Jorge Herralde: "El único oficio posible para mí es el de editor, no concibo una vida mejor"
La editorial Anagrama cumple 50 años de literatura emocionante gracias al tesón de un hombre, el editor Jorge Herralde.
Se celebra con uno de los catálogos literarios más envidiables del mundo, que incluye tres premios Nobel y siete Príncipe de Asturias.
Es una de las pocas editoriales que no ha sucumbido al envite de los grandes grupos. Se ha mantenido fiel a sus señas de identidad: calidad de los autores, textos seleccionados y traducciones impecables.
Confesaré que a Anagrama le debo la emoción que experimenté cuando descubrí Amor perdurable de Ian McEwan, un autor capaz de crear atmósferas tan inquietantes que le dan a la novela una sensación de amenaza constante… O a Emmanuel Carrère , Jean Echenoz o Julian Barnes. Estos autores y otros muchos forman parte de mis Libros amarillos, el apodo con el que se conoce cariñosamente a una de las colecciones más completas y ricas del panorama editorial nacional. El editor Jorge Herralde la creó en el año 1981 con un libro de Jane Bowles. Antes, en 1969, había fundado la editorial que este 2019 cumple 50 años. Sus bodas de oro. Una efeméride impresionante para tratarse de una editorial made in Spain.
El fundador nos cita para conversar una hora antes de que comience la gran celebración en un hotel. La lista de invitados es casi casi como la fiesta de Elton John después de los Oscar. Todos son estrellas. De Richard Ford a Alessandro Baricco, de Jonathan Coe a Yasmina Reza o Irvine Welsh. La lista es tan interminable como su portentoso catálogo. Ha publicado más de 4.000 títulos en este medio siglo siguiendo dos premisas: constancia y compromiso. "No ha sido fácil. Anagrama tuvo una primera década muy difícil porque empecé con una editorial muy politizada, muy antifranquista, con los secuestros correspondientes... 39 libros entre 1968 y 1969. Fue a partir del 81, con Panorama de Narrativas y Narrativas Hispánicas, cuando la editorial se enderezó y luchó. Y entonces varios grupos dijeron que me querían. En Planeta fueron especialmente tenaces. El viejo Lara me telefoneaba a menudo diciendo: Quiero comprar Anagrama con Herralde dentro".
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Y Herralde resistió, a diferencia de otras muchas editoriales que se han ido quedando por el camino. "En este medio siglo ha habido muchas luces y unas cuantas sombras. Lo habría hecho muy mal si en tantos años y con estos autores no hubiera despertado el apetito de los grandes grupos. Algunos han sucumbido a los cantos de sirena, la mayoría no. Y también autores de grandes grupos, que estaban incómodos, han venido a Anagrama. Creo que el balance es satisfactorio".
El secreto en muchísimos casos, asegura, se debe a la política de autor que ha llevado a cabo estos años. "A los autores que me gustaban muy especialmente, aunque no vendieran, seguía publicándolos, y muchos de ellos han triunfado después de años. El mismo Rafael Chirbes. Hasta sus dos últimos libros no fue considerado uno de los grandes escritores de su generación. O el mismo Kapuscinsky tardó siete u ocho años en despuntar. No digamos el famoso British Dream Team con autores como McEwan, Barnes, Amis o Kazuo Ishiguro. Tardaron una década en aposentarse, pero hoy uno de ellos es Premio Nobel".
Pregunta. ¿Qué debe tener un libro para que usted diga, lo publico?
Respuesta. Cuando es un manuscrito de un libro en español, en dos o tres páginas cualquier editor avezado se da cuenta de que allí hay un escritor. El talento es algo que se ve enseguida, como ese joven jugador del Barça, de 16 años, que ha encandilado a los aficionados. Pero una cosa es que haya talento y otra cosa que se desarrolle en todo un libro. Si se cumple, yo diría que es la máxima alegría de un editor. Cuando un texto de un autor desconocido llega a tus manos, te parece que es bueno y según pasas las páginas lo sigue siendo y va a más… y a más… Eso acaba siendo un gozo indescriptible.
Aunque ha traspasado el peso de la editorial a Silvia Sesé, a sus 83 años sigue infatigable, manteniendo un ritmo endiablado. En medio siglo como editor - "el único oficio posible para mí" -, dice, no quiere llegar a sentir nostalgia y sigue dedicando las noches y las madrugadas a leer y releer en su casa de Sarriá. "Mi mayor felicidad es el fin de semana, cuando paso horas leyendo manuscritos, con mis post-it y mis bolígrafos. No concibo otra vida mejor".
P. ¿Sería una indiscreción preguntarle por el autor que le ha dado más alegrías?
R. A eso, como editor, debería saber que no le puedo contestar. Los autores son muy quisquillosos. Pero me referiré a los difuntos… Carmen Martín Gaite, Sergio Pitol, Roberto Bolaño…..
P. Sigo insistiendo… ¿y el más insoportable?
R. Alguien del que no tengo noticias desde hace años y es bien conocido. Pero no le voy a decir el nombre porque todo el mundo sabe quién es….
No quiere que insistamos, pero en el horizonte se vislumbra a Javier Marías, quien le acusó de ser descuidero y mentiroso, y se fue dando un portazo a otra editorial. Sus peleas son legendarias, tanto, que a su lado las que protagonizó Thomas Berharnd con su editor Siegfried Unseld parece un juego de niños.
P. Debe ser muy complicado poder negociar con tantos egos...
R. Es un arte en el que uno no siempre triunfa. En algunos casos el ego ha sido tan enorme que ha hecho casi imposible la convivencia, pero son excepciones.
Herralde es consciente de la dictadura del mercado. Sabe como nadie que el éxito de un libro es absolutamente azaroso, pero en este medio siglo no ha sucumbido a la literatura fácil, el best seller. Y cuando le preguntamos por los premios, con fama de amañados, se revuelve. "Es muy fácil saberlo, sólo hay que analizar la biografía de cada premio. Entonces ves si corresponden, como es nuestro caso, sólo a la calidad, o hay derrapajes hacia lo comercial. Insisto en que no es el caso del premio Herralde de novela o el Anagrama de Ensayo. Le pondré un ejemplo. Publicamos un libro que se llamaba Elementos de lingüística matemática, si este premio estaba amañado, estaba amañado para suicidarnos".
Se define como un ser muy sociable, pero al que al mismo tiempo le apasiona la soledad… leer en paz para publicar y publicar. Una profesión de riesgo con un futuro más que incierto. "El panorama está muy complicado. Y no sólo lo digo yo. El gran editor francés, Antoine Gallimard, que trabaja en un país donde la cultura está infinitamente más protegida que aquí, ha hecho un diagnóstico terrible. Hay muchos males que acechan la lectura. Está Netflix, Amazon contra las librerías… los peligros llegan por muchos frentes. Yo, que soy exaltadamente optimista por naturaleza, me he convertido en un optimista afónico".
Se acaba el tiempo. Sus estrellas van entrando para la gran foto de familia. A uno de los primeros que abraza es a Jonathan Coe, al que le sigue Echenoz. En su catálogo está la creme de la creme de la literatura nacional e internacional. Un orgullo al que le pone un pero: no haber conseguido añadir a esta lista un nombre… el de Jorge Luis Borges.