Diario de un paseante: la biografía de los grandes hombres
No hay nada que mate más las ganas de aprender que estar atrapado en una única área de conocimiento, en una sola calle de ida y vuelta
Sorprende al leer la biografía de los grandes pensadores, desde la Antigua Grecia hasta bien entrado el siglo XX, su variedad de pasiones intelectuales y que muchos de ellos fueron a la vez filósofos, matemáticos, físicos, músicos y escritores.
Quizá una cosa lleve a la otra: uno se empieza a interesar por la Filosofía y llega a la Física, sigue por las Matemáticas y se topa con la Música. A estos grandes hombres no les gustaba parcelar sus conocimientos. Tenían sed de saberes y, a diferencia de la época actual, no buscaban que fueran prácticos, que tuvieran utilidad directa en sus vidas. Simplemente les guiaba la curiosidad y las ganas de explicarse el mundo.
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Parece que al hombre moderno le ocurre al contario. En las biografías de los próceres actuales solo leemos que son empresarios, artistas, o cocineros. O una cosa o la otra, pero nunca todas juntas. Hay una especialización bestial y da la sensación de que ser experto en un área de conocimiento anula tu capacidad para inmiscuirte en otra, como cotos vedados a los curiosos.
¿Por qué ocurre esto? El origen puede ser el utilitarismo infernal que asfixia nuestras sociedades. Antes el filósofo aspiraba a conocer todos los aspectos de la realidad, y por eso derivó en físico y luego en poeta. Se percató de que esa realidad no es explicable solo con la ciencia ni con el arte, sino por el concurso de ambas (y aun así sabía que solo aspiraba a un pálido reflejo de lo real).
El hombre moderno se desentiende de cualquier saber que esté fuera de su alcance porque los expertos de ese coto privado han decidido sembrarlo de tecnicismos infranqueables para hacer desistir al entusiasta.
A pesar de que ahora el conocimiento está al alcance de la mano (mucho más que en cualquier época pretérita), la información que se nos ofrece es siempre superficial, suministrada para tener una cultura general básica que es muy básica y que no es cultura.
Cultura de verdad es adentrarse en las distintas disciplinas y eso requiere tiempo, paciencia, voluntad y esfuerzo, aunque los resultados (no tangibles, por supuesto) son inmediatos: abren los ojos y el alma a la infinita variedad de la vida, a posibilidades hasta entonces insondables.
El conocimiento trasversal va en contra del hombre marca que nos quieren vender ahora los llamados coach, hombre marcacoachel hombre que se distingue y vale porque sabe o destaca mucho en una cosa (que luego te quiere vender, por supuesto), en vez resaltar simplemente por ser una persona curiosa y despierta.
No hay nada que mate más las ganas de aprender que estar atrapado en una única área de conocimiento, en una sola calle de ida y vuelta, sin saber que al otro lado discurren las grandes avenidas del saber.