La influencer trans Eva Vildosola se sincera en su primer libro: "Me duchaba con bañador para no ver mi cuerpo"
Esta joven influencer saltó a la popularidad el año pasado cuando sufrió una agresión en Barcelona por su condición sexual
Ahora, "se abre en canal" para narrar la historia de su vida en 'Me llamo Eva', el relato de su lucha por ser mujer
"Me gustaría ayudar a otras niñas que estén pasando por lo mismo que pasé yo, para que vean que hay luz al final, que pueden ser felices", dice a NIUS
Eva tiene 20 años pero siente que realmente nació hace apenas tres meses. El día en que se sometió a su operación de reasignación de sexo. El punto y final a un largo camino que empezó para ella "oficialmente" a los 14 años, cuando siendo un chico "flaco y desgarbado" anunció a su entorno que era una mujer y quería verse como tal. "Desde niña sentí que había nacido en un cuerpo equivocado", confiesa a NIUS.
Conocida en las redes como @evacastt, esta chica transexual, nacida en Navarra, se hizo conocida en todo el mundo tras denunciar el año pasado en Instagram una agresión tránsfoba en Barcelona, donde estudia moda. "De repente mi cara empezó a aparecer en todos los periódicos y televisiones, también fuera de España, en Alemania, Italia, hasta en Corea...", relata. Recibió miles de mensajes de apoyo desde todos los rincones del planeta. "Lo único que quería cuando lo compartí en redes es que la gente viese que a las chicas trans nos pegan solo por ser trans. No medí la repercusión que podía tener. Pensé que lo iban a ver mis seguidores y ya está, pero me fui a dormir y me desperté con un millón de likes en la foto Pasé de 15.000 a 200.000 seguidores en unas horas. Me costó asimilarlo", reconoce.
Convertida "sin querer" en un referente por la visibilidad LGTBI ahora Eva ha decidido "abrirse en canal" y contar su historia en un libro que ha titulado Me llamo Eva. Mi lucha por ser mujer (editorial Alienta) que acaba de llegar a las librerías. Un testimonio real a través del que descubrimos cómo es crecer rodeada de prejuicios.
Pregunta. Las vivencias que compartes en tu libro son duras. Me imagino que plasmarlas en el papel habrá sido díficil.
Respuesta. La verdad es que ha sido un machaque emocional importante, porque escribir tu propia vida es fácil y difícil al mismo tiempo. Fácil porque te sale solo pero complicado porque hay que revivir muchas cosas que no apetecen.
El libro es mi vida entera, me he abierto en canal y lo he contado literalmente todo, hasta cosas que nunca había compartido con nadie, ni con mi madre ni con mi mejor amiga.
P. ¿Qué es lo que habías ocultado hasta ahora?
R. La angustia que me invadía al ver mis genitales, me sentía mujer, pero tenía pene, y sólo verlo me daba asco. Lo odiaba. Me duchaba con bañador y esperaba a secarme al aire, sin toalla, por no tocarlo si quiera. Disforia de género se llama este sentimiento.
Cosas tan normales como ir de compras con mi madre se convertían en un auténtico infierno por la tensión que me generaba cambiarme en un probador. Tardaba media hora de reloj en desvestirme, pendiente todo el rato de la cortina, por si alguien me veía al pasar. Me daba terror.
P. ¿Siempre te sentiste así, desde niña?
R. De chiquitita se limitaba a querer ponerme falda, o maquillarme, o jugar con muñecas, pero la cosa fue yendo a más a medida que crecía. Recuerdo a los 11 años o así, cuando en el cole las chicas decían que les dolía el pecho porque les estaba creciendo y yo no entendía por qué a mi no me dolía. Siempre me sentí una mujer y era una pesadilla estar dentro de un cuerpo de hombre, un estar fingiendo constantemente.
P. ¿El paso por el cole fue duro?
R. Viví muchos episodios difíciles, se reían de mi porque era afeminado, me esperaban a la salida para pergarme, me peseguían, me hostigaban...
P. Uno de esos ataques provocó tu intento de suicido
R. Sí, aquel día precisamente no me pegaron. Me siguieron hasta casa insultándome pero conseguí zafarme, pero cuando llegó mi madre me escuché mintiéndole, diciéndole que me había ido bien en el cole, y estallé. Cuando ella salió a hacer un recado, entré en mi habitación y rompí toda mi ropa de chico, luego me tomé todas las pastillas que encontré en casa, paracetamol e ibuprofeno, y dejé una nota de despedida. Tenía 14 años.
