En el corazón de cada celebración de las fiestas de San Fermín hay un objeto de lo más singular. Nos referimos a la bota de vino, que se erige como un símbolo indiscutible de la festividad. Esta herramienta tradicional, que une historia, cultura y el espíritu festivo de estas fechas, tiene una presencia notable en esta semana de celebraciones populares.
La bota de vino tiene sus raíces en tiempos antiguos. En la Antigua Grecia, se utilizaban recipientes similares conocidos como odres para almacenar y transportar vino. La tradición de utilizar estos recipientes para el vino se mantuvo a lo largo de los siglos, encontrándose referencias a estos en textos históricos como la Biblia y obras literarias como "El Quijote" de Miguel de Cervantes.
Durante la Edad Media, el uso de botas de vino se arraigó con fuerza en la península ibérica, convirtiéndose en un elemento esencial en la vida cotidiana de los campesinos y pastores. Estos recipientes eran de lo más valorados por su capacidad para mantener el vino fresco y facilitar su transporte.
Las botas de vino tradicionales están hechas de cuero, generalmente de cabra o vaca, cosido y revestido en su interior con pez (una resina de árbol) o látex. Este revestimiento sirve para impermeabilizar el cuero, evitando que el líquido se escape y permitiendo que la bota mantenga el vino en buen estado durante mucho más tiempo, incluso durante varios días. En tiempos más modernos, no es raro que las botas también utilicen otro tipo de materiales sintéticos para abaratar costes y mejorar la flexibilidad del utensilio.
La técnica de fabricación de las botas de vino se ha transmitido de generación en generación, y su calidad depende en gran medida de la habilidad del artesano. Las botas pueden variar en forma, siendo las más comunes las rectas y las curvas. Cada forma tiene sus particularidades y puede influir en la facilidad de uso y en la cantidad de vino que se puede almacenar.
Beber de una bota de vino no es simplemente cogerla y chupar del pitorro, como haríamos si nos muriéramos de sed, sino que también es un acto social y cultural cargado de simbolismo y tradición. Existe una técnica específica para beber de una bota, que consiste en sostener la bota en alto y dejar caer un chorro fino de vino directamente en la boca sin tocar el brocal. Esta técnica requiere de algo de práctica, no nos engañemos, pero hacerla bien es todo un motivo de orgullo entre los participantes de los Sanfermines.
En las tabernas y reuniones sociales, es común que los más veteranos enseñen a los jóvenes cómo manejar correctamente una bota, y a menudo se organizan competiciones informales para ver quién puede beber más sin derramar una gota.
Durante los Sanfermines, la bota de vino se convierte en un accesorio imprescindible. La imagen de los participantes vestidos de blanco con pañuelos rojos, llevando una bota de vino, es icónica de estas fiestas. La bota no solo sirve para llevar el vino, sino que también simboliza la camaradería y el espíritu festivo que impregna la ciudad de Pamplona durante estas celebraciones.
Es decir, que la bota de vino es mucho más que un simple recipiente; es un símbolo de tradición, cultura y celebración en los Sanfermines. Su historia, que se remonta a la antigüedad, su elaboración artesanal y su uso en las fiestas de Pamplona, la convierten en un elemento indispensable de estas celebraciones. La bota de vino es otro de esos elementos que nos recuerda la importancia de mantener vivas las tradiciones y de disfrutar del vino de una manera auténtica y comunitaria.