“En el nombre de Dios Nuestro Señor y con su oración Amen: Sea notorio como en la ciudad de Cádiz, a veinte y tres del mes de Septiembre del año de mil Setecientos Sesenta y Cinco ante mi y todos….”
Cuando en el Archivo Provincial de Cádiz, Santiago Saborido leyó estás líneas, sabía que las había leído más de mil veces en otros protocolos notariales. Así empezaban sus escritos los escribanos del siglo XVIII a la hora de reflejar la constitución de una compañía. Tras esas frases venían los nombres de los constituyentes, también habitual. Lo relevante estaba en la cuarta página del manuscrito:
“Lo primero Manifiestan y Declaran que la Compañía durará por tiempo de diez años que son los que su Majestad (Dios guarde) tiene concertados para el asiento del abasto de negros a diferentes parajes de las Américas”.
Santiago supo que había encontrado el acta de constitución de la primera compañía española dedicada en exclusiva al tráfico de esclavos. “Conociamos la existencia de esta compañía por algunas publicaciones de los años setenta del siglo pasado, y nos fuimos a tiro hecho a localizarla”.
Aguirre, Arísteguí y Cia, con ese nombre quedó registrada la que también se conocería como La Compañía Gaditana de Negros. El nombre lo dice todo. Pero la documentación aparecida sobre la empresa dice mucho más. “Por ejemplo que podían trasportar cada año mil quinientos negros a Cartagena y Portobello, cuatrocientos a Honduras, mil a la isla de Cuba, seiscientos a Santo Domingo, Margarita y Puerto Rico”. Explica Santiago Saborido, mientras navega por un océano de estanterías y protocolos que abarcan la mayor parte de lo registrado en Cádiz por escribanos y notarios desde el siglo XVI.
“Viene a decir también el coste que van a tener los esclavos”, añade el investigador. “Los niños de 6 a 12 años iban a costar 220 pesos, los de 12 a 18, 240 pesos, y los adultos 260 pesos, una especie de lista de precios, y que después por cada uno se iban a pagar 40 pesos como impuesto a la corona”. Para dar fe a la llegada debía estar presente un representante de la compañía y otro de la corona. “Así demostraban que estos esclavos habían llegado, su número total, las características del esclavo, y entonces pagaban la tasa correspondiente”.
Es imposible seguir leyendo sin que el horror haga acto de presencia. “Después de la sorpresa –cuando lo estás leyendo no te estás creyendo lo que lees- los historiadores, en este caso los archiveros como nosotros, tenemos que contextualizar el documento en la época en que se produjo, y por tanto, no verlo con los ojos de una persona del siglo XXI” cuenta Santiago y enseña un dibujo que recuerda a la divisa de una ganadería.
Es el símbolo con el que Aguirre, Aristegui y Cia marcaban a sus esclavos. No con tinta, con hierro al rojo, “Este hierro, está en el Archivo General de Indias. Se le llamaba carimbo, con el que se marcaba, al igual que se marca a las reses, a los esclavos negros·”
No fue un buen negocio. Con el tráfico de esclavos acaparado por Británicos y Holandeses, la aventura esclavista de estos negreros fue corta. En 1772 fueron a la quiebra. Aguirre, Aristegui y Cia desapareció como compañía, y su oscura actividad paso a formar parte de lo más oscuro de los archivos. Hasta ahora, cuando sus firmas, cierran un documento expuesto en una vitrina que nos recuerda el más infame de los negocios