Jorge Freire: "El ocio y la sensación de no hacer nada nos produce remordimientos"
"La concentración es lo opuesto a la dispersión", apunta el autor de 'Agitación'
"Es mentira que cuanto más sufres, más te purifica y mejor te hace; sufrir no te garantiza nada", afirma
Freire asegura que "vivimos en una sociedad consumista y capitalista donde prima lo instantáneo y al final vivimos como pollos sin cabeza"
Que arrastramos una vida acelerada y caótica no es nuevo. Por eso, Jorge Freire (Madrid, 1985) ha publicado Agitación (Páginas de Espuma), con el que se llevó el XI Premio Málaga de Ensayo. Con el subtítulo Sobre el mal de la impaciencia, Freire describe los males de nuestra sociedad que llevan a definir a lo que él llama el homo agitatus, un sujeto que no es capaz de reflexionar ni de tomarse las cosas con calma, homo agitatus porque piensa, igual que el ciclista, que si se detiene, se precipita por la ladera.
Pregunta: Señalas que vivimos tiempos de agitación, ¿esto explica que el cuidado de la salud mental se haya convertido en un tema prioritario?
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Respuesta: Sí, claro que tiene que ver. Y además, si me permites ser pejiguero, desde que la salud mental se ha convertido en un issue, como dirían los politólogos, han surgido los oportunistas que buscan arrimar el ascua a su sardina. Todo el mundo habla de la salud mental, pero nadie hace nada por la salud mental La agitación tiene que ver con la salud mental, pero también con la condición humana. Yo me remonto a una cita de Pascal que dice que los males del ser humano derivan de su incapacidad de estar a solas en la tranquilidad de una habitación. Esto demuestra que en cinco siglos, la condición humana no ha cambiado. Ahora bien, en nuestros días la situación ha llegado al absurdo merced a que vivimos en una sociedad consumista y capitalista donde prima lo instantáneo y al final vivimos como pollos sin cabeza.
P: Hemos pasado del beatus ille de la antigüedad donde se consideraba que la felicidad se alcanzaba con la reflexión y la meditación tanto en Occidente como en Oriente y ahora lo que se valora es la productividad y exprimir el tiempo al 100%
R: El ocio y la sensación de no hacer nada nos produce remordimientos. Nietzsche ya decía que los estadounidenses se avergonzaban de su propio ocio. Ese es uno de los rasgos del homo agitatus, que aunque tenga capacidad para descansar y no esté obligado a trabajar de sol a sol, se siente abrumado y tiene la obligación de estar constantemente haciendo cosas. La prueba la tenemos con el ocio. ¿Por qué cuando llegan nuestros días libres nos embarcamos en gymkanas eternas con viajes de multiaventura?
Todo el mundo habla de la salud mental, pero nadie hace nada por la salud mental
P: Nuestra concepción del dolor, con la ética weberiana como paradigma, lo coloca como elemento que nos ayuda a crecer, ¿Esta es una de las trampas en las que cae ese homo agitatus?
R: Es lo que yo llamo la ética del sufrimiento que parte de la base de que el dolor nos hace mejores. Cuanto más sufras, más te purifica y mejor te hace. Eso es mentira. Sufrir no te garantiza nada. Lord Byron era cojo, pero esa cojera no le hizo un genio de la literatura, sino que lo fue a pesar de eso. Cervantes sufrió la manquedad y el cautiverio pero el mérito de haber parido el Quijote no es de la oscura celda de Argamasilla del Alba. Todos sufrimos, pero no cabe arregostarse en el dolor, por mucho que nos pueda resultar placentero. Pascal Bruckner lo llama la moral del “sufro, luego valgo” y esto me asusta enormente. Eso es una cuestión de carácter. Hay gente que puede tener el mejor trabajo y las mejores circunstancias y, sin embargo, no es capaz de estar a gusto. Y luego te encuentras gente que incluso con los peores sinsabores, consigue libar algo de néctar. Creo que es una buena enseñanza sacar algo positivo de las malas situaciones.
P: Señalas que la agitación es el precipitado fértil de la propaganda, ¿crees que el ciclo de noticias de 24x7 junto con el bombardeo de las novedades que vivimos es el mayor acelerador de la agitación?
R: Por supuesto. Y no es una crítica al periodismo en general, sino a un cierto tipo de periodismo. Si a eso le unimos el yugo de las redes sociales con las noticias inmediatas sobre la actualidad constante, tenemos la agitación con la que vivimos. El problema es confundir la actualidad con el presente. Quien se aferra al presente, vive de forma plena. Quien se aferra a la actualidad, vive de forma incompleta. Recibes un caudal ingente de información que no comunica nada ni es significativa. Me hace mucha gracia ese soneto de Lope de Vega “porque, como las paga el vulgo, es justo / hablarle en necio para darle gusto”. Esto no es así. Yo creo que el periodismo tiene una función importantísima en cualquier sociedad democrática, que es hacer de mediador entre la verdad y una sociedad en duda. Hay que evitar que la información llegue en bruto y sin filtro a la sociedad porque eso lleva a lo que tenemos hoy como fake news. Cualquier periodista que se precie, reconoce esto.
Cuando el periodismo está en entredicho, todo se vuelve periodismo
P: Cuando hablas de los periodistas, señalas también el caso de los periodistas activistas y su papel como diseminadores de fake news, ¿en ese sentido la profesión ha perdido el norte?
R: Sigue habiendo muy buenos periodistas, pero la tiranía del click ha obligado a algunas contorsiones increíbles. Luego además, ocurre que a medida que el periodismo ha ido degenerando se ha extendido a todos los ámbitos de la vida y pasa como con el arte. En cuanto el arte parece degenerarse y se vuelve ininteligible, todo se convierte en arte. Pues con el periodismo pasa igual. Cuando el periodismo está en entredicho, todo se vuelve periodismo. Y eso obliga a que los niños se tengan que convertir en auténticos fact checkers que contrasten todo. Nos falta perspectiva. Me gusta la frase de Borges entrevistado que decía “La crucifixión de Cristo fue importante después, no en el momento”.
Hagamos el ejercicio de leer el periódico de hace una semana, igual esas cosas que parecían tan importantes no lo son tanto. Lo vemos con la guerra de Ucrania. Podemos estar al día de los últimos avances de la guerra y de los últimos informes militares, pero nadie cuenta nada de los movimientos tectónicos que pasan desapercibidos como el auge del sistema iliberal asiático, cómo el modelo americano empieza a periclitar y cómo el modelo expansionista de democracia liberal queda arrinconado en el cajón de la historia.
La tecnología es muy útil, pero por sí misma no va a resolver nada
P: Criticas también el abuso de la tecnología como herramienta pedagógica...
R: Ese culto a las maquinitas me parece un rasgo de infantilismo. Lo que le falta a nuestros adolescentes, que ya están baqueteados por la inatención es que se les diga que con móviles, tablets, pizarras digitales y todo tipo de gadgets se arregla todo. La concentración es lo opuesto a la dispersión. Es decir, el ocio tiene que darse de forma consecutiva al trabajo, pero nunca de forma simultánea. Si convertimos las clases en una suerte de flash mob siguiendo el dictum de “aprender jugando”, pues seguramente no haremos ni una cosa ni la otra. La tecnología es muy útil, pero por sí misma no va a resolver nada.
P: Te veo pesimista con el panorama educativo...
R: Es que se concibe la educación como cálculo. El cálculo es previsible, es transparente, como nuestra sociedad. Sin embargo, el pensamiento es oscuro, es imprevisible y dialéctico. Si queremos una generación que solo sepa calcular y manejar máquinas vamos bien, pero entonces serán fácilmente sustituibles por máquinas. Creo que a las puertas de la cuarta revolución industrial deberíamos ser más ambiciosos.
P: ¿Por dónde tendríamos que enfocar esa ambición?
R: Se dice que el 40% de nuestros jóvenes se dedicarán a profesiones que todavía no existen. Para eso, tendríamos que darles un aprendizaje integral. La inteligencia no puede reducirse a una parcela del conocimiento. El mal de la especialización, que decía Ortega, cunde ahora. En el momento en que la información es constante no podemos reducir la mente humana como si fuera un ordenador. Por eso creo que hay que enseñar a la juventud a pensar. ¡Oh casualidad que la filosofía se haya ido arrinconando en los sucesivos planes de estudio! Quizá lo que se busca no es que haya ciudadanos que piensen, sino ciudadanos que trabajen, compren, hagan la declaración de la renta, vean el fútbol y se mueran.
P: En el libro señalas el gusto recurrente que tenemos en España por la autodestrucción. Ahora vivimos uno de los periodos más largos de nuestra historia de bonanza y estabilidad, sin embargo, estamos asistiendo a un auge de los extremismos que a algunos les lleva a pensar que esta estabilidad está tocando a su final
R: No soy muy optimista por todos los acontecimientos que se han juntado recientemente, lo que pasa es que es una contingencia que no nos ha afectado solo a los españoles por eso creo que hay que relativizarlo un poco. Lo que me da rabia es que los españoles siempre tenemos la manía de ponernos bajo el microscopio psicoanalizándonos con qué falló o dónde estuvo el fracaso. Y es mentira. Somos un país homologable a cualquiera de nuestro entorno. Somos un país estupendo, con una gastronomía envidiable, un paisaje maravilloso, un paisanaje que no está nada mal. Somos de los más tolerantes y abiertos con la población LGTBI, somos líderes en trasplantes de órganos. No entiendo por qué vuelve esa cultura pesimista del 98 con títulos como España como problema, el ser de España, el mal problema… Es cierto que ahora pintan bastos. Quizá el problema es haber puesto tantas expectativas en los fondos europeos Next Generation como si fueran el bálsamo de fierabrás. Todos esos planes que se habían hecho contando con esos fondos, ahora quedan en entredicho con la guerra de Ucrania. Creo que tanto España como la UE tendrán que reiventarse en cuestión energética.
Respecto al auge de los extremismos, es cierto que en los últimos años se ha extendido la cultura del energumenismo. El 15M buscaba romper las costuras del consenso por un lado y al final se está consiguiendo por el otro lado por lo que no sería de extrañar que asistamos en breve a un 15M de derecha o extrema derecha, que son quienes mejor manejan los resortes de la antipolítica. ¿Quiere decir eso que vendrán tiempos oscuros? Quiero creer que no.