El pueblo zaragozano de Belchite sigue muerto desde su destrucción en la Guerra Civil. Golpeado por batallas y bombardeos, Franco nunca permitió su reconstrucción al considerar que aquello era un símbolo de “la barbarie roja”, como decía el régimen. Pero todos mataron y murieron allí. Sus fosas comunes ahora descubiertas desvelan también que hubo centenares de fusilamientos a manos de falangistas solo unos días después del golpe de Estado que dio lugar a la Guerra Civil.
El tiempo se detuvo en Belchite. Hace ya 84 años, cada calle, cada escombro, y hasta las pocas paredes que aún quedan en pie recuerdan el horror de la guerra. Murieron 5.000 personas, y el pueblo acabó arrasado.
Franco en un primer momento juró edificar sobre sus ruinas una ciudad hermosa, pero no fue así: “Decidió dejar a Belchite como un símbolo de lo que es la barbarie roja”, explica Carmelo Pérez, alcalde del pueblo.
Hoy sabemos que tras la sublevación del 36 también los falangistas asesinaron y enterraron en fosas comunes a centenares de personas.
“Estamos hablando de en estos primeros días de unos 150”, explica José Ignacio Lorenzo Rizado, arqueólogo y antropólogo de la excavación. “Verlos te conmueve, te vuelve el cuerpo del revés”, sostiene, por su parte, Marisancho Menjón, directora general de Patrimonio del Gobierno de Aragón.
El pueblo viejo de Belchite fue declarado bien de interés cultural en 2002. “Es un símbolo que tenemos que consolidar”, defiende el alcalde. Ello, para que siga erigiéndose como un testimonio de la destrucción, del dolor y la sinrazón de la guerra.