Llevaba cuatro meses preparándose para encabezar un cartel de lujo en la Real Maestranza de Sevilla. Arrancaba la exigente Feria de Abril junto a Roberto Jiménez y Andrés Roca Rey, con toros de Victorino. Lleno hasta la bandera, reventa por las nubes. La expectación era máxima y Manuel Escribano es de los que lo dan todo en cualquier plaza, pero en su Sevilla, él es de Gerena, tiene todavía más motivos para hacerlo, según informan Ángeles Jiménez y Antonio Gil.
Por eso, cuando tras recibir al despistado primer morlaco a porta gayola, tras unas verónicas bien tiradas, el animal quiso hacer aún más especial la soleada tarde a orillas del Guadalquivir. La cornada, de 10 centímetros. Pero no quiso anestesia general para poder volver al albero tras la intervención quirúrgica. Y así fue. El matador, en vaqueros, con la ropa prestada por el rematador bético Chimy Ávila, puso al respetable en pie.
Faena de esas épicas, de las que erizan el vello. Volvió a recibir al que fue sexto de la tarde a porta gayola. Banderilleó, a la pata coja, sí, pero como suele hacer en todas sus lidias. Tenía que ser así. Y como si no hubiera resultado herido, terminó la grandiosa faena de muleta con una estocada de ésas que huelen a oreja de seguro. Fueron dos. El triunfo, merecido. Por lo hecho este 13 de abril… y por todo el trabajo anterior. Y no de estas últimas semanas. Hay que remontarse años atrás.
El torero Manuel Escribano no perdió por poco la vida con una grave cornada en Sotillo de la Adrada (Ávila) en 2013, pero sí, convaleciente, su forma física. Y ahí se puso en manos del recuperador del Sevilla Club de Fútbol, Eduardo Sáez de Villarreal, que le programó una preparación específica.
"Demostramos que con este tipo de entrenamientos, el torero es mejor. Y, sobre todo, algo más interesante, que el torero es más longevo", con una carrera que puede ser mayor. "Un torero es un artista, pero es un artista en el cuerpo de un atleta", añade Escribano. Y lo primero que hizo su segundo entrenador, Luis Tebas del Pino, fue monitorizar y geolocalizar su actividad en la plaza.
"Durante el 70% de la lidia va a una velocidad media de 2,2 km/h, que es caminar muy despacio o estar quieto en el sitio. Y tenemos", dato llamativo, "un registro de 187 pulsaciones por minuto". "Te lo genera el miedo, el estrés, la emoción", reconoce el diestro.
"Que todo eso seas capaz de calmarlo en pocos segundos o si no lo calmas, que rindas a esas dimensiones de presión cardiaca". En forma hasta para zafarse o salir mejor si, como acaba de ocurrirle en Sevilla, hay percance. Él mismo nos lo decía casi como una premonición: "Sabes que, seguramente, te hagas menos daño que si no estás en forma".
Un trabajo físico que Luis ha consagrado en una tesis doctoral con la nota 'Cum Laude' por la Universidad Pablo de Olavide, que abre camino al vincular las ciencias de la actividad física y el deporte -"la corrida es la competición de un torero"- con la tradición de la tauromaquia.
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