En tiempos de coronavirus todo y todos se reinventan, hasta los bailarines del Ballet Nacional de París. En una iniciativa preciosa se han grabado ensayando en sus casas. Una coreografía de danza que cambia los escenarios más emblemáticos por sus cocinas, sus salones y, acompañados, muchas veces de sus hijos.
La danza encerrada se asoma a las ventanas, a los balcones, intenta volar dentro de las cuatro paredes en las que viven los bailarines de la ópera Nacional de París.
Aliviar la angustia de no poder subirse a las tablas, conformarse con una barra de ensayo casera, convertir cada espacio de la casa en una su sala de ensayo.
Incluir a los pequeños en los ejercicios de puntas, sortear sus juegos, herederos del talento imparable entre librerías, camas o jardines.
Expresar en tiempos de confinamiento la sutileza la desesperación, el anhelo de libertad, de proximidad, sin público, a la espera de que la distancia de seguridad no nos distancie de la expresiones artísticas más bellas, a la espera de que en un abrir y cerrar de ojos, volvamos a abrazar la cultura.