Cuando Julio García Vico tenía unos cuatro años su madre le llevó a un centro comercial para comprarle música infantil y no lo consiguió. El niño se fue directamente hacia la sección de música clásica y se empeñó en que le compraran un cd de Tchaikovsky. Julio lo cuenta riendo. Es una anécdota familiar comentada muchas veces en su casa. Ya entonces sabía bien lo que quería. Y no era precisamente música infantil.
García Vico acaba de ganar en Londres el prestigioso Concurso de Dirección Donatella Flick. Como premio (además de unos 17.500 euro) se convertirá en director asistente de la London Symphony durante un año. Otro de sus sueños alcanzados y ya ha conseguido unos cuantos. Todos ellos, gracias a su perseverancia y trabajo, aunque él se empeñe en decir que también ha tenido "algo de suerte".
Nacido en Cádiz (1992) de padre ingeniero y madre profesora, García Vico empezó en esto de la música por probar. Su madre al ver que al niño "le iba la música clásica" le apuntó a piano en Cádiz con Iciar Elorza. Fue el principio de todo. Pronto destacó como pianista ganando incluso varios premios (en Cádiz el Nacional Santa Cecilia Odero y ya en Madrid, estudiando en el Real Conservatorio Superior de Música, el primer Premio de Interpretación).
"Pero yo sabía que el piano no era lo mío. Me pasé muchos años (desde los 8 que empecé a los 24) con esa sensación. Aunque estuve incluso en la Joven Orquesta Nacional y todo el mundo me decía que tenía talento, yo no estaba convencido, sentía que no me llenaba", confiesa. Pero aún así se fue a Munich para estudiar música contemporánea en la International Ensemble Modern Frankfurt. Julio cuenta que allí encontró por fin el sentido a su vida, aunque no fue con el piano.
"Fue gracias a Emilio Pomarico (director de orquesta). Vino a dirigirnos y al entrar en la sala noté que tenía como un aura especial. Normalmente los músicos nos ponemos nerviosos con los directores porque sientes que te están evaluando todo el rato, pero Pomarico me hizo sentir muy cómodo. Habló en coreano con los coreanos, en japonés con los japoneses y conmigo en español. Yo estaba inquieto porque no había preparado bien el piano tras la última gira, pero él me dijo: Julio este piano no está a tu altura, y me relajé", cuenta García Vico emocionado. Fue ese, el encuentro con Pomarico, el empujón que necesitaba para lanzarse a la dirección.
Llevaba desde los 21 años soñando con dirigir orquestas, pero a todo el que se lo confesaba intentaba quitarle la idea de la cabeza. "Mis compañeros de viento me decían que estaba loco, los de cuerda igual, mis padres no lo entendían, todos me comentaban que era muy bueno al piano y que como director iba a ser mediocre".
Claro que García Vico no es persona que ceda ante la dificultad. Y sin decírselo a nadie (a los 24 años), empezó a asistir en secreto a las clases del director de orquesta Rüdiger Bohn en Düsseldorf. "Estuve un año yendo de oyente un día a la semana, salía de Frankfurt a la hora de comer y volvía a las cuatro de la mañana", ríe al recordarlo. Un esfuerzo que emocionalmente no le supuso mucho porque con Bohn descubrió que no se había equivocado. "El primer día que entré en su clase, no había pasado un minuto cuando ya sabía que eso era lo mío. Me llenaba como nunca lo hizo el piano. Nunca lo olvidaré, estábamos viendo la tercera de Brahms", explica.
Tras ese flechazo se preparó para las pruebas de acceso de la universidad de Düsseldorf, también sin decírselo a nadie. "Lo fuerte es que tuve suerte y entré. Luego me enteré que todos se preparon con varios profesores, mientras que yo lo hice solo", comenta divertido y explica que, tras ser admitido en las clases, se lo tuvo que decir a sus padres aunque no les dijo toda la verdad. Para que no le pusieran problemas les contó que había ahorrado dinero suficiente para pagarse la carrera. No era cierto. Solo tenía para un año "pero volví a tener suerte y conseguí ponerme de correpetidor (algo asi como pianista ayudante) del barítono Konrad Jarnot". Poco después consiguió además que le contrataran como director de la Filarmónica de la embajada de Japón en Alemania.
"Las pruebas que me hicieron fueron un desastre pero les gustó mi entusiasmo" ríe al recordarlo. Y así, poco a poco, Garcia Vico fue conquistando metas. Incluida la reticencia de sus padres.
"Yo pensaba meterme en un teatro y estar allí unos años, que es lo que hace todo el mundo, pero me dijeron que se habían dado cuenta que esto era lo mío y que tenía que seguir con ello. Me propusieron que dejara de trabajar y me centrara en el máster de dos años con Bohn. Para saber si iba bien me aconsejaron probar suerte en concursos, aunque no llegara muy lejos, solo para coger experiencia" aclara.
Pero llegó lejos. Ya ha ganado el primer premio en el Concurso Internacional de Dirección de Orquesta en Alemania (2019), el Premio del Público de la Fundación Oscar y Vera Ritter y el Premio de Operfreunde Bonn 2019. Ahora acaba de ganar el Donatella Flick. Un concurso en el que fue el gran triunfador en todas las categorías.
"Fue impresionante. Gané en todas los parámetros. Pero lo mejor es cómo me entendí con la orquesta", comenta García Vico quien confiesa que estuvo hablando antes con ellos, y que le sorprendió ver como los grandes músicos de la London Symphony se reían con sus ocurrencias.
Al igual que su adorado Pomarico a Julio le gusta entenderse con los músicos. Habla ruso, japones, aleman y español. Y hasta estudia Filosofía a distancia para tener una visión más completa de la música. Esa visión es la que le ha ayudado en el último concurso.
"Les dije a los músicos que confiaran en mí, y basándome en mis estudios de filosofía intenté hacer una versión melancólica de Dvorak op 72.2. Me siguieron y los críticos se quedaron sorprendidos del resultado, dijeron que era la primera vez en 200 años que se cambiaba", cuenta orgulloso.
Tras el concurso ahora está planificando su agenda. Lo más inmediato estar un año dirigiendo a la London Symphony, lo demás ya llegará. El futuro no le preocupa ahora que ya sabe que pasa por ser director de orquesta.