“Morir no tiene nada de noble”, dice uno de los personajes que deambulan por Línea de fuego (Editorial Alfaguara). Y esa es la idea que sobrevuela esta novela monumental que acaba de lanzar a los lectores Arturo Pérez-Reverte. 700 páginas de nuestra propia memoria para lo que rescata el testimonio humano de los que lucharon en la Guerra Civil.
“He querido que hablen los que estuvieron en el frente, los que sufrieron, murieron, pasaron miseria, sed. Aquellos chicos cuya juventud, cuya vida, se quemó, se perdió” . Y aquel horror enfrentado al horror, Reverte lo sitúa en los diez primeros días de la batalla del Ebro. Una de las más sangrientas y largas del conflicto, que se saldó con alrededor de 20.000 muertos. “No es un libro de historia, es una novela donde quiero llevarme al lector a las trincheras, que huela la guerra, la sienta, le disparen…. Que encuentre al abuelo, al tío, al vecino, a las personas que la hicieron”.
La acción de Línea de fuego se centra en un pequeño pueblo en la Franja de Aragón, Castellets del Segre. La plaza que se disputa medio batallón de infantería, un tabor marroquí y una compañía de la Legión, que debe frenar el avance de la XI Brigada del Ejército popular de la República. Un lugar imaginario, inventado, donde Reverte nos hace sentir la crudeza de la guerra, el miedo, la sangre. “Mi intención es que cuando el lector lleve 100 páginas leídas ya no le importe si el personaje es un nacional, republicano, legionario o comunista. Todos eran seres humanos sumidos en el mismo horror”.
Pregunta. ¿Aprendimos algo del conflicto del 36?
Respuesta. Nada hay en la guerra que no puedas aprender en la vida normal. Y la nuestra fue especialmente absurda, una guerra idiota por completo que quienes la originaron no la pagaron. Se largaron. Ni uno solo se quedó aquí para dar la cara. No hubo vencedores. Cuánta juventud, cuánto talento, cuánta inteligencia se quemó para nada.
P. Y le has dado mucho protagonismo a la mujer… a un personaje. A Patricia Monzón, Pato, y al grupo de mujeres de la sección de Transmisiones. a quienes colocas en primera línea del frente.
R. Necesitaba mujeres en la novela. Formadas, cualificadas, para dejar muy claro que las grandes perdedoras de la Guerra Civil española fueron ellas. En tres años se perdió un siglo de modernidad y de progreso. Volvieron a ser de nuevo madres, esposas sumisas y pasto de confesores.
P. Los enfrentamientos en la Guerra Civil y los debates que quedaron abiertos en la Transición han vuelto al ruedo político de manera exacerbada. ¿Se puede juzgar la Guerra Civil desde la ideología?
R. Ninguna guerra, y yo he cubierto 18 en mi vida, se puede contar desde la ideología. Algunos que no saben ni lo que fue, ni han leído, nos la están contando como si fuese un enfrentamiento de cuatro generales, cuatro curas y cuatro banqueros contra el pueblo español. Y no fue así. El discurso está viciado. Sobado dialécticamente.
P. ¿Y manipulado?
R. Cuando un político no tiene una formación ideológica, una base intelectual solvente, cuando no existen grandes ideas, utilizan elementos muy elementales, muy básicos, de brocha gorda. Y ese discurso lo compran fácilmente jóvenes que no han sido educados en el análisis crítico. Es muy peligroso tratar la Guerra Civil con la irresponsabilidad con la que se está manejando. No se puede jugar con buenos y malos de una manera tan irresponsable en este momento en España.
P. Eres de las pocas personas a las que yo he oído mencionar palabras como “honor”, “lealtad”, “orgullo”, “dignidad”…
R. El mundo es un lugar peligroso y sucio en general y esas palabras son las únicas que salvan al ser humano. Son los únicos analgésicos posibles. Si las olvidas, si no sabes verlas, esto no merece la pena. Habría que escupir a la gente.
P. Entonces, ¿sigues creyendo en el ser humano?
R. Lo sigo amando a pesar de todo. Lo desprecio, lo detesto, lo critico, pero es verdad que esas dosis de bondad, de lealtad, me ayudan a soportarlo. Y eso consuela muchísimo y más en los difíciles tiempos que estamos viviendo.
P. Porque la pandemia del Covid-19 está siendo como otra guerra…
R. Está sacando lo mejor y lo peor del ser humano. El egoísmo y la irresponsabilidad y también la lealtad, el valor y el coraje. Hasta en los políticos, aunque hay mucho canalla suelto. Todo naufragio saca a relucir las luces y las sombras.
De los diez intensos meses de trabajo, documentación, leer novelas de uno y otros bando, tratados de armamento, incluso de las fases de la luna, a Arturo Pérez-Reverte le queda una esperanza. Conseguir sembrar una semilla. “Que este libro ayude a buscar la verdad de lo que fue aquella guerra. Que encuentren un discurso propio y no se dejen manipular de una manera tan peligrosa de discursos partidistas y miserables de los unos, con 'H', y de los otros, con 'H' también, como decía Unamuno”.