Beatríz Díaz (Madrid, 1967) ha tenido una formación multidisciplinar. Licenciada en biología, se especializó en biología ambiental, pero luego los derroteros de la vida la llevaron a investigar la memoria de nuestro pasado reciente y comenzó a realizar talleres de memoria oral en el Campo de Gibraltar con supervivientes de la posguerra. Fue entonces cuando ese periodo negro de nuestra historia la atrapó.
Ahora publica Sumario 301 (Tréveris, 76 pags), la historia de 14 mujeres detenidas al comienzo de la Guerra Civil por pertenecer al Socorro Rojo. Recopilando los documentos del proceso y los testimonios de los descendientes de mujeres detenidas, recrea lo que tuvieron que vivir aquellas mujeres.
Pregunta: ¿Qué era el socorro rojo?
Respuesta: Era la asociación organizada por la Internacional Comunista. Empezó a funcionar alrededor de 1922 y su objetivo era repartir ayudas económicas y organizar campañas antifascistas. En España se disolvió oficialmente en 1942. Hizo campañas de apoyo para detenidos y para otros comunistas y familiares, pero también editaba libros de autores perseguidos. Para mucha gente era una asociación de apoyo mutuo y participaba en donaciones y similares.
P: ¿Hay muchos más sumarios 301 que permanecen ocultos?
R: Posiblemente sí. Hay mucho más material que sacar a la luz. La ley de Memoria Histórica dice que hay que sacar a la luz todo lo ocurrido, pero sale muy lentamente. Y se priorizan los asesinatos y condenas a muerte. Ahí quedan atrás las mujeres. Seguro que en el archivo militar sigue habiendo casos que no han salido a la luz.
P: ¿La represión contra las mujeres fue más dura que contra los hombres? ¿Por qué ha permanecido olvidada?
R: No podemos hablar en términos de hacer una comparación en paralelo. Sí ha sido más olvidada y era otro tipo de represión. Había una represión dirigida a personas que participaban de un modo u otro en un movimiento de izquierdas y eso les afectaba. Pero también como cuidadoras en la familia, cuando el detenido era el hombre, ya fuera el padre, el hermano, el hijo… en la familia de los detenidos y desaparecidos la mujer también tiene que asumir una carga. Apoya a la víctima directa en la medida de lo posible y luego tiene que asumir su hueco y hacerse cargo de los mayores o los hijos. Cuando la represión afecta a un nivel tan extenso de la población a través del hambre y de la enfermedad, esto incide mucho en las mujeres y por eso tenemos que ponernos las gafas moradas para ser conscientes.
P: ¿Es necesario recordar estos hechos o eso supone reabrir heridas?
R: Hacer historia siempre es necesario. Hoy parece estar en boga que debemos estar a la última de todo y que es necesaria toda la información. Pues lo mismo pasa respecto al pasado y más con un pasado que expresamente fue silenciado y que fue tapado así que con mucho más motivo. Una herida mal cerrada es una herida que se gangrena y nunca va a sanar mientras no se abra para airear. Esto lo reclama la psicología social. De algún modo, son las personas quienes a nivel personal deben presionar porque tienen un familiar en una fosa y quieren que se exhume, sino a nivel social también estamos dañados y eso es muy visible.
P: Llama la atención que Gibraltar no se desvincule de los problemas del Campo de Gibraltar. Ocurrió en la Guerra Civil como refugio de miles de españoles y ocurre ahora con la custodia de documentación y material sobre los hechos de la época
R: Gibraltar tuvo una posición ambivalente en la Guerra Civil y durante el franquismo. Siempre ha tenido una política de asilo peculiar. Quién se volcó a ayudar a la gente que huía fue más el pueblo de Gibraltar que su gobierno. Hoy se está haciendo mucho trabajo por la recuperación de la memoria en la comarca del Campo de Gibraltar. La Junta de Andalucía lo ha impulsado hasta hace poco y la gente está muy motivada precisamente por todo lo que ha sufrido y por la conciencia que tienen de todo lo que se vivió. El gobierno de Gibraltar está apoyando esta línea de publicaciones gracias a un acuerdo con el Foro por la Memoria y eso es reconocible. Todos los países y todos los gobiernos construyen una historia donde prima más lo que interesa frente a otras cosas que son silenciadas y Gibraltar no se escapa.
