La cara B del rodaje de 'Gladiator': de las impertinencias de Russell Crowe a la repentina muerte de Oliver Reed
Ya está en los cines 'Gladiator II', secuela del clásico de Ridley Scott
El rodaje se extendió durante casi cinco meses con un presupuesto de más de 100 millones de dólares (y no, no fue un camino de rosas)
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Gladiator, la epopeya romana de Ridley Scott, ha pasado a la historia del cine como una de las grandes películas de los últimos 25 años. Con doce nominaciones a los Oscar, consiguió cinco premios, entre los que se incluyeron Mejor Película o Mejor Actor. Eso sí, si no hubiera sido por Tigre y dragón de Ange Lee, la lista habría sido mucho más amplia.
En taquilla arrasó y estuvo a punto de llegar a los 500 millones de dólares en todo el mundo. Estableció a Russell Crowe como una auténtica estrella, catapultó la carrera de Joaquin Phoenix, y provocó que un sinfín de motivadores usaran sus frases y su banda sonora (Pep Guardiola incluido) para conseguir sacar lo mejor de sus empleados o equipos. Un hito que supo capturar la magia del cine como nadie, y que rescató ese peplum tan perdido desde los años sesenta.
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Pero la producción, desde luego, no fue un camino de rosas, y está repleta de baches y problemas que aumentaron el presupuesto inicial considerablemente. Aparte de las ínfulas de estrella de Russell Crowe, que insistía en reescribir el guión continuamente. Bill Nicholson, uno de los guionistas, afirmó que el actor australiano no dejaba de criticar sus diálogos. "Tus líneas son basura, pero soy el mejor actor del mundo así que puedo hacer que hasta la basura suene bien". Y, pese a que el guionista no le guarda rencor, no es agradable escuchar esas palabras del protagonista de tu película.
Aunque sí hay que destacar un problema que trajo de cabeza a todo el equipo, ese fue Oliver Reed, el mítico actor británico, que en la película daba vida a Antonio Próximo, un entrenador de gladiadores que compra a Máximo. Uno de los personajes más interesantes de la película, y uno de los más recordados. Su historia va pareja a la de Máximo, y será su último valedor. Reed dio una interpretación sobria y brillante, pero sus problemas personales hicieron acto de presencia, provocando que parte de su arco no pudiera rodarse… al menos de la forma tradicional.
Oliver Reed es uno de esos actores británicos que encumbró a la interpretación inglesa en la segunda mitad del siglo XX. Curtido en los escenarios del teatro, hizo de todo. Desde ser un hombre lobo para la Hammer hasta ser el primer actor que hacía un desnudo frontal en una película inglesa (Mujeres enamoradas). Sus tablas eran increíbles, y hasta fue considerado como recambio de Sean Connery para dar vida al legendario agente secreto James Bond. Pero algo se interpuso en su camino, no solo para perder esa oportunidad, sino para tambalear una carrera que podría haber sido mucho más grande. Por el camino, quedaron grandes papeles para películas como Tiburón o El golpe.
¿Y cuál fue ese problema que todo el mundo conocía, e incluso hacía mofa de ello? El alcoholismo. Era tan conocido que incluso había entrevistas en las que el equipo le daba alcohol para hacerle más divertido de cara a las cámaras. Llegó a bajarse los pantalones en una entrevista, y en otra fue expulsado del plató tras tratar de besar sin su consentimiento a la feminista Kate Millet. Una actitud deplorable que, muchas veces, era forzada desde los propios estudios para generar audiencia y titulares. Su carrera fue cayendo paulatinamente en los años 80 y 90. Hasta que llegó Ridley Scott y le ofreció quizá su papel más recordado, el de Próximo. Y para ello, tuvo que acceder a una sola cosa: no beber mientras durara el rodaje de la película. Oliver Reed accedió… con la excepción de beber en fin de semana.
Trataba de llevarlo bien, hasta que un día al finalizar el rodaje en La Valletta (Malta), Reed fue reconocido por unos marinos de la Marina Real Británica y le retaron a un juego de beber en un pub de la zona. El actor acabó aceptando y, tras una cuenta de más de 600 euros, sufrió un ataque al corazón y falleció. Algunos dijeron que murió haciendo lo que más le gustaba, pero no deja de ser una manera cruel de despedirse, sobre todo después del esfuerzo que estaba haciendo por cumplir su promesa.
Ridley Scott entonces se vio en una encrucijada, ya que le restaban dos días de rodaje al actor británico, y ya no podía contar con él. Hoy en día es algo más fácil gracias a las técnicas tan evolucionadas de deepfake y similares. Pero hace veinticuatro años, era una tecnología demasiado primitiva. Así que optaron por contratar a un doble, rodar varias escenas de espaldas y, en los momentos que se le veía la cara, poner una máscara digital sobre el rostro del actor contratado. Dos minutos de metraje que costaron más de 3 millones de dólares, encareciendo un poco más el ya abultado presupuesto de más de 100 millones. Pese a ello, el experimento salió bien y la película pudo terminarse. De hecho, fue nominado como Mejor Actor Secundario por los Premios BAFTA y los Premios del Sindicato de Actores. Uno de tantos contratiempos que sufrió la película que marcó una época. Ah, por cierto, el pub donde murió Oliver Reed fue rebautizado como Ollie’s Last Pub.
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