En pleno auge de la diversidad de identidades y prácticas sexuales, cuando conceptos como género no binario o poliamor forman parte de la conversación diaria y los juguetes sexuales se convierten en el producto más vendido, una historia de la sexualidad nos demuestra que en cuestiones de placer, no hay nada nuevo bajo el sol. De eso saben mucho María Bastarós, historiadora (Zaragoza, 1987), Nacho M Segarra historiador (Segorbe, Castellón, 1976) y Cristina Daura, ilustradora (Barcelona, 1988), responsables de Sexbook, una historia ilustrada de la sexualidad (Lumen, 192 págs). Con un estilo ameno y didáctico salpicado de anécdotas, abordan cómo se han enfrentado todas las culturas a las principales cuestiones relacionadas con los asuntos del placer. Y a lo largo del proceso de escritura ellos fueron los primeros en sorprenderse. “Una de las cosas que descubrimos haciendo el libro es que aunque los conceptos sobre sexualidad cambian en cada época siempre hemos necesitado manuales. Primero en la época antigua, luego con el auge del cristianismo, después las artes amatorias del renacimiento… y así hasta ahora. Más que fascinados, es que siempre hemos necesitado ayuda”, señala Nacho Segarra.
Para facilitar esta ayuda, los dibujos de Cristina Daura son ejemplares. Con un trazo preciso y un exquisito gusto por el color, Daura tiene una máxima: “La ilustración debe añadir algo más al texto, no es una fotografía, por eso la concibo como una reflexión más. Mamo mucho del cómic y en mis ilustraciones intento añadir ese tipo de narrativas”. Y explica el dibujo que acompaña el caso de la redada de los 41 en México, un episodio donde un grupo de hombres homosexuales, algunos de ellos vestidos como mujeres, fueron detenidos en una fiesta privada y deportados al Yucatán para alejarlos del ambiente de la capital. “No trata de un solo personaje y quería explicar cómo se transita de un espacio de seguridad que tenían a una vergüenza nacional a través de una narrativa”, señala la ilustradora.
A lo largo del libro, hay varios temas recurrentes que se repiten durante toda la historia. “Hay varios temas como el sometimiento de la mujer y negación de su placer sexual, o el miedo a la falta de potencia masculina, el trato despectivo al colectivo LGTB,… que aparecen en la Edad Antigua y llegan hasta nuestros días”, afirma María Bastarós.
En el caso del placer femenino, Bastarós tiene claro porqué la religión y el estado se entrometían en las cuestiones íntimas: “No siempre tiene que ver con la sexualidad, sino con establecer un determinado tipo de sociedad a través de la sexualidad. Por ejemplo, San Agustín a través del enfoque de las relaciones entre hombres y mujeres y de la sexualidad no por placer sino solo con fines reproductivos, está sentando las bases de lo que serán las sociedades cristianas durante los próximos 1.000 años”.
Segarra refuerza este punto de vista e introduce el matiz de la distinción entre público y privado, algo reciente en términos históricos: “el concepto entre privado y público es una creación del siglo XIX. Y como toda ficción narrativa tiene sus agujeros. Los estados y las religiones saben que controlando lo más íntimo, están controlando la sociedad” añaden los dos.
Porque si algo tienen claro, es que la regulación sobre la sexualidad ha servido para establecer dinámicas de control social como señala Bastarós: “Eliminas resistencias y ciertos tipos de interacciones. Por ejemplo, cuando a las mujeres que entran en un convento les dices que no pueden establecer ningún tipo de relación íntima y las obligas a dormir en camas muy separadas y con la luz encendida, estás impidiendo que se genere una alianza entre mujeres, que no tiene por qué estar relacionada con lo sexual, sino que evitas que se genere un poder que ofrezca resistencia al poder de los hombres”.
En el caso de las mujeres se trata de una dinámica muy presente. “Al final, a la mujer lo que se hace es negarla como sujeto político como sujeto deseante, como sujeto con una vida interior propia y no como sujeto exclusivamente al servicio de los demás. No solo se le ha negado la iniciativa sexual sino hasta el placer sexual. Se decía que los hombres tienen orgasmos, pero las mujeres no”, afirma María.
