Original iniciativa la que se le ha ocurrido al arquitecto Joan Juncosa en Barcelona. Un día, para matar el tiempo durante el confinamiento, empezó a decorar calles y fachadas con baldosas hidráulicas de las utilizadas en las antiguas viviendas del ensanche. Estaban camufladas entre el histórico suelo de la Ciudad Condal o colgadas en cualquier rincón.
Su sorpresa ha sido descubrir que turistas de todo el mundo se las han llevado a sus países y ahora lucen en las calles de sus ciudades. "Iban desapareciendo baldosas de Barcelona y a los dos o tres meses empezaban a aparecer en Estambul o San Francisco. Entonces me dije, Dios, esto está funcionando", cuenta Joan.
Él coloca las baldosas, cualquiera puede cogerlas y llevárselas. A cambio solo pide una foto en su nuevo destino. Es su particular homenaje a una de las señas de identidad de la ciudad. Sus baldosas viajeras no dejan de hacer kilómetros.