Adrián tiene 21 años y vive en casa de sus padres. Tiene mucha libertad para salir de fiesta, viajar o quedar con sus amigos, pero hay algo que no sabe cómo hacer: invitar a una chica a su casa cuando quiere tener sexo.
“Dependo de si la chica en cuestión vive sola o de si mis padres están de vacaciones, cosa que solo pasa una vez al año, así que imagínate”, comparte con Yasss, “y todo esto obviando lo cortarrollos que es decirle a una chica que vives en casa de tus padres”.
Esta situación ha hecho que Adrián se plantee hablar con sus padres de sexo, una conversación que nunca se ha producido en su familia. “Entiendo que no es plan de llevar cada fin de semana a una chica, pero ahora estoy conociendo a una persona que me gusta y me apetece sexo, no quiero tener que estar calculando cuánto tardarán mis padres en hacer la compra o en tomar algo fuera para poder disfrutar”, confiesa. “¿Les parecerá mal que les pregunte si puedo llevarla? Lo único que quiero es un poco de privacidad cuando estemos en casa, no sé si es mucho pedir”, añade.
Cuando hablamos de tener sexo en casa de los padres todos nos imaginamos a una adolescente que quiere hacerlo por primera vez con su pareja, pero en España el 64% de los jóvenes de entre 25 y 29 años aún no se ha independizado según los datos del Eurostat.
A esa edad quizá no has encontrado un trabajo estable o un alquiler asequible, pero sí habrás conocido a una –o varias– personas con las que has querido tener sexo. El problema es que sin intimidad es muy difícil disfrutar del sexo, especialmente cuando es en pareja.
Esta dificultad radica en parte en la educación sexualmente represora que se nos ha inculcado a las generaciones millennial y zeta.
Son muchos los padres que jamás han hablado de sexo con sus hijos o que incluso han tratado este tema como algo prohibido, negativo o a evitar, especialmente cuando eres mujer. En consecuencia, desde pequeños crecemos pensando que el sexo es un tabú o una cosa a esconder, una mentalidad muy tóxica si tenemos en cuenta que tarde o temprano la sexualidad va a formar parte de nuestra vida. Es como si nos culpabilizasen por tener amigos, querer estudiar o desarrollar una ideología propia. Todos, de una forma u otra, vamos a explorar la sexualidad. A veces lo haremos en solitario, sobre todo durante nuestra adolescencia, y a veces en pareja, y eso no es malo ni mucho menos.
Sin embargo, que la sexualidad (y las ganas de tener sexo como parte de ésta) sea algo natural no significa que debamos imponer nuestras necesidades a las normas de convivencia independientemente de si vives con tus padres, con amigos o solo.
Hay situaciones que pueden suponer una falta de respeto. Por ejemplo, vivir solo y tener sexo muy ruidoso con la ventana abierta un lunes a las dos de la mañana porque vas a molestar a todo el vecindario. También está un poco feo compartir piso y tener sexo en el baño cuando uno de tus amigos necesita usar el váter o la ducha. Pero, ¿qué situaciones sexuales son irrespetuosas cuando vives con tus padres?
Desde el punto de vista de la Psicología, las mismas situaciones que serían irrespetuosas con otra persona. Tus padres merecen respeto, pero el mismo respeto que merece cualquier otro ser humano. No son dioses a los que debamos pleitesía.
Otra cosa son los límites que habéis consensuado en vuestra familia. Eso es idiosincrásico de cada hogar o, en otras palabras, depende de cómo tus padres y tú os hayáis organizado.
1. Si no las hay, cread unas reglas de convivencia relativas al sexo
Como bien comentaba antes, algo básico para disfrutar del sexo si vives con gente –especialmente si esa gente son tus padres y si pasan mucho tiempo en casa– es crear unas reglas de convivencia. Esto significa que vas a tener que hablar con tus padres de sexo. Sí, lo sé, puede parecer abrumador, pero es algo natural y no tienes que avergonzarte.
Coméntales la situación como algo hipotético para que la conversación sea más sencilla. En vez de decir “mamá, papá, este fin de semana voy a traer a un ligue” puedes optar por decir “mamá, papá, imaginaos que un día conozco a alguien, nos gustamos y queremos intimidad, pero no podemos en casa de él/ella ni en ningún otro sitio. ¿Podría venir a casa?”.
Si su primera respuesta es “no”, toca debatir hasta llegar a un punto intermedio. En cambio, si te dicen “sí”, será necesario seguir hablando un poco más para conocer los límites de la convivencia. La siguiente pregunta que debes hacer es “¿Y si estáis vosotros en casa?”.
2. Defiende tus derechos, respeta los de los demás
Una vez hayáis consensuado las reglas de convivencia toca cumplirlas. Puede que un día conozcas a alguien que te excite mucho y tengáis un calentón increíble, pero no podrás ir a tu casa porque así lo habéis decidido tú y tus padres. En vez de cabrearte, busca alternativas.
3. Organízate para conocer los momentos en los que tus padres no están
No es cuestión de que limites tu vida sexual a cuando tus padres están de vacaciones, sino de que te organices para saber cuáles son los momentos que más intimidad vas a tener.
Si tus padres se van al pueblo los fines de semana, aprovecha. Si todos los viernes salen a tomar algo con tus tíos, aprovecha. Si trabajan por la tarde, aprovecha. Si los sábados por la mañana van a hacer la compra y sabes que están fuera un par de horas, aprovecha.
Esto puede resultar un poco agotador, pero cuidar tu vida sexual cuando no te has independizado requiere de mucha energía y, sobre todo, organización.
4. Mejor de noche que de día
Habrá ocasiones en las que las ganas de tener sexo llegarán cuando tus padres están en casa. Si eso ocurre, prioriza la noche porque tus padres estarán durmiendo.
Pero ojo, lo ideal es ir con la verdad por delante. Si vas a llevar a tu pareja sexual a casa, llama a tus padres y avísales de que se va a quedar “a dormir”.
5. Sé sincero con tus padres y sobre todo con tu ligue
Al igual que es importante ser sinceros con nuestros padres (pero sin pasarnos con los detalles, que tampoco son tus colegas), es todavía más importante ir con la verdad por delante con tu ligue.
No hay nada malo en seguir viviendo con tus padres. Al fin y al cabo, vivimos en una sociedad muy precaria en la que muchos contratos de trabajo son basura y los alquileres son completamente abusivos. Lo que sí es bastante cortarrollos es sentirte inseguro por no haberte independizado y, en consecuencia, ocultárselo a tu pareja sexual. Tarde o temprano vais a ir tu a casa y verá fotos familiares, ropa que quizá no es juvenil, una habitación de matrimonio que no es tuya… Y en ese momento llegará “la bajona” sexual.