De cómo la filosofía nos puede ayudar a combatir el desánimo
"Hay muchas actitudes de idiotas, como el efecto Dunning-Kruger, que te basta con leerte dos articulitos en internet para creerte un experto"
"Buscas que te amen como tú quieres, pero sin intentar entender cómo ama la otra persona"
"El concepto de deber está desapareciendo porque se considera una rémora en la construcción de la identidad"
José Carlos Ruiz es profesor de filosofía en la Universidad de Córdoba pero antes ha dado clases durante 20 años en secundaria y bachillerato. Todo ese tiempo le sirvió para observar cómo los adolescentes construían su identidad. Ahora, disecciona ese mismo proceso en su último libro, Filosofía ante el desánimo. No se trata de un manual para adolescentes perdidos como Holden Caudfield que busquen su lugar en el mundo. Escrito en un tono muy didáctico, Ruiz reflexiona desde una perspectiva filosófica cómo la construcción de las identidades en la sociedad actual nos lleva a un proceso de estrés y tensión que muchas veces concluye en estados de depresión y desánimo. Lejos de querer ser un libro de autoayuda, Filosofía ante el desánimo nos da las claves para comprender los cambios que estamos viviendo como individuos y cómo evitarlos.
Pregunta: Que un filósofo critique la frase del oráculo de Delfos “Conócete a ti mismo” resulta paradójico.
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Respuesta: Es que la autoayuda ha cogido esa frase y la ha prostituido. En el templo de Delfos esa frase significaba conocer el contexto y las circunstancias concretas de tu vida, también la categoría social. Era saber dónde te encuentras. Y la autoayuda la ha convertido en un sistema de empoderamiento que hace que el foco de atención gire desde tu relación con tu mundo hasta uno mismo. Y lo convierte en una tiranía donde el foco de atención eres tú como persona. Eso en el siglo XXI, donde los criterios de atención son muy seductores y te van diciendo cuáles son las identidades exitosas, es muy peligroso. Eso puede terminar en una fatiga de uno mismo en el que al final puedes caer en depresión.
P: O sea, que el estrés moderno puede venir más de la presión por conseguir una identidad exitosa que por las propias condiciones materiales de vida.
R: No solamente conseguir una identidad, sino encajar en identidades prefabricadas que te dicen hacia dónde tienes que dirigir tus focos de atención. Y la tiranía viene porque te dicen que tienes que sacar lo mejor de ti como pareja, como progenitor, como profesional, que tienes que exprimir tu tiempo de ocio al máximo… Tienes tantas metas que alcanzar que terminas exhausto.
"Muchas parejas descubrieron que tenían una casa y una familia, pero no un hogar. Han cambiado los criterios de valoración de la pareja
P: Y eso nos lleva a las relaciones de pareja, donde la capacidad de sacrificio desaparece.
R: Es que cada vez se impone más el hedonismo. Se evalúa la relación amorosa como obtención de placer. Y en esa ecuación elimino el compromiso, el ser complaciente con la otra persona. Con los hijos está asumido que un padre o una madre se sacrifiquen por su bienestar, pero en la pareja eso no ocurre. No se mira el amor como compromiso, sino como conexión. Es una relación más sencilla y ligera que implica ir de un nodo a otro. Se pierde la alteridad. Buscas que te amen como tú quieres, pero sin intentar entender cómo ama la otra persona. Yo no digo que sea malo, pero sí que el concepto de amor está sufriendo una metamorfosis.
P: Pasamos del “hasta que la muerte os separe” a tener relaciones efímeras.
R: Un tema que me interesó mucho tras el confinamiento fue el aumento de divorcios. La agenda de las parejas está ocupada con actividades extraescolares, cumpleaños de fin de semana y salidas puntuales con amigos. Cuando llega el recogimiento, muchas parejas se dan cuenta de que el factor emocional eclosiona por la falta de tiempo y atención entre ellas. Pasaron de la obligación de esparcirse que te impone la sociedad actual a recogerse y quedarse en casa donde empezaron a darse cuenta de que quizá no estaban con la pareja que querían. Descubrieron que tenían una casa y una familia, pero no un hogar. Todo esto ocurre porque han cambiado los criterios de valoración de la pareja.
P: Ese cambio de criterio también se aprecia en las relaciones de amistad.
R: Es doloroso para algunas personas. Si te han enseñado lo que significa ser un amigo y lo han hecho desde el punto de vista tradicional de una amistad, pero luego tu relación de amistad se ha mediatizado a través de un dispositivo o una red social las vivencias no se experimentan. Sustituimos el vivo por el streaming. Para que la amistad clásica se sedimente requería de una serie de vivencias compartidas. Ahora no, las relaciones de amistad son distintas. Más pragmáticas en muchos casos. Implica conexión, pero conexión dentro de la ausencia. No están presentes. El hecho de que puedas preparar un mensaje antes de mandarlo y lo corrijas cuantas veces quieras, hace que se pierda la naturalidad de la comunicación. Un amigo no necesita que te andes con pies de plomo a la hora de decirle una cosa, sino que, si de verdad es un amigo, valora la honestidad sin necesidad de filtros. Ahora el dispositivo electrónico nos permite modular la comunicación con nuestros amigos. Cada vez se impone más el streaming frente a la grabación editada. Hasta hace poco se grababa un vídeo y se editaba hasta conseguir el resultado que querías antes de subirlo a youtube, ahora ya no. El streaming significa que la persona que se expone está tan convencida de que el producto de su avatar es tan bueno que no necesita edición. Se expone diciendo “este es mi avatar y me tienes que comprar así”, porque tiene una confianza plena en ese avatar que se ha construido.