P. Cuentas en el libro que la policía te localizó en mal estado...
R. Sí, mi madre les avisó y juntos me encontraron, yo apenas podía hablar, ni moverme, sentí que era el final, pero significó el principio de todo porque en el hospital donde me ingresaron para hacerme el lavado de estómago hablé con una psicóloga y me sinceré. Fue ella la que se lo dijo a mis padres.
P. ¿Cómo reaccionaron?
R. Mi madre se quedó en shock. Imagínate, le dijeron: "Usted no tiene un hijo, tiene una hija". Fue un jarro de agua fría, más que nada porque mi madre nunca había oído la palabra trans. No sabía siquiera que existía, que existíamos.
Mi padre también vino y lió una que le acabaron echando de allí, pero bueno, eso no es de extrañar. Nunca nos llevamos bien. No aceptaba quién era yo y no lo respetó jamás. Mis padres estaban separados y tenía que ir dos veces al mes a su casa, pero yo sentía que no era bienvenido. Allí escuché por primera vez "¡este niño es maricón!" después de que mi abuelo me pillara peinando a una barbie. Debía tener 5 o 6 años. Cuando cumplí los 14 no volví más y no he vuelto a saber nada más de él. Mi padre nunca me ha llamado. Hace ya seis años".
P. Has vivido y sufrido mucho para ser tan joven
R. Sí, he tenido que sufrir por ser diferente, por ser una persona transgénero. Eso es lo que me ha empujado a escribir este libro, ayudar a otras niñas que puedan estar pasando por lo mismo que yo. Para que vean que hay luz más allá, que no están solas, y que se puede salir del agujero y ser felices.
P. A ti te ha costado toda tu vida
R. Realmente sí, y desde que inicié el proceso seis años. Dos de psicólogos, porque tienen que diagnosticar si realmente eres trans, y cuatro de tratamiento, bloqueadores, hormonas... se hacen eternos, pero en mayo por fin me operaron.
P. Más dolor, aunque esta vez físico...
R. Sí, y encima como soy tan impaciente y lo quería todo en la misma intervenión me hice aumento de pecho y vaginoplastia. Las enfermeras me decían que era una valiente. Fue muy duro, porque con el pecho no podía respirar, no podía mover los brazos y tampoco comer, ni reirme... Con la vagina estaba sedada cada día, con antibiótios super fuertes, estaba como ida, no me sabía ni mi nombre. No podía orinar por mi misma. Estuve una semana con una sonda que aún recuerdo el dolor que tuve cuando me la quitaron. Estuve muy mal un mes y luego fui mejorando poco a poco. Lloré mucho, de dolor, pero también de felicidad porque ya lo había conseguido.
P. No puedo ni pensar cómo fue el momento en que te miraste al espejo y descubriste a Eva en su plenitud
R.Uff, fue literalmente increíble. Ahí estaba, en el espejo, la que siempre había sido en mi interior y ahora era también en mi exterior.
P. ¿Qué fue lo primero que hiciste?
R. Ponerme un bikini, llorar como una loca y correr a nadar. Llevaba seis años sin hacerlo y siempre he adorado nadar. Durante todo ese tiempo tuve miedo de que al meterme en el agua se movieran las prótesis del pecho o las múltiples braguitas que llevaba para ocultar mi pene. Es duro simular que tienes un cuerpo que no tienes. Así que el primer día en que me metí en el mar recuperé la paz, la libertad, me dije, ya, se acabó, lo has conseguido. Ha sido el mejor verano de mi vida.
P. ¿Y ahora?
R. Ahora quiero centrarme en acabar los estudios de moda y crear una marca de ropa que no tenga género. Igual que este libro es el manual que nunca tuve y siempre quise tener, pues ahora voy a hacer la marca de ropa que nunca vi y siempre quise ver.
P. Una curiosidad, ¿por qué elegiste llamarte Eva?
R. Fue un impulso, así se llamaba una youtuber a la que seguía con 14 años, cuando se desencadenó todo, y que me encantaba por la transformación que había vivido. Después busqué su significado: "la que da la vida" y sentí que no podía haber elegido mejor nombre. A mi, desde luego, me la ha dado.