Chaquetas bordadas, manos tatuadas con “M” en cada dedo y espaldas friccionando con otras espaldas, eran algunos de los elementos que se podían ver enfilados frente al Wizink Center bajo el sol veraniego de Madrid. Ni los 38 grados, ni el sudor evaporado fueron excusas suficientes para evitar que los y las “Mototmamis” (o “Motomaris” gracias a la periodista Ana Blanco) se quedaran esperando durante seis horas, algunos de pie, otros en el piso, para estar lo más cerca posible de su "reinona". Incluso, algunos bomberos voluntarios que estaban allí, se mostraron compasivos y se ofrecieron a dar "una alegría" abriendo su manguera para refrescar a las multitudes dispuestas a aguantar el calor con tal de lucir sus remeras con el logo del tour o llevar un “Motomami” impreso sobre el cuerpo. Un momento quizás esperado por meses.
El concierto empezó a las 21:15 puntual, casi como si la catalana fuese suiza. Expectativa y curiosidad se respiraba por todo el estadio gracias a las 15 mil personas que llenaban el aforo y se habían hecho una idea de lo que podía suceder y podían esperar del show gracias a las “migajas” que aparecieron en redes sociales. Pero en los conciertos todo puede pasar.
Ya sentada en mi lugar, luego de atravesar los largos y populosos pasillos del estadio, algo llamó la atención al escanear el contexto: un escenario “minimalista”, es decir, nada más que tres pantallas blancas y un piso del mismo color sin nada alrededor. ¿Dónde están los instrumentos, los elementos de baile, las luces de colores? De a poco la curiosidad de se iba apoderando de mí y mis pensamientos, hasta que fui interrumpida por la aparición repentina de la artista y su séquito de bailarines (todos hombres) quienes llevaban máscaras iluminadas con forma de toro .
Durante toda la velada, gracias a la "humilde" puesta en escena, pude entender de su significado: el centro de atención no pasó a ser otra cosa que la mismísima Rosalía. Si bien mis ojos a veces se turnaban entre las pantallas gigantes que rodeaban el escenario, lo cierto es que la cantante era magnetizante. Su voz, sus gestos, su actitud eran suficientes. Con muy pocos recursos durante toda la noche, el foco es ella y a diferencia de un "típico espectáculo" en donde esperas los bailarines, los elementos, las piñatas y fuegos artificiales, este es diferente: aquí no hay nada, pero pasa mucho.
Solo bastaron unas pocas escobillas, unos cubos blancos, unos patinetes y un piano para acaparar 22 mil pares de ojos durante dos horas y media. La producción y la cantante se apoyan mucho en los bailarines, que son un recurso imprescindible para cada una de las canciones y el “show” también lo hacen ellos quienes se fusionan a tal perfección con la artista hasta parecer “uno solo” en acción.
El minimalismo también se ve en un único vestuario. Lejos de tener miles de cambios de atuendo, un traje rojo intenso, compuesto por una falda de piel y una chaqueta con el mismo tono y material se combinaban a la perfección con unas botas altas y con gran taco que no fueron impedimento para coreografiar todas sus canciones y hacerme saltar de mi asiento para bailar.
Nótese también que logra crear un “ritmo” de concierto y uno muy variado y fluido. La de San Cugat de Vallés, de forma muy armónica y casi invisible para la percepción humana, hace que uno escuche una melodía en total silencio y tranquilidad, y en cuestión de segundos cambie el flujo de los hechos y hace que uno quiera bailar sin control. Varía de temas como “Hentai” sentada en un piano que se combina a la perfección con su inigualable voz generando una paz penetrante y en pocos segundos logra cambiar el ambiente en 180º y convertirlo en una fiesta de baile con su canción “La Combi Versace” con quien hace un impecable trabajo con su colega Tokischa .
Lo cierto es que pese a que no me considero una auténtica seguidora de la cantante, debo reconocer que el talento de la catalana son notables y vale la pena ser testigo de ello, pues he sido conquistada. Es por ello que la lista de momentazos a destacar sigue.
Como parte de los hitos que nos regaló al publico Madrileño, la Motomami hizo una encuesta en pleno show sobre su canción no publicada, pero que venía circulando en redes, con un nombre tentativo conocido como “Despechá”.
“Despechá o de Lao a Lao”, preguntó al público sobre cómo se tenía que llamar para la canción. Fue allí cuando junto con las miles de personas que me acompañaron, inflé mis pulmones y grité con todas mis fuerzas "Despechá", cual fanática, sin dudar de que el otro nombre no era el adecuado. “Oficialmente la bautizo Despechá”, dijo riéndose con los labios sobre el micrófono tras escuchar la contundente respuesta de sus fans. Es así como Madrid la bautizó.
