea -lo reconoció hasta la propia Olona- libertad de expresión, tiene que ajustarse a su libro de estilo. Pero nadie me llamó. Cuando Olona lanzó a sus orcos contra mí, a la hora de colgar el artículo, Público, inexplicablemente, lo mantuvo durante 48 horas.
Y quiero dejar claro que yo no le deseé un cáncer a Olona. Ese artículo no era una maldición gitana contra ella (puse ese nombre como podría haber puesto otro). Solo era una reflexión o metáfora sobre la justicia poética, y cómo en ese momento yo tenía la sensación de que los buenos estábamos siendo más castigados que otra gente que considero dañina.
P. ¿Eres coherente con la libertad de expresión? ¿Tú toleras bien las críticas?
R. No es que las tolere, es que no entro al trapo. Yo soy improvocable.
P. Eres tan ‘guerrero’ en las redes sociales que la Wikipedia ya te presenta como “activista”…
R. Activismo de salón, desgraciadamente. Aunque a partir de ahí he trabajado en varias campañas políticas. Y ahora le he ofrecido mis servicios a Yolanda Díaz [vicepresidenta del Gobierno y ministra de Trabajo y Economía Social]. Me gusta porque es abogada laboralista, tiene mentalidad jurídica y piensa siempre desde el lado de la negociación, el pacto. Me parece más productivo frente al “podemismo” de Pablo Iglesias.
P. ¿Cuál sería tu aportación a la política actual?
R. Tengo muy claro el diagnóstico en este país. Las instituciones están putrefactas, ya desde la época de bonanza de Aznar. El Banco de España, por ejemplo, pudo haber impedido la crisis de Bankia… Y ahora nos podemos volver a dar otra hostia. Hay que reformar todas las instituciones (el Tribunal de Cuentas, el Congreso de los Diputados, la Agencia Tributaria…). Ver lo que está fallando y cambiarlo. Porque eso aleja a los ciudadanos del Estado y los impuestos, y favorece a la derecha. Yo defiendo que la izquierda no tiene que ser Robin Hood, como dice el “Pablismo”, dar el dinero de los ricos a los pobres, sino defender la democracia a través de la defensa de las instituciones. La derecha no quiere instituciones, quiere ley de la jungla.
P. Pareces más interesado en la política que en la televisión. ¿No la echas de menos?
R. Yo estoy muy satisfecho de haber hecho durante 6 años un programa [Lo + plus, que copresentó con Fernando Schwartz y Ana García Siñeriz] que sigue estando entre los mejores de la historia:
Lo último que hice fueron dos temporadas de Clásicos e Irreverentes en La 2 (2018). He dado mucho en la tele y cuando me llaman para televisión, voy, pero es que no me llaman. Ni falta que hace. No quiero hacer tele por tele. Solo si hay un proyecto chulo, como lo último que hice con Juan Carlos Monedero o en TV3. Hay un miedo de los empresarios, “Max no, que da problemas”. Pero lo cierto es que yo me ajusto a lo que me piden los jefes. Ni siquiera en Twitter, que ahí sí me siento más libre, me han suspendido nunca la cuenta.
P. Lo que no has dejado es tu faceta de escritor y divulgador musical. En plena lucha contra el cáncer, has lanzado dos libros sobre música…
R. La enfermedad no me frenó, al contrario. La música me ayudo a profundizar y olvidarme del cáncer. Además, se me juntó todo: cáncer, tratamiento, pandemia, la nevada Filomena), la separación de mi pareja...
P. En “Están tocando nuestra canción”, propones conocer a los famosos a través de su música favorita…
R. Sí. Me gusta que la portada sea en blanco y negro, porque le da un cierto toque intelectual y siempre está asociado con la abstracción. En un momento en el que todos los libros te lanzan el mensaje de “cómprame” a base de colorines, nosotros vamos y decimos “cómprame si quieres”. Elegí como título una frase (“Están tocando nuestra canción”) muy conocida en el cine (Casablanca) y que todos decimos alguna vez. Y además es un libro interactivo. Tiene un código QR para que puedas escuchar en el móvil las canciones que menciono mientras lo lees. Creo que es el primer libro que lo tiene, y en este caso es fundamental.