Esta negación del placer femenino ha estado presente a lo largo de la historia y siempre sometida al hombre como actor principal en las relaciones. “Hay que llegar a principios del siglo XX para que se empiece a hablar del clítoris como el órgano sexual que produce el placer, pero como reacción surgen discursos que defienden que la mujer con orgasmos clitoriales es una mujer infantil con un desarrollo psicosexual decrecido. Para que las mujeres sientan placer sexual tiene que ser siempre a través de la penetración, de esta forma se pone al hombre como herramienta para garantizar el placer de las mujeres”, señala Bastarós.
Y ante la creencia de que esos eran comportamientos pretéritos, hacen hincapié en la revolución que ha supuesto recientemente el satisfayer, provocando que abuelas, madres y nietas hablaran sin tapujos sobre su sexualidad. “Es fascinante como un producto que sale a la venta y que está destinado de manera muy específica a estimular el clítoris permite el debate sobre el placer femenino” afirma Nacho. “Es que hizo que se pusiera sobre la mesa el debate sobre el placer de las mujeres, además a un nivel muy intergeneracional. No solo hablaban chicas jóvenes, sino también mujeres mayores” interviene María.
El sexo no es solo cuestión de mujeres y los autores lo saben. La sexualidad masculina, también está presente y el momento clave es la pérdida de la virginidad. Nacho Segarra asegura que “hay algunos estudios de antropología sobre la masculinidad que sostienen que la pérdida de virginidad del hombre es como un rito de paso a la edad adulta, que en la mujer se puede produce con la menstruación. La pérdida de la virginidad masculina siempre tiene su mística, incluso con el padre que lleva a su hijo al prostíbulo”. María interviene y señala cómo “en el hombre reafirma su masculinidad y esa incorporación a la edad adulta y en las mujeres se asocia a una pérdida de valor social. El hombre que se desvirga gana valor y por eso no se busca un remedio para esa pérdida de virginidad, sin embargo para las mujeres existe la himenoplastia o reconstrucción del himen”.
Y sobre las identidades lgtbi y la eclosión del no binarismo que vivimos ahora, Sexbook también nos demuestra que no hay nada nuevo bajo el sol. “Los géneros son una invención social”, señala María, “que se han hecho para que el mundo funciones de una determinada manera por parejas compuestas por masculino y femenino y cada uno con unos roles determinados, pero a nivel sexual hay muchos más sexos que hombre y mujer, hay también más tipos de genitales. Desde que existe el género, existen personas fuera del género”. Para Nacho, abordar este tema, guardaba cierta complejidad: “Uno de los retos del libro era cómo explicar experiencias muy alejadas tanto de nuestra cultura, como de la dicotomía binaria hombre-mujer. Si a Jacob Fuguer, que era el banquero más rico del siglo XVI lo podíamos llamar capitalista antes del surgimiento del capitalismo, también podemos hablar de no binarios y de experiencias trans previos a nuestra época”.
Y es que la persecución a la que se ha sometido habitualmente al colectivo lgtbi ha sido una constante: “Los historiadores LGTB dicen que el desarrollo de las ciudades es lo que permite la aparición de las subculturas LGTB. Por ejemplo, alrededor de Caravaggio podemos identificar como una subcultura homosexual porque todo el mundo entendía que esos cuadros hablan de otras cosas aparte de los santos”, advierte Segarra.
Lo que sí es cierto, es que esa reclusión se ha superado y ahora vivimos una nueva época, como señala María. “Vivimos una explosión de afirmación de identidades que antes estaban silenciadas. Eso no implica una mayor libertad, sino que ha provocado una mayor reacción de gente conservadora. Incluso dentro del feminismo, hay un sector amplio e importante muy en contra de las identidades trans porque según ellas niegan la identidad de la mujer y otras cosas inventadas”. “Para la población adolescente, estas cuestiones sí se van a ver con cierta libertad y normalidad, que a lo mejor a otras generaciones nos ha costado más. Por suerte, ahora se pueden señalar actos homófobos para criticarlos y antes estaban aceptados sin ningún problema”, señala Cristina.
Precisamente, este era una de las motivaciones a la hora de abordar el reto de contar la historia de la sexualidad, según reconoce Nacho. “Cuando escribimos el libro éramos muy conscientes de los debates que había en la actualidad y los hicimos pensando en esos adolescentes para que formen parte de su conversación sobre identidades lgtb, no binarias, cis hetero…Nos apetecía mucho hacer un libro sobre la historia de la sexualidad y que tuvieran esos referentes históricos que siempre se han negado”.