Ryan Murphy se ha convertido en uno de los creadores más reconocidos de las últimas dos décadas. Su currículum está ahí. Desde la brillante Popular hasta la generacional Glee, con antologías como American Horror Story, Feud o la necesaria Pose. Todas ellas diferentes, pero todas con un toque distintivo que las hace únicas dentro del Murphyverse.
Y aunque siempre suele partir de muy buenas ideas, es cierto que muchas veces acaban perdiendo fuelle a partir de la mitad del desarrollo. Un claro ejemplo es la surrealista American Horror Story: Coven. La más divertida de toda la serie, pero puede que fuera la primera que empezó a denotar el claro modus operandi de Ryan Murphy a la hora de desarrollar toda una temporada.
Pero, cuando se sale de sus esquemas previamente establecidos, nos da series diferentes e interesantes. Ahí tenemos Monstruo. La historia de Jeffrey Dahmer, con un Evan Peters más perturbador que nunca de protagonista. Y precisamente su segunda temporada se centra en otro caso de homicidio que conmocionó a la sociedad estadounidense con dos hermanos como protagonistas: los Menendez.
Sabemos que en Estados Unidos suelen tener lugar los crímenes más truculentos (y por ello, más mediáticos) de gran parte del mundo occidental. El país norteamericano está acostumbrado a televisar cualquier acontecimiento, por pequeño que sea. Y aunque haya asesinatos así todos los días, este caso tenía varios elementos a tener en cuenta.
Primero, que eran dos hermanos jóvenes los culpables. Segundo, que asesinaron a sus padres. Tercero, que eran herederos de un imperio. Y cuarto, que el asesinato fue a sangre fría.
Además, tengamos en cuenta que todo ocurrió a finales de los 80, cuando el mundo todavía era impresionable. El juicio fue seguido por todo el país. Al menos, el primero de ellos, ya que el segundo fue prohibido por el juez (y precisamente es cuando tuvo lugar la condena). Pero repasemos los hechos para saber qué hicieron los hermanos Menendez y por qué su historia conmocionó a todo un país.
Erik y Lyle Menendez tenían 18 y 21 años cuando asesinaron a quemarropa a sus padres José y Kitty, empresarios y ricos, dedicados al mundo del entretenimiento. Era el año 1989, Indiana Jones y la última cruzada iba a convertirse en la película más taquillera de Estados Unidos; Janet Jackson estaba a punto de arrasar con su disco Rythm Nation 1814; la Game Boy había llegado al mercado, y todavía quedaban unos meses para que la caída del Muro de Berlín. La década de los 90 estaba a la vuelta de la esquina, y aún el mundo seguía creyendo en el sueño americano. Sobre todo los hermanos Menendez. Vivían una vida de lujos, pero al parecer, les parecía poco.
Según los datos recogidos por la policía, Erik y Lyle dispararon a sus padres con una escopeta. Su padre José Menendez recibió seis disparos. Su madre, diez. Tantos que casi queda irreconocible. Un ensañamiento que sorprendió a todos. Incluso dispararon a las rodillas, aunque luego se especuló con que querían que el asesinato pareciera un trabajo de la mafia. Y, lejos de llevar un perfil bajo, los dos hermanos, después de denunciar a la policía, pasaron el siguiente mes derrochando la enorme fortuna que les había quedado tras la muerte de sus padres. Una actitud tan poco disimulada que les puso en el foco de los investigadores desde casi el primer momento. Pisos de lujo, viajes a Londres o Israel… Todo era poco para los hermanos, que parecían no tener ningún tipo de pena por el fallecimiento de sus progenitores.
Aunque fue clave el testimonio de la psiquiatra de Erik, ya que según esta, le confesó los asesinatos por miedo a su hermano. El primero de los juicios, emitido por Court TV, fue uno de los más mediáticos de Estados Unidos. Paralizó al país por completo. Ya no solo por el asesinato en sí, sino por la defensa que alegaron los hermanos: habían asesinado a sus padres debido a los continuos abusos a los que se habían visto sometidos por parte de su progenitor, José Menendez. Y, aunque el primer juicio acabó declarándose nulo, en el segundo se les condenó a cadena perpetua. Además, por separado, porque según el juez, había riesgo de fuga si seguían juntos. En 1996 llegó la condena y se hizo efectiva en 1998.
Pese a que la ley de California impide la visitas conyugales a los condenados por asesinato (con cadena perpetua), ambos hermanos se han casado. Lyle, en 1997, con la exmodelo Anna Ericsson. Y Erick, en 1999, con Ruth Tammi Saccoman. Pero no es lo único que ha cambiado en sus vidas durante su estancia en prisión. En 2018, después de veintidós años separados, ambos hermanos pudieron reencontrarse tras el traslado de Lyle Menendez. Aunque, durante todo ese tiempo, habían mantenido el contacto jugando al ajedrez por correspondencia. El encuentro, según Joseph Rand, el periodista que lleva siguiendo el caso desde 1989, fue de lo más emotivo. "Se abrazaron durante minutos sin decirse ni una sola palabra. Después, los guardias les dejaron pasar una hora juntos en una habitación".
Un reencuentro esperadísimo por ambos, y también por la sociedad norteamericana, que parece haber perdonado (y olvidado) el atroz crimen que cometieron ambos. Además, este año parecen haber salido nuevos elementos que podrían reabrir el caso en un futuro no muy lejano.
El cantante Roy Roselló, del popular grupo Menudo (grupo musical infantil que nació a finales de los 70 y tuvo su apogeo en los 80), ha denunciado en el documental Menendez + Menudo: Boys Betrayed haber sido abusado sexualmente por el padre de los Menendez durante su etapa como cantante del grupo. Un nuevo giro que han usado los abogados defensores de los hermanos para apelar una vez más la decisión del juez de mantenerles encerrados de por vida.
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