Tiene una sonrisa franca, intensa y una risa pegadiza. Las mejores cualidades de un gran anfitrión cuando te recibe en su casa. Benjamín Prado te hace sentir confianza nada más abrirnos la puerta y te avanza que pasaremos una rato agradable. Y así transcurre la charla. De manera tranquila y reflexiva mientras nos desvela con entusiasmo los entresijos de su última novela Todo lo carga el diablo (Editorial Alfaguara).
Quinta entrega de las indagaciones por la historia de España de Juan Urbano. Ese profesor con ínfulas de detective.-escribe biografías a la carta- que ya es un héroe de nuestra literatura para millones de lectores. Vuelve a poner a su alter ego al frente de un nuevo caso. Su misión será seguir el rastro a tres grandes deportistas. Las primeras españolas que participaron en unos Juegos Olímpicos de Invierno en 1936, y vivieron con entusiasmo el Madrid de la Segunda República. Eran esquiadoras, alpinistas, atletas. Iban a la universidad y asistieron a ese momento en el que se consideraba la cultura una de las bases de la convivencia. Fueron los años de la institución Libre de Enseñanza, las dos Residencia, la de Estudiantes y la de Señoritas, el Instituto Escuela. "De esos años salió una generación de mujeres que consiguió el sufragio universal, se hacían políticas encaminadas a que las ellas ocuparan un lugar en la academia, en la cultura, en la política y en el deporte, como mis personajes."
Pregunta: Tres protagonistas, tres esquiadoras. Una republicana, Margot Moles. Otra conservadora, Ernestina Maenza, la esposa de Enrique Herreros. Dos personajes que existieron en la vida real y prácticamente están borrados de la historia.
Respuesta: Entonces no había dos Españas, había una. Margot Moles fue el símbolo femenino de la República, Ernestina una señora conservadora, que fue partidaria incluso del levantamiento militar. Fueron dos mujeres separadas durante toda su vida por la ideología. Una de derechas, otra de izquierdas. Eran adversarias deportivas, Margot Moles lo ganaba casi todo. Ernestina Maenza le quitaba de vez en cuando un campeonato. Pero fueron grandes amigas y se respetaban. Eran seguidoras de esa frase de Voltaire que dice "Detesto cada una de tus ideas, pero daría mi vida por defender tu derecho a expresarlas". Esto hoy en día no está de moda.
P: Fueron mujeres que lucharon por encontrar su sitio en el mundo.
R: Conocía muy bien el ambiente cultural de los años 30. He escrito mucho sobre María Zambrano, Concha Mendes, María Teresa León….pero no conocía a estas mujeres deportistas que además empezaron a poner en práctica eso de "mens sana in corpore sano" como desarrollo personal, como espacio de libertad, de competición, de mejora. Que van a las olimpiadas en la Alemania nazi, en inferioridad de condiciones con respecto a las atletas alemanas o norteamericanas que vivió en los hoteles de la Ciudad Olímpica mientras a estas pobres las mandan a una pensión. Ves las fotos de la pobre Ernestina Maenza vestida con una chaquetita de cuero blanca. Que se cae, se levanta, se lesiona. Dan una pena, una ternura… Eran extraordinarias…
P: Y llegó la guerra y el franquismo y arrasó todo ese talento.
R: Margot Moles llegó a batir récords mundiales, europeos. Era una atleta absoluta, inconmensurable. Una abanderada del feminismo. Iba por Madrid con una moto de gran cilindrada causando un escándalo tremendo. Y llega la dictadura y siguiendo los cánones de la Sección Femenina, las mujeres dejan de practicar deporte porque es inmoral, la ropa necesaria para practicarlo es pecaminosa y comienzan a correr supuestas verdades científicas, algunas mantenidas ni más ni menos que por Gregorio Marañón, que dicen que el deporte de competición es malo para lo que las mujeres se supone que han venido al mundo, que es la concepción. Se convirtieron en proscritas. Sin casa, sin dinero, tuteladas por los maridos o como en el caso de Margot no pudo volver a dar clases de gimnasia y sobrevivió tejiendo jerséis de punto.
Y para tirar del hilo de la historia de estas grandes mujeres Benjamín Prado crea a Caridad Santafé. La tercera amiga en discordia. De izquierdas. Un personaje ficticio a quien también convierte en pionera del deporte en España y en excusa para que Juan Urbano, su detective, nos descubra lo que pudo ser este país y en lo que se convirtió durante la guerra y la postguerra. Todo lo carga el diablo es una mezcla de realidad y ficción donde la documentación periodística, y la crónica histórica intenta acabar con los relatos alternativos a la historiografía. Algo cada vez más habitual. "Con la saga de Juan Urbano he querido intentar poner luz sobre algunas páginas de nuestra historia que no se nos han pasado sino que han sido arrancadas. Y eso no me gusta porque la historia de un país hay que conocerla entre otras cosas para mejorarla".
P: En este quinto libro Juan Urbano vuelve a dar clases después de dos años de excelencia. ¿Por qué es tan importante para ti que tu personaje sea un profesor?