P. Tu otro libro, ‘Viva la música clásica, ¡joder!’, es directamente un audiolibro…
R. Sí. Es la historia de la música clásica en 13 horas donde tarareo y canto mis canciones imprescindibles.
P. En tu libro hemos descubierto que Hilter escuchaba discos de músicos judíos, que Sinatra odiaba Strangers in the night (la favorita de Sadam Hussein). O que la canción favorita de la reina Isabel era Dancing Queen… ¿Qué es lo que más te sorprendió a ti?
R. Hay una cosa que da grima, que yo ya lo descubrí en El silencio de los corderos: descubrir que a un monstruo le puede gustar lo mismo que a ti. A Hitler le encantaba un concierto de Tchaikovsky; y a Stalin, el concierto 23 de Mozart. El único con el que no coincidiría es con Franco, pero incluso La Habanera de Marina es una cosa muy divertida. La música une todo lo que la política divide. A Almudena Grandes, que era muy roja, le gustaba la copla. La música trasciende al partidismo, que viene de partir la sociedad. Ahora quiero hacer la versión española, con personajes vivos. Y he propuesto un programa de radio basado en el mítico Discos para una isla desierta (BBC), donde los famosos eligen la canción que se llevarían.
P. ¿Qué canción te llevarías tú a una isla desierta?
R. Ahora estoy enganchado a una de amor y pérdida. I’ll be seeing you, versión de Dinah Shore de la de Billy Holiday. Es una despedida entre dos amantes. Valdría ahora para las mujeres ucranianas. Dice: “cada cosa que vea me estará recordando a ti”…:
P. ¿Y cuál odias y no te llevarías nunca a una isla?
R. Rubén Amón me descubrió un tema de Mocedades, Cuando tú nazcas, basado en la séptima sinfonía de Beethoven, que podría ser una de mis odiadas. ¡Es asquerosa! [Risas]
P. ¿Crees que la música que escucha una persona la define?
R. A veces sí. Se dice que el jazz es de pobres y la ópera de ricos. Pero también es muy tribal, a la gente le gusta mucho el postureo, como contaba en mi libro anterior, Tócala otra vez, Sam.
P. ¿Decir que no te gusta el reggaetón es postureo?
R. Si aprecias la música clásica el reggaetón te puede hacer gracia, pero es una música demasiado repetitiva. A mí no me gusta ni Rosalía, me hace gracia para un rato. El conocimiento de la música clásica, la más sofisticada y donde se origina todo, ayuda a disfrutar más de la música que escuches habitualmente. Yo al reggaetón lo considero una “habanera acelerada y cocainómana”. Y tampoco me gusta la letra, que también es importante.
P. La música cura y también puede ser una terapia para el cáncer…
R. La música cura o te hunde, según la uses. Yo sí creo en la musicoterapia. Hay enfermos de Alzheimer que no son capaces de reconocer una cara, pero la música está en un sustrato muy profundo de su cerebro. Es muy bueno y te la puedes aplicar tú mismo.
P. En definitiva, ¿qué te ha enseñado el cáncer?
R. Cuando tienes un cáncer te reconcilias con la muerte. La propia estructura de la célula está hecha para morir. Lo sano es morirse, solo el cáncer es inmortal.
P. ¿Tuviste miedo a la muerte?
R. La gente que tiene miedo a la muerte es porque cree que nosotros avanzamos hacia ella, cuando es al revés. La muerte no existe, porque en el momento que llega, tú ya no eres. La muerte avanza por detrás y se va apoderando de ti. Cuando ves que todo lo que tienes delante de ti es vida, se te pasa el miedo. Lo dramático es no aprovechar la vida.
P. ¿Cómo te ha cambiado en lo personal?
R. Me ha hecho abrazar la filosofía, ahora soy muy estoico. Es una filosofía muy práctica, en el sentido de vivir sin preocupaciones. Una de las grandes causas de infelicidad en el ser humano es vivir atormentado por cosas que no controlas. Es como pagar intereses por un dinero que no debes.