P: Hablas del miedo que atenazaba la sociedad en aquellos años y cómo muchas denuncias eran un mecanismo de defensa ¿Qué nivel de sometimiento tiene que sufrir una sociedad para caer en la delación?
R: Fue un aspecto más de la represión y es interesante subrayar como afecta de forma mucho más extendida a todo el mundo, lo que supone un mayor condicionamiento de lo que llamamos la salud psicosocial. Desde que se inicia la guerra y el franquismo va ocupando territorios, se va dando una forma de gobierno y de control que se abre a la posibilidad de que la gente denunciase. Denunciar significaba poder comentar a alguien que tuviera un poco de poder algo que no suponía un proceso en nada riguroso y que incluso no pasaba por vía judicial. En estas denuncias bastaba con denunciar a alguien por haber pertenecido a un partido o a una asociación como el Socorro Rojo, que era una asociación de apoyo mutuo. Este es el caso que comento en el libro del sumario 301, 14 mujeres que fueron detenidas. Pero también hubo muchas otras que desaparecieron y de las que nunca se supo nada. Esto tiene unas consecuencias muy drásticas que significan un castigo ejemplar. Todo el mundo lo conoce pronto y paraliza y deja de actuar. Esto supuso la anulación de la resistencia y que todo el mundo sospeche de todo el mundo. “¿Quién habrá puesto la denuncia para que de esa vecina de patio no hayamos vuelto a saber nada?” Esta incertidumbre sigue presente en la cabeza y abre otro canal por el que nunca podemos cerrar el duelo. Es otro motivo por el que hay que hacer historia para poder sanar eso a la gente que con mucha edad sigue dando vuelta a si sería aquella persona la que denunció a su padre o a su madre. Otro efecto, porque es todo una cadena de situaciones, es que la gente entiende que denunciar es posicionarse del lado de los vencedores ante el miedo de ser ellas denunciadas. Este clima de delación reinó en todo el país. En el caso concreto de La Línea que en febrero del 36, el Frente Popular tiene una victoria abrumadora con un 90% de votos y que el mismo 18 de julio cae del lado de los sublevados, fue mayor.
P: Toda tu investigación parte de talleres de memoria oral, ¿cómo surge la idea?
R: Ha sido una experiencia muy interesante. A lo largo de varios años estuvimos haciendo talleres grupales de memoria oral en varios pueblos de Cádiz. Se trataba de hacer grupos de trabajo con personas mayores que quisieran contar su historia proponiéndoles que esta historia se convertiría en un libro que luego tendrían en sus manos para distribuir entre familiares y amistades. De este modo, se cubría siempre desde su objetivo para hacer una historia comunitaria pero también ayudar a que la gente entendiera lo que habían vivido y a sentirse reconocido y dignificados. Se trataba de un trabajo semanal de varias horas hablando, durante varios meses. Era muy laborioso, pero también daba sus frutos, porque en ese grupo la gente toma confianza y cuenta mucho más de lo que podría aportar en unas horas de entrevista. Se hace también un proceso de entendimiento, de explicación entre todos y animarse a contar sus vivencias que han resultado en varios libros. Yo animo a que se siga trabajando en esta dirección y que no sea yo la única que lo haga. La experiencia demuestra que la gente tiene mucho que contar y que es la gente quien protagoniza la historia de forma verdadera y no solo el cargo militar o político. Son ellos quienes pueden contar mucho de lo que pasó que incluye aspectos que tienen que ver con lo que es cómo ellos lo vivieron y cómo les afectó. Y eso no está en la documentación de los archivos.