R: Soy lo que soy gracias a los profesores que tuve. Y en este país aún seguimos con la frase hecha que dice "pasas más hambre que un maestro de escuela". Eso lo explica todo. Ahí los tenemos, peleando contra viento y marea, contra planes de estudio demenciales. Me niego a que en este país los niños sigan sin leer el Quijote en las escuelas. Los ingleses tienen un dicho que dice "uno no es completamente inglés hasta que no lee completamente a Shakespeare". Yo quiero que eso lo podamos decir también es España. Tenemos un Siglo de Oro que es una joya.
P: Por eso Juan Urbano reivindica a los clásicos, y nos va soltando frases de Quevedo o de Lope, pero no lo dejas caer en la pedantería...
R: Él sigue creyendo en la guía que supone para un alumno tener un profesor que te encamine. Tenemos un patrimonio cultural espectacular, un pasado literario inmejorable, y eso hay que cuidarlo y por eso Juan Urbano sigue apostando por las Humanidades. Creo que reivindicar a los clásicos en una necesidad absoluta.
P: Pero la cultura, y en estos tiempos de pandemia, está prácticamente abandonada a su suerte.
R: Son unos bestias. En el país de Cervantes, de Quevedo, de Lorca, no les importan la cultura. Es increíble. Tenemos el peor IVA cultural de toda Europa. Las grandes estrellas de la música han dejado de venir por eso. Si vienen aquí pierden dinero, y se van a otros países con una fiscalidad mejor. Son una panda de tarados.
P: El libro es una gran reflexión sobre el veneno del machismo en aquella época y en la falta de libertad. ¿No crees que estamos dando un paso atrás en los dos aspectos?
R: Estamos dando muchos pasos hacia atrás y hacia los lados. Cualquier mínimo asomo de machismo me parece detestable. Tampoco me gusta la corrección política que impide que uno pueda decir libremente cosas que rápidamente se magnifican y se convierten en insulto. Es absurdo pensar que hoy en día no se podría publicar Lolita, es absurdo que le estén quitando el cigarrillo de la mano a Paul McCartney en la portada del álbum Abbey Road. Es absurdo que se reescriba El Principito protagonizado por una princesa y donde la serpiente no se come al elefante porque eso cosifica al elefante. Todo esto sólo se cura con cultura.
P: Entonces hoy ¿qué es verdad?
R: Suelo decir que tengo más ideas que ideologías y no me centro ni en partidos ni en banderas concretas. La única función real de un gobernante es que a la gente le vaya mejor cada generación. Y eso estaba pasando en la España anterior al neoliberalismo de manera natural. Con la renuncia al estado del bienestar que ha hecho la socialdemocracia, todo esto se ha derrumbado. Se inventó esa frase venenosa "es la economía, estúpido". Y no es la economía, estúpido, es la cultura, la sanidad, la educación, la igualdad. Haberlo reducido todo a una cifra, haber convertido en un tanto por ciento la vida de las personas es un grave error que vulnera las leyes esenciales de la democracia.
P: ¿Qué siente un poeta en estos tiempos de pandemia?
R: Que esta película ya la había visto. Pero molaba más como espectadores que como extras, que es en lo que nos hemos convertido. La ficción se ha quedado corta.
P: El español se queja mucho y protesta poco, ¿Es nuestro talón de Aquiles?.
R: Cuando se vulnera el derecho de uno se vulnera el derecho de todos. Y eso lo teníamos más presente hace treinta años. El individualismo es malo siempre para una sociedad, y es malo para una economía. Me conformaría que de esta pandemia saliésemos con tres cosas aprendidas. La de fortalecer nuestra sanidad pública, robustecer nuestra industria, que los respiradores que van a impedir que nos ahoguemos sean los que nosotros fabricamos y la tercera tratar mejor a nuestros mayores. Hay una enfermedad moral en esta sociedad en la que se considera a las personas mayores tan poco deseables que la palabra "viejo" se ha convertido en un insulto. Se les encierra, se les desprecia y se desea que desaparezcan.
P: Esa amplia sonrisa durante toda la conversación emana optimismo pese a todo....
R: Esa idea nefasta de que los españoles estamos representados por ese cuadro de Goya en el que dos tipos hundidos en el barro hasta la rodilla se dan garrotazos es mentira. No es verdad. En España tengo mucha fe. Estamos a la cabeza del mundo en donaciones, lo que dice mucho de la ciudadanía de este país, somos solidarios, tiene una cultura en la que salen continuamente novelistas, poetas y cineastas de primera magnitud, a pesar del poco apoyo institucional. Cada año vienen a vernos 90 millones de personas. Todas no pueden estar equivocadas.
El punto final de la charla lo pone la llegada de su hija, que no podía llamarse de otro modo. Dylan, una futura realizadora a la que su padre llamó como a su Dios. Bob Dylan. Después de él no hay nadie para Benjamín Prado: "Es el único ser vivo de este mundo que tiene un Nobel, un Pulitzer y un Oscar. Por algo será, ¿no? Y suelta esa carcajada cercana y transparente. Un tipo del que te puedes fiar.