El sexo debería ser sinónimo de placer, pero para muchas personas es sinónimo de presión. Presión por disfrutar y que tu pareja también se lo pase bien, por no herir sus sentimientos, por no tardar poco, pero tampoco demasiado, por asemejarnos lo máximo posible a esa imagen idealizada del sexo que nos ha transmitido la pornografía y el cine… En definitiva, por ser perfectos en la cama, aunque para ello tengamos que fingir y renunciar al placer.
Aunque para algunas personas fingir un orgasmo es algo impensable, lo cierto es que la mayoría de la población femenina lo ha hecho alguna vez en su vida –concretamente un 52,1% según el estudio Ficción vs. Realidad en el Sexo–, y un gran número de hombres también –un 21,2%–. ¿La razón? Preservar la autoestima de la pareja sexual.
Desde la psicología y la sexología se ha analizado la relación entre autoestima, ansiedad y tendencia a fingir orgasmos, encontrando que cuando una persona percibe que el ego de su pareja depende de si ella logra disfrutar o no, siente más ansiedad y, por lo tanto, renuncia a su placer fingiendo un orgasmo.
Esta baja autoestima está muy ligada al concepto de masculinidad frágil, un conjunto de creencias sexistas que obligan a los hombres a presionarse para ser un diez en la cama, para lograr que sus parejas siempre disfruten o para aguantar durante horas porque creen que eso es placentero, y no es ni necesario ni sano.
Tampoco es sano enfadarte con tu pareja cuando no tiene un orgasmo o incluso echárselo en cara con preguntas como «¿Es que ya no te pongo?» o «¿No te ha gustado?». Este interrogatorio sexual aumenta esa presión de la que hablábamos al comienzo del artículo y deriva en una mayor tendencia a fingir el orgasmo.
También influyen las creencias estereotipadas respecto al sexo: que debe ser siempre placentero y que el orgasmo es el fin. No es cierto. Se puede disfrutar igual sin alcanzar el clímax y a menudo la propia presión que nos autoimponemos es la que sabotea nuestro placer.
En resumen, las expectativas son las grandes culpables de que se finjan los orgasmos. A veces, estas expectativas tienen una razón, por ejemplo, que tu pareja te haya hecho sentir culpable por no tener un orgasmo (consciente o inconscientemente con una actitud victimista). Otras, las expectativas surgen de nuestro propio pensamiento distorsionado, por ejemplo, cuando tu pareja es un amor, respeta tus tiempos, jamás te ha presionado, pero aun así tu tienes metido en la cabeza que debes correrte para no dañar su autoestima.