Es posible decir que durante la noche tuve una "doble primera vez": viendo a la Rosalía y viendo el original recurso de las cámaras 24/7. En mi larga y abundante trayectoria de conciertos, nunca había visto tal despliegue de cámaras en todos los puntos que fueron utilizados como recurso elemental para construir el espectáculo. ¿En qué consistió? La cantante y su equipo de baile era cada segundo retransmitida en las dos pantallas gigantes que acompañaban el escenario a través de diversas cámaras en distintos puntos del lugar: a veces ella tenía una en la mano, otra cámara la enfrentaba en el escenario, otra en el “hombre cámara” que la perseguía y rodeaba todo tiempo documentando todos sus movimientos y otra incluso en el patinete que utilizó en pleno show.
Como dice su canción "abcdefg", Gracias a este elemento audiovisual era la auténtica "reinona" del espacio. Las escenas captadas y retrasmitidas fueron uno de las razones por las que mis ojos no se podían despegar de los dos telones blancos. Dndo vueltas, en giros 360º, en blanco y negro, en verde, en violeta, en ojo de pez, así fue las diversas formas en las quela pantalla se fusionaba a la perfección con lo que estaba ocurriendo y que contaban lo mismo que el escenario pero de forma distinta y en "pedazos”.
Los dos telones blancos me hicieron sentir una cierta cercanía y "psicodelia" con los recursos de imagen que mareaban y que me hicieron meterme en otro tipo de espectáculo mientras que si giraba mis ojos en dirección al escenario "de la vida eral" era acaparada por los bailes y la presencia de la actitud de la joven, quien gracias a sus expresiones y actuaciones hacía que uno se compenetre con lo que ocurre sin dar importancia al espacio y tiempo.
Reí y lancé carcajadas en un momento especial del show. No solo me reía junto con el público cuando la autora de ‘Sakura’ bromeaba con sus canciones e interactuaba con nosotros, sino que durante su verdadero "guiño" con sus seguidores. Cuando comenzó a sonar en mis oídos "La noche de anoche" (su colaboración con Bad Bunny), la artista bajó sigilosamente del escenario y a sorpresa de todos entrega amablemente el micrófono a uno de los presentes. Risas y confusión comenzaron a salir de las caras de la gente que me rodeaba que no entendía de donde venia esa voz desconocida y tan desafinada pero con mucha pasión. Se trataba del mismísimo fan quien se había adueñado del micrófono y del estribillo de la canción, haciendo también reír a la autora de "El mal querer".
El siguiente gesto con sus seguidores escaló a otro nivel. Poco a poco, noté como en lugar de los siete bailarines de siempre, empezaron a aparecer más bailarines sobre el escenario y con diversos atuendos que no iban acorde con los trajes enredados y al "cuerpo" del "dream team" de Rosalía. Entre abrazos y movimientos de cadera que pude testificar en las pantallas fue evidente se trataba de personas del público que habían sido invitadas a bailar con la artista y su séquito de talentosos bailarines, a quienes después agradeció ¿Qué honor no?
Para sorpresa de todos, Rosalía no estuvo sola en el escenario sino que evocó a varios colegas de la música interpretando sus covers. Desde 'Perdóname' de La Factoría hasta 'Blinding Lights' de su amigo The Weeknd sonaron por todos los rincones del Wizink y levantaron todos las voces de los comensales quienes se sabían la letra a la perfección. Es allí, cuando noté que la catalana ha llegado muy lejos no solo por su talento musical, sino por sus gestos de amor y generosidad con su público que tiene devoción por ella y fuertes lazos dentro de la industria musical.
Entre los fanáticos que pudieron disfrutar del show se encontraba todo tipo de cara conocida que se proclama ser fan de la Motomami. Desde los lugares, edades y perfiles más remotos disfrutan de su música y eso se ha podido traducir en la foto que ha comenzado a circular esta mañana en redes sociales, apenas unas horas después del concierto. Nada más ni nada menos la imagen muestra a Belen Esteban, Pedro Almodóvar y a la única a inigualable Rosalía posando todos juntos con una sonrisa de oreja a oreja en el backstage. Minutos antes de comenzar el show, varios de los presentes se percataron de la presencia de ambas figuras y empezaron a vitorear a ambos al son de aplausos y silbidos.
Ambos se han pronunciado con anterioridad que eran seguidores de la catalana, así como el director de cine quien trabajó con ella en la película que dirigió con Penélope Cruz, 'Dolor y Gloria' que contó con la participación de la artista. Sin dudas tampoco se iba a perder el eventazo.