En medio de sus mediáticas intervenciones en la televisión americana en defensa de los estudiantes que piden el cese del genocidio sobre la población palestina, Whoopi Goldberg ha publicado sus memorias. El libro, titulado 'Bits and Pieces' es una narración sincera sobre los episodios más marcados de su vida, como la muerte de su madre, el nacimiento de su hija, sus tres matrimonios, su paso por Hollywood o el hecho de haber sido abuela con tan solo 34 años (y bisabuela a los 58).
Y, al igual que ocurriera con las memorias de Matthew Perry, su mala relación con el alcohol y las drogas es uno de los núcleos del texto. La actriz protagonista de películas tan taquilleras como Ghost, Sister Act o El color púrpura, tuvo su primer contacto con este tipo de sustancias a los 16 años, por lo que tuvo que asistir a terapia para alejarse de sus malos hábitos. Sin embargo, fue ya en la cúspide de su carrera, una vez integrada en la industria cinematográfica, cuando recayó en el consumo, principalmente, de cocaína.
Sin pelos en la lengua, la oscarizada actriz cuenta la estrecha vinculación que existe entre las drogas y las grandes fiestas a la que la invitaban por reputada profesión: ''Me invitaban a fiestas en las que me recibían en la puerta con un cuenco de Quaaludes (droga hipnótica que provoca euforia y somnolencia, similar a los efectos del diazepam) del que podía escoger lo que quería. Se colocaban líneas de cocaína en las mesas y en los mostradores del baño para que las tomara", dice en el texto, corroborando la versión de otros muchos actores y actrices internacionales sobre los peligros para la salud mental y física que se viven en el backstage.
Para plasmar el nivel de adicción a la cocaína al que llegó, Godlberg habla de una noche en la que la sustancia le provocó "alucinaciones", hasta el punto de creer que tenía "un monstruo debajo de la cama". "No me levanté en 24 horas, llegué a orinarme encima", dice en su relato, dejando constancia de sus problemas de enajenación mental derivados del consumo.
La querida Odamae, tocó fondo el día en el que se encerró "en el armario de la habitación de un hotel" para esnifar y fue sorprendida por una de las camareras de piso. Ante los gritos de la empleada, ella salió del mueble sin pensar y se vio reflejada en el espejo, con la cara y la nariz llenos de polvo blanco. Fue entonces cuando decidió tajantemente que tenía que parar y gracias a su determinación, consiguió desengancharle de las drogas, hasta la actualidad.