P: Al final parece que la tecnología nos está modulando, pero el libro está trufado de referencias a pensadores clásicos, por lo que realmente nos estamos enfrentando a las mismas cuestiones de siempre.
R: Los problemas son los de siempre, pero cambian el modo en que los enfocamos. Me interesa que el lector de este libro esté interpelado constantemente a pensar qué es lo que está haciendo en la construcción de su identidad. Y que después evalúe y haga lo que le dé la gana. Si es feliz con lo que tiene, adelante. Pero que seamos conscientes de que las cosas están cambiando.
P: Recuperas el concepto de idiota en sentido de los griegos clásicos de que no se preocupan por los asuntos públicos de la sociedad.
R: Hay muchas actitudes de idiotas, como el efecto Dunning-Kruger, que te basta con leerte dos articulitos en internet para creerte un experto. A cualquiera se le da la categoría de autoridad y con eso es suficiente. Como además Internet te da tal cantidad de datos que es fácil encontrar uno solo que confirme tu teoría, vemos que el lecho de Procusto cada vez es más sencillo de construir.
La valoración de una cosa la sometes al final al criterio de los demás porque tiene que ver con su capacidad de generar deseo en el otro
P: Sin embargo, cuando hablas de los partidos políticos, los únicos agentes viables para articular la participación pública en política, criticas el exceso de ideología que se da en ellos y la falta de crítica interna.
R: Cuando tú aceptas una ideología como un pack cerrado, al final no estás construyendo tú identidad, en este caso política, sino que aceptas un código de forma irreflexiva. Es cierto que a la hora de participar no tenemos alternativa. De momento. Yo confío en que la tecnología permita otras formas de mayor participación que veamos dentro de poco. Que se pueda elegir el orden de la lista electoral que votas, que puedas participar en la redacción de las propuestas electorales,… un tipo de participación más individualizada.
Dejar a una persona en visto es una falta de educación que violenta a la persona que esperaba una respuesta y no consigue
P: Citas el ejemplo del experimento de Solomon Asch de cómo la opinión de la sociedad pesa tanto en la del individuo que incluso puede perder su criterio individual. En ese fenómeno se basan las fakes news para expandirse
R: Yo creo que también tiene que ver con un proceso identitario. Una fake news que te afecta en una mínima parcela de tu vida hace que te sientas parte de una comunidad a la que también se ve afectada. Esto en una sociedad donde la soledad se ha convertido en un problema. Tú vas lanzando esas fake news en torno a esas indignaciones y vas creando una masa que acepta cualquier cosa que salga de ahí. Y luego está la labor de los medios de comunicación donde creo que el código deontológico no termina de adentrarse en los procesos de confirmación de la noticia. Tenemos el caso de Donald Trump, que cuando le han bloqueado sus redes sociales ha dejado de ser noticia. Esto demuestra que una fake news precisa de un canal muy potente para poder llegar. Si el canal corta la concurrencia de la fake news, desaparece. Pero el gran déficit es una cuestión deontológica. Vale que hay una parte de parcialidad porque el sesgo del periodista pueda condicionar, pero siempre que se atenga a datos, pero es que el concepto de deber está desapareciendo porque se considera una rémora en la construcción de la identidad. El deber implica que no hay placer ni emoción y en una sociedad donde todo tiene que ser emocionante, entusiasta y placentero… pues claro hablar de deberes es algo poco atractivo. Y sin embargo, la mentira tiene un atractivo enorme. Las mentiras se expanden seis veces más que las rectificaciones y además se queda emocionalmente anclada.
P: Comentas que la violencia no se ha eliminado en nuestras sociedades, sino que ha evolucionado hacia formas no físicas, pones el ejemplo de cómo se violenta alguien cuando no obtiene respuesta al mandar un whatsapp.
R: La violencia contemporánea se expande por muchos sitios y las redes sociales es sin duda uno de ellos. Para muchos, dejar a una persona en visto es una falta de educación que violenta a la persona que esperaba una respuesta y no consigue. A partir de ahí empiezas a elevar la violencia a cuestiones que me parecen bárbaras. Es muy violento que tú no seas el dueño de tu atención. Te meten sueños y delirios de grandeza pero te entrenan la voluntad a corto plazo. Somos corredores de 100 metros. Te ilusionas con algo y te implicas a fondo pero al final no lo consigues. Pero las metas que te pones son cada vez más a largo plazo, por lo que te generan una desafección. Hay una brecha muy grande entre lo que tú deseas y el modo en que se ha educado para conseguirlo. Cada vez es más importante desear y menos relevante regodearte en el placer. Por eso tienes que cuando alguien está viviendo un momento muy placentero está más preocupada en registrarlo y grabarlo que en disfrutarlo. No tener el control de tus procesos de atención y disfrute es un momento de violencia social que se está filtrando y creo que hay que tenerlo muy en cuenta en el proceso de construcción de identidad que estamos viviendo. Hay más tipos de violencia, como la tiranía del dato. Todo se mira a través del rendimiento. La valoración de una cosa la sometes al final al criterio de los demás porque tiene que ver con su capacidad de generar deseo en